La movilización ordenada por Vladimir Putin, un eventual tiro en el pie para las fuerzas rusas
La decisión de desplegar efectivos sin experiencia ni motivación arriesga con complicar todavía más los movimientos en el frente; el posible malestar dentro de Rusia
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WASHINGTON.- Frente a los reveses que sufrió en el campo de batalla, esta semana el presidente Vladimir Putin ordenó la movilización parcial de hasta 300.000 reservistas. Para muchos analistas, el objetivo de la medida es darle un poco de oxígeno a sus exhaustas fuerzas militares, pero también apaciguar el frente interno, donde los rusos proguerra lo critican por no acelerar a fondo en Ucrania.
Pero la movilización anunciada puede ser un signo de debilidad, y no de fortaleza. La brillante contraofensiva ucraniana en la provincia de Kharkiv logró recuperar casi 6000 kilómetros de territorio ocupado, liberando a su paso decenas de localidades, al tiempo que infligían graves pérdidas al desmoralizado Ejército ruso.
Se estima que en estos seis meses de guerra entre 40.000 y 80.000 soldados rusos murieron, fueron heridos o desertaron. Además, unos 6200 vehículos militares de los más sofisticados que tiene Rusia fueron destruidos o quedaron abandonados tras el desbande de las tropas del Kremlin. En algunas unidades de la línea de frente, los desertores y disidentes oscila entre el 20% y el 40%.
¿Podrá la leva parcial decretada por Rusia anteayer cambiar exitosamente el flujo de la marea y mejorar su eficacia militar? Según los expertos en eficiencia militar, es muy improbable.
Mucho depende de cuán amplia y rápida sea la campaña de movilización. La historia rusa ofrece pocos precedentes: dos levas masivas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el formidable aparato de movilización de masas de la era soviética se fue atrofiando durante las últimas décadas, y desde entonces el Kremlin empezó a librar sus guerras con una mezcla de soldados contratados, conscriptos de contratos breves, mercenarios y colaboracionistas locales.
Históricamente, el Ejército ruso entrena a sus soldados en las unidades de destino, pero algunas están tan diezmadas que no tendrían capacidad de entrenar a los reemplazos. Las protestas públicas, los engaños para zafar del reclutamiento o la huida masiva que se registró en las últimas horas sugieren que el esperado aluvión de 300.000 reservistas será más bien un goteo.
Contratos suspendidos
Los recién llegados no servirán de mucho en el campo de batalla. A corto plazo, la medida podría ayudar a Rusia a consolidar su nueva posición en el campo. Pero más importante aún que la movilización parcial es el artículo del decreto que suspende todos los contratos a corto plazo de los soldados en servicio.
En su momento, para llenar los vacíos en sus filas, el Kremlin recurrió a soldados que firmaron lucrativos contratos a corto plazo, de cuatro a seis meses de servicio activo. De acuerdo con la nueva orden, ahora esos soldados ya no pueden dejar el servicio cuando vence su contrato, ni negarse a desplegarse con sus unidades.
Si el resultado de los referéndums exprés convocados por Rusia en las provincias de Lugansk, Donetsk, Kherson y Zaporiyia resulta afirmativo, el Kremlin probablemente aducirá que tiene derecho legal a desplegar reclutas rusos en los territorios ucranianos en disputa. Cuando se instale el invierno, las unidades con más desgaste podrán rotar, descansar y reponer sus filas. Por lo general, Rusia deja las unidades en su lugar hasta que se pierde entre el 50% y el 60% de su fuerza de combate original.
Pero es probable que los soldados recién movilizados lleguen mal entrenados, y que su anterior experiencia de combate sea ya un recuerdo lejano. La gran cantidad de comandantes rusos que han muerto en el conflicto, en parte como blanco deliberado de los ataques de Ucrania, dejó al Ejército de Putin sin suficientes entrenadores para las tropas recién llegadas.
Pero los ucranianos llevan por lejos la delantera en esa carrera por aprender las lecciones que va dejando esta guerra. O sea que las novatas tropas rusas se enfrentarán a fuerzas ucranianas calificadas que ya dominan los principios de la guerra descentralizada en unidades pequeñas, altamente motivadas y con capacidad de decisión propia.
Segunda selección
Rusia tampoco tiene forma de reponer equipamiento para compensar sus pérdidas. Los antiguos tanques canibalizados de los arsenales de la era soviética ya están en el frente, y en la mayoría de los casos son más viejos que los operadores que los conducen. Si las fuerzas rusas mejor equipadas y entrenadas no pudieron apoderarse de Kiev o retener Kharkiv, no hay razones para pensar que con soldados de segunda selección le vaya mejor.
La movilización parcial corre el riesgo de exacerbar los problemas estructurales inherentes al Ejército ruso y desmoralizarlo aún más. La guerra ha dejado expuesta la importancia de la moral de las tropas en combate y la enorme disparidad de voluntad de lucha que existe entre Rusia y Ucrania.
Es probable que a los soldados contratados les moleste verse obligados a combatir más allá de la fecha de finalización de su contrato. Y a los reservistas recién reclutados, que no entienden del todo el propósito de la guerra, probablemente los motive más el instinto de supervivencia que un sentimiento nacionalista.
El potencial aluvión de nuevos reclutas tampoco arreglará los problemas que tiene Rusia en su estructura de mando. Menos un ejército que un rejunte de tribus guerreras, el Ejército ruso en Ucrania actualmente está compuesto de al menos nueve organizaciones diferentes, entre batallones de prisioneros, chechenos prorrusos, milicias locales, la Guardia Nacional, unidades del Ejército regular y mercenarios paramilitares del Grupo Wagner.
Si Rusia no desenreda sus líneas de mando, es muy probable que la inyección de soldados adicionales solo sirva para fogonear las disputas entre los comandos por los recursos y para complicar aún más la coordinación y control de las fuerzas. Además, cuanto mayor sea el número de soldados, más rápido cundirá en sus filas la deserción masiva y la indisciplina. Los comandantes rusos podrían optar por asignarles a los novatos la tarea de monitorear a otros soldados, una dinámica que implica comerse la cola y que atentaría contra los objetivos militares del Kremlin en Ucrania.
La movilización parcial lanzada por Putin también es políticamente arriesgada. Para empezar, que la movilización sea “parcial” tiene gusto a poco para sus partidarios nacionalistas, que podrían empezar a acusarlo de blando e ineficiente. Del otro lado, cualquier movilización, por parcial que sea, podría convertir directamente en opositores a millones de rusos que hasta ahora se han mantenido mayormente en silencio sobre la guerra.
¿Putin debería preocuparse? Los líderes rusos rara vez son derrocados después de una derrota militar. De hecho, desde 1800, Rusia perdió 17 de las 49 guerras convencionales en las que participó, pero solo dos líderes rusos fueron derrocados por la oposición interna en el país.
De todos modos, vale la pena seguir de cerca esas corrientes opositoras subterráneas, sobre todo si Putin decide ampliar el alcance de la movilización y la base social de los reservistas reclutados. Hasta la fecha, la guerra se ha librado a expensas de soldados no rusos y rusos pobres provenientes de regiones alejadas de las brillantes luces de Moscú y San Petersburgo.
Pero cualquier movimiento que modifique la cuota de soldados que debe proveer cada región y que exprese una muestra más representativa de la ciudadanía rusa en su conjunto podría desencadenar la violenta reacción social que Putin viene queriendo evitar.
Jason Lyall
Traducción de Jaime Arrambide
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