La misión de paz en Haití, amenazada por un escándalo
Acusan a soldados uruguayos de violar a un joven; Mujica llama a retirar los cascos azules
Cuando la misión de paz de la ONU (Minustah) se estableció en 2004 para evitar una guerra civil en Haití, nadie se imaginaba que iba a tener que enfrentar en 2010 las atroces consecuencias de un terremoto que aniquiló a más de 230.000 personas (la misma cifra de víctimas que dejó la bomba en Hiroshima) y que llegaría a 2011 con el turbulento pasado haitiano a la vuelta de la esquina.
De hecho, el ex tirano Baby Doc Duvalier y el polémico ex presidente Jean-Betrand Aristide -dos caudillos en torno de cuyas figuras se ha polarizado la vida política haitiana por décadas- regresaron recientemente al empobrecido país del exilio y podrían intentar volver a la política no bien la fuerza multinacional deje el territorio haitiano.
Y mientras el pasado parece resurgir, la misión está más que nunca en el ojo de la tormenta por la presunta violación de un haitiano por parte de cascos azules uruguayos, lo que provocó marchas de repudio en Puerto Príncipe y obligó al presidente de Uruguay, José Mujica, a disculparse por el "daño irreparable" con su par haitiano, Michel Martelly.
En medio del escándalo, ministros de los países sudamericanos que forman parte de la misión de paz (entre ellos la Argentina), que aportan unos 5300 efectivos, el 40% del total, se reunieron ayer en Montevideo para analizar la situación de Haití y la permanencia de esa fuerza en su territorio.
El espíritu de la reunión fue anticipado por Mujica, que afirmó anteayer que el objetivo de la Minustah debe ser retirarse. "El compromiso era formar una fuerza dentro de Haití, de haitianos, que se hicieran cargo de la situación [...]. Creo que ese objetivo hay que cumplirlo; no estamos allá para jubilarnos, estamos para dar una mano, para que se pueda constituir un cuerpo que se haga cargo de la seguridad interna, con todos los problemas que eso tiene", dijo.
Por su parte, el canciller de Brasil, Antonio Patriota, comentó ayer en Montevideo que la Unasur propondrá al Consejo de Seguridad de la ONU reducir el número de efectivos que proporciona a la Minustah, pero negó que el plan tuviera relación con el reciente caso de abuso. "Nos parece que se justifica una discusión, un examen del número de efectivos, quizás a un nivel un poco más bajo en la medida en que se había aumentado después del terremoto."
Luego del sismo, las fuerzas de paz de las Naciones Unidas aumentaron de 9000 efectivos a 12.250, de los cuales 8700 son soldados y 3500, policías.
Si bien el escándalo de los marinos uruguayos parece haber sacudido a la misión desde sus cimientos, no es el único asunto que ha enfurecido a los haitianos y atraído duras críticas sobre la fuerza multinacional. De hecho, existen informes que le atribuyen al contingente nepalí de la misión haber causado la epidemia de cólera que mató a unas 6000 personas, entre otros cuestionamientos.
Tal vez un síntoma prematuro de que la tarea de pacificar el país iba a ser mucho más compleja de lo previsto inicialmente lo dio, en enero de 2006, la misteriosa muerte del general brasileño Urano Bacellar, entonces jefe del contingente militar de la Minustah, caratulada como un suicidio por las Naciones Unidas y el gobierno brasileño, justo cuando la explosiva situación del país dificultaba el llamado a elecciones.
En enero pasado, cables filtrados por WikiLeaks revelaron que el presidente dominicano, Leonel Fernández, tenía la sospecha de que Bacellar no se había suicidado, sino que había sido asesinado por un escuadrón liderado por Guy Philippe, justamente el jefe paramilitar que había liderado el levantamiento que llevó a la salida de Aristide y al posterior establecimiento de la misión.
Desde ese momento, y pese a las dificultades, se han celebrado dos elecciones presidenciales. Además, la misión ha evitado una crisis humanitaria de proporciones, que hubiera llevado a miles de balseros a huir a Estados Unidos. También ha cooperado con la consolidación de las debilitadas instituciones gubernamentales y fuerzas de seguridad haitianas. Pero hoy su tiempo político parece empezar a agotarse.
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