La minoría blanca en China
Hace algo más de cincuenta años, en plena guerra mundial, William Saroyán dedicó gran parte del capítulo once de su famosa novela "La Comedia Humana" al apasionante tema de las narices a través de un breve discurso del personaje principal, Homer Macauley. La obra fue publicada aquí en 1943 en traducción de Leonor Acevedo de Borges -la madre del escritor- y el mismo año se la filmó con Mickey Rooney en el papel de Homer. No puedo recordar si se incluyó o no el histórico discurso de las narices.
Viene esto a cuento aquí a propósito de un asunto candente (no latente) de la política de hoy: el de Sinkiang, el Turquestán chino. Los autores chinos de hace quince siglos escribían que en aquellas tierras la población no era como los chinos sino que tenía "ojos hundidos" -redondos, no alargados- y "narices arremangadas" -puntiagudas, no chatas-, esto es que eran blancos.
En aquella época esa remota comarca era como una especie de península que subía desde Irán hacia el Asia Central bordeada por desiertos y cordilleras. Esos blancos eran persas, indoeuropeos, arios, palabras no sinónimas, mal que le pese a Hitler.
Situados a lo largo de la "ruta de la seda" que comunicaba en el mundo globalizado de siempre al mundo mediterráneo con el chino, expresión más elegante que la de "Extremo Oriente". Pero no fue de los cortos alcances puramente económicos de "nuestra" globalización contemporánea. Por allí viajaron ideas y culturas. Desde Samarcanda y Bukhará llegaron a los oasis del Asia Central en cuestión la religión maniquea de Persia con los conceptos contrapuestos y en juego del bien y del mal. Luego se sumó el budismo, desde la India, y ganó totalmente a la comarca.
De origen indoeuropeo
Finalmente el cristianismo en su versión más oriental, la asiria. A los impulsos de todo este entrecruzamiento de culturas surgió también una escuela de arte en la que se mezclaron elementos griegos -eco lejano de las conquistas de Alejandro-, indios y persas. De lo que no hay nada es de la China, dato fundamental que debe retenerse hoy.
Este cuadro blanco e indoeuropeo cambió para el año 800 cuando el poderoso imperio de los turcos uigures conquistó la región y la incorporó a sus dominios. Los uigures habían sido ganados por la religión maniquea y por la civilización que ésta llevó y que dulcificó sus costumbres bárbaras. Muy poco después sus reyes perdieron el centro de su poder en la actual Mongolia y se instalaron en esta comarca, la cuenca del Tarim, cuya población cambió su idioma ario por el turco, pero mantuvo sus religiones: el budismo y el cristianismo.
Al siglo siguiente otra dinastía conquistadora introdujo el Islam, que ha dominado en los mil años pasados desde entonces. Las bibliotecas son ricas en libros chinos; existen cincuenta conventos budistas y un templo de Manes a cargo del cual están sacerdotes persas. La población mantuvo el nombre de la dinastía y tribu que les llevó el turco: uigures.
La situación actual data exactamente de 1757 en que el general Chao Huei los anexó a China, con el nombre de Sinkiang (tierra nueva, en chino). Cuando hace 70 o 60 años Mao intentaba vencer a Chiang Kaishek, les hizo toda clase de promesas que luego no cumplió. Lo peor fue la inmigración de chinos. En 1955 eran apenas diez por ciento, pero desde entonces han llegado varios millones y hoy son casi la mitad. La reacción uigur fue lenta, pero enérgica.
En 1992 comenzaron a producirse atentados con bombas. Esto ha seguido. El año pasado, entre febrero y junio, hubo 2773 detenidos por sospecha de terrorismo, se decomisaron varias toneladas de explosivos y 31.000 municiones. Una bomba hizo volar un jeep militar y otra una fábrica de armas. Acusado de colaboracionismo con los chinos fue asesinado el vicepresidente de la Conferencia Política de Sinkiang, Akenmu Sidike. Han sido hasta ahora vanos los esfuerzos de los separatistas para conseguir apoyo de Kazakhstán y Kirghizistán que han preferido mantener buenas relaciones con Pekín.
Sinkiang, tiene 1.647.000 kilómetros cuadrados y 16 millones de habitantes de los que ocho millones son uigures y un millón kazakh.
La región es riquísima en petróleo en el desierto de Takla Makán, donde también se han hecho detonar bombas atómicas.
Un planteo moderado lo dio el dirigente Erkin Alptekin, refugiado en Turquía: "Hemos tenido nuestro Estado soberano antes de la conquista manchú y deseamos verlo renacer. Esto podría darse en el marco de una federación. Tememos perder nuestra identidad. Para salvar las posibilidades de un acuerdo pacífico, el gobierno chino debe urgentemente entablar un diálogo sobre la suerte de mi pueblo". No por moderada fue menos enérgica. El acuerdo pacífico y la federación los da en condicional.
Un arte original
- En las pinturas y estatuas budistas del país uigur hay tantas divinidades, que a veces están sentadas "a la europea" con túnicas de tipo griego como otras con chales hindúes y estilización helena.
- Se encuentran flores y demonios tanto como guerreros de aspecto feroz y también caballos. Hay caras con narices aquilinas, largas cabelleras negras y barbita en punta; caballeros elegantes, con bigotes finos o imberbes, con ricas vestiduras o con armaduras completas así como "reyes magos" budistas con tiara, rodeados de músicos y sirvientes.
- Von Lecoq, explorador alemán, llevó a Berlín algunos frescos con el sol y la luna con una frescura de colores que recuerda directamente la miniatura árabe persa así como la decoración floral.