Clima de fiesta en la Plaza San Pedro, a la espera del "domingo de los cuatro papas"
Faltan pocas horas para que la Iglesia proclame, de la mano del papa Francisco, a sus dos nuevos santos: Juan XXIII y Juan Pablo II
VATICANO.- (De una enviada especial) Lucen unas túnicas muy coloridas y llamativas, con grandes imágenes de Juan XXIII y Juan Pablo II; llaman mucho la atención estas mujeres que llegaron desde Camerún para participar mañana de la misa de canonización de los dos papas que, sin duda, marcaron la vida de la Iglesia católica en siglo XX.
Mientras decenas de personas de distintas partes del planeta posan para llevarse de recuerdo su foto con las camerunenses, justo al otro lado de la Basílica de San Pedro, también en la plaza de igual nombre, unos seminaristas de la localidad italiana de Macerata entonan canciones de alabanzas a Cristo Salvador y varios peregrinos se unen en una ronda, bailan y repiten el estribillo.
En el centro de la plaza y con su bandera en alto, unos polacos cantan en actitud de oración y convocan también a cientos de fieles: son, claro está, los peregrinos de la tierra de Karol Wojtyla, papa desde 1978 y hasta su muerte, en 2005.
Faltan pocas horas para que la Iglesia proclame, de la mano del papa Francisco , a sus dos nuevos santos. Y en el Vaticano se vive un clima de alegría y mucha emoción. Hay también una gran expectativa por ver y escuchar a Francisco y recibir su bendición, sobre todo entre los argentinos. Algunos de ellos, junto a otros peregrinos, se han instalado con colchonetas justo detrás de las vallas que marcan los caminos que recorre el papamóvil. "Si no nos sacan, seguimos acá hasta mañana", dicen no pocos que están allí ubicados desde esta mañana.
Hoy y aquí, el planeta entero parece darle color a la plaza. Y más de una voz se quiebra cuando se les pregunta a los peregrinos qué fue lo que los llevó a estar hoy en Roma: es que resulta una experiencia única e impresionante que una persona que es declarada santa esté muy viva en la memoria cercana de quienes celebran el acontecimiento. Y eso es lo que ocurre en este caso, principalmente con Juan Pablo II.
La ciudad está inundada de gente y muchos saben que mañana será difícil acceder a un buen lugar en la Plaza San Pedro, donde se celebrará la misa, pero aun así creen en el valor de acompañar con la presencia y en la fuerza espiritual que se llevarán. "Se verá mejor por televisión, pero no es lo mismo", reflexiona Pilar Cañas, que llegó desde Sevilla y que le reza constantemente a Juan Pablo II.
El recuerdo del bien llamado Papa viajero por sus muchas visitas pastorales está muy presente en el padre Norberto, guía espiritual de su comunidad de Guinea Ecuatoriana. También en Fahd Gittany, un australiano que, con un nudo en la garganta que lo obliga a detener su relato, cuenta que cuando el amado Juan Pablo II estuvo en su país, llovía en todos lados menos en el lugar y en el momento de la misa. Digresión al paso: recuerda entonces esta cronista que el miércoles pasado, luego de esperar varias horas al papa Francisco bajo la lluvia y en una plaza coloreada por miles de paraguas, el sol comenzó a asomar tímido apenas el Sumo Pontífice comenzó a saludar a los fieles; entonces la lluvia cesó y Roma tuvo luego una tarde soleada.
Norberto y Fahd, como cientos de miles de personas, entre ellos muchos libaneses y por supuesto polacos, estuvieron esta mañana en la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de la ciudad de Roma, donde en esta jornada de víspera hay confesiones y se reza en diferentes idiomas. "De acá nos vamos a las catacumbas", cuentan en el grupo de Guinea, entusiasmados por ver esos laberintos ubicados en la Vía Appia romana, donde durante varios siglos estuvieron los cuerpos de muchos mártires sacrificados en tiempos de persecución al cristianismo.
Muy lejos de lo que ocurría en aquellos primeros siglos de la era cristiana, hoy las hileras de columnas de la Plaza San Pedro adquieren más que nunca ese sentido de simbolizar dos brazos abiertos, que reciben y contienen. Los mensajes de Juan XXIII, "el Papa bueno" que llamó al Concilio Vaticano II para comenzar un proceso de fuerte renovación de la Iglesia, y de Juan Pablo II, quien buscó pacificar siempre y en todo lugar, hoy resuenan aquí de una manera especial.
"Venimos por la paz de Venezuela, para que no haya más muertos en nuestro país", resume Henry Zárate, de la ciudad de Puerto Cabello, sobre el sentido que le da al estar en el Vaticano. Confía en que la oración que el Papa Francisco hizo por esa causa en la fiesta de la Pascua va a ayudar, y que finalmente se saldrá de la crisis. "Va a ser así, lo sabemos", dice. Y una vez más, ojos que se llenan de lágrimas.
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