La monarquía británica es un juego al que Harry y Meghan no quieren jugar
NUEVA YORK.- ¿Qué se espera de la monarquía británica? La respuesta es obvia, pero también dolorosa e incómoda de admitir: se le pide que esté dispuesta a ser consumida. A veces, como cuando veo imágenes del príncipe Harry a los 12 años caminando detrás del féretro de su madre, la princesa Diana, pienso que la monarquía es menos un hechizo o un fraude nacional que una enfermedad nacional.
Acabo de completar un rompecabezas con la cara de la reina que compré en la tienda de recuerdos del palacio de Sandringham, casa de campo de la reina. ¿Qué es eso, si no un acto de control del sujeto sobre el objeto?
Para los extranjeros es difícil entender qué esperan los británicos de la familia real. A veces ni siquiera los propios miembros de la familia, por razones de autopreservación, quieren saberlo. Y si el príncipe Harry y Meghan, duquesa de Sussex, entendieron lo que significa, entonces se ve que quedaron desencantados.
La pareja se retiró de la vida de la realeza a principios de este año y se refugió en California, desde donde han dado a conocer una lista de circunstancias en las que habrían sido perjudicados por la prensa británica y la Casa Real. Esa lista se llama Finding Freedom, la nueva biografía de la pareja escrita por Carolyn Durand y Omid Scobie que se publicó esta semana. Obviamente se trata un libro que cuenta con la aprobación de Harry y Meghan, y del que me atrevería a decir que incluso escribieron varios párrafos, porque más parece una autobiografía.
El libro es una queja lastimera con fascinante grado de detalle. Por ejemplo, que Meghan fue acusada por los medios británicos de usar un color de uñas equivocado (demasiado oscuro) para la gala de los British Fashion Awards, cuando según escriben Durand y Scobie, "no había un protocolo sobre el color de las uñas". Meghan le pidió a la ayudante de cámara de Isabel II, Angela Kelly, la amiga de clase obrera de la reina, una prueba de peinado y tiara antes de la boda. Kelly ignoró el pedido hasta que tuvo que intervenir la reina. Gracias al libro también nos enteramos de que Meghan "siempre se ha enorgullecido de ser excelente empacando ropa", y que Catherine, duquesa de Cambridge, que sigue siendo conocida popularmente como Kate Middleton, le envió flores a Meghan por su cumpleaños, pero que "Meghan habría preferido mil veces que Kate la apoyara cuando atravesaba sus peores momentos con la prensa."
Ningún miembro de la realeza es vapuleado explícitamente en el libro. El príncipe Guillermo y Catherine parecen fríos (cuando son meramente ingleses), pero nada peor que eso. El príncipe William se refirió a Meghan como "esa chica". Catherine salió de compras en su Range Rover sin ofrecerse a llevar a Meghan, aunque las dos iban a comprar a la misma calle.
A lo largo del libro, se hace evidente el disgusto del príncipe Harry con el modo en que los británicos tratan a su realeza. Es lo que dijo cuando presentó una demanda contra un diario por publicar una carta que Meghan le escribió a su padre, Thomas Markle, con el que está peleada, carta que luego se filtró a los medios: "Aunque esta actitud no sea la más segura, es la correcta", dijo Harry en un comunicado. "Porque mi miedo más profundo es que la historia se repita. Ya he visto lo que ocurre cuando una persona que amo es transformada en un bien de consumo hasta el punto de de no ser tratada de ni vista como una persona real. Perdí a mi madre y ahora veo a mi esposa caer víctima de esas mismas fuerzas poderosas."
Pero queda más que claro que el objetivo básico del libro es presentar el descargo de Meghan. Ella es una perfeccionista, y su fracaso para tener éxito en la realeza claramente los carcome. El libro dice: hice lo mejor que pude. No podría haber hecho más. Pero la verdad es que hizo demasiado. La perspectiva más certera que ofrece el libro proviene de un excortesano de alto rango que compara a Meghan con la silenciosa, y por lo tanto adorada, Catherine. Meghan "habla de la vida y de cómo deberíamos vivir", les dijo el cortesano a los autores. "Pero eso es así en Estados Unidos. En Gran Bretaña, la gente escucha eso y dice: ¿Quién te crees que sos?"
La familia real es un sacrificio en el centro de la vida nacional británica, combustible para la creación de un alma nacional, porque no podría haber nada mejor. A veces funciona. Muchas veces, y cada vez más, no funciona. Les ponemos coronitas. Jugamos con ellos a las muñecas. No tiene nada que ver con la admiración o el amor. Ellos se someten a nosotros, no nosotros a ellos.
¿Y cómo hacen si quieren sobrevivir a este monstruoso juego? Hacen lo que se les pide. Las mujeres le agregan peso al dobladillo de sus vestidos para que no haya brisa que los mueva. Los varones son discretos y dóciles. Todos permiten que la nación proyecte sobre ellos lo que se le dé la gana.
Los Sussex lo sabían. Harry confundió sacrificio con cumplimiento del deber. Meghan lo confundió con fama y celebridad.
Siempre pensé que Harry, aunque sea inconscientemente, eligió a una mujer que los liberara, y Finding Freedom parece confirmarlo: "Era básicamente Harry el que quería salir", confesó una fuente muy cercana a la pareja. "En el fondo, siempre le costó vivir en ese mundo. Y ella fue la puerta de salida."
Los autores también escriben que "Lo enfermaba la hipocresía de los medios de comunicación que hoy ponían a Meghan por las nubes y al día siguiente las defenestraban". Pero eso no es hipocresía: es cinismo. Los diarios no aman a Meghan. Tampoco la odian. Un día sirve de inspiración. Al otro día, es una pesadilla.
Al final todo se habría acomodado, si ellos se hubiesen acomodado. Me parece admirable que no lo hayan hecho.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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