Coronavirus. La mayoría de los que lo tienen no contagian a nadie: ¿por qué unos pocos contagian a muchos?
NUEVA YORK.- El 30 de mayo, en una fiesta de cumpleaños en Texas, un hombre al parecer contagió de coronavirus a 18 personas, entre familiares y amigos. Al leer informes como ese, uno podría pensar que el virus es como un incendio forestal, que inicia focos de pandemia no bien cae una chispa. Pero hay otros informes que cuentan una historia totalmente distinta.
En Italia , por ejemplo, los científicos analizaron muestras guardadas de aguas cloacales en busca de los primeros rastros del virus, y la semana pasada informaron que el virus ya estaba presente en Turín y Milán el 18 de diciembre. Desde esa fecha, sin embargo, pasarían dos meses antes de que los hospitales del norte de Italia empezaran a colmarse de víctimas del Covid-19, así que esos virus presentes en diciembre simplemente deben haberse extinguido por sí solos.
Por extraño que parezca, esos informes no se contradicen entre sí. La mayoría de los infectados no le pasa el coronavirus a ninguna otra persona. Pero un pequeño número de personas les transmiten el virus a muchos en los así llamados "eventos de supercontagio".
"Es como ir tirando fósforos prendidos a la leña", dice Ben Althouse, máximo investigador del Instituto de Modelización de Enfermedades de Bellevue, Washington. "El primero tal vez no enciende el fuego, el segundo capaz que tampoco, hasta que un fósforo cae justo en el lugar correcto y de repente todo se prende fuego."
Los científicos dicen que entender por qué algunos fósforos encienden el fuego y otros no será crucial para frenar esta pandemia, "porque de lo contrario siempre vamos a estar corriendo un paso detrás del virus", dice Adam Kucharski, epidemiólogo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Cuando el virus se manifestó por primera vez, en China , los epidemiólogos se desvelaban por entender el mecanismo de contagio de persona a persona. Uno de sus primeras tareas fue estimar a cuántas personas, en promedio, contagiaba cada infectado, eso que los epidemiólogos llaman "número básico de reproducción" o "ritmo reproductivo" (R0).
Resultó ser que el R0 del nuevo coronavirus se ubica entre 2 y 3. Es imposible fijar un número exacto, ya que el comportamiento de cada persona puede facilitar o complicar la propagación del virus. Cuando el estado de Massachusetts entró en cuarentena, por ejemplo, logró bajar su número de reproducción de 2,2 a principios de marzo, a 1 a fines del mismo mes, y actualmente se ubica en 0,74.
Pero tampoco hay que dejarse llevar demasiado por esa cifra, porque es un promedio que no refleja la variabilidad de contagios de una persona a la siguiente. Si 9 de 10 personas determinadas no le transmiten el virus a nadie, pero la décima persona se lo transmite a 20, el promedio seguiría siendo de 2.
En algunas enfermedades, como la gripe o la viruela, un alto porcentaje de los infectados le transmite el patógeno a varios otros. Ese tipo de enfermedades suele crecer lenta y sostenidamente. "La gripe avanza a paso lento", dice Kristin Nelson, profesora de la Universidad de Emory.
Pero otras enfermedades, como el sarampión o el SARS (síndrome respiratorio agudo grave), suelen brotar repentinamente y propagarse a partir de unos pocos infectados.
Los epidemiólogos compensan esa diferencia entre los brotes repentinos y el contagio a paso lento con algo conocido como "parámetro de dispersión", que mide cómo varía entre una persona y otra la transmisión del patógeno.
Pero James Lloyd-Smith, ecólogo de las enfermedades de la Universidad de California en Los Ángeles y quien hace 15 años desarrolló el parámetro de dispersión, advierte que el simple hecho de que los científicos puedan medir esa diferencia no significa que comprendan por qué algunas enfermedades generan más supercontagios que otras. "Vamos entendiendo por pedazos", dice Lloyd-Smith.
Cuando estalló el Covid-19, Kucharski y sus colegas de Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres intentaron calcular esa cifra comparando el caso de varios países.
Si el Covid-19 era como una gripe, lo esperable es que los brotes sean mayormente del mismo tamaño sin importar el país. Pero Kucharski y sus colegas descubrieron una variación enorme, y la mejor explicación que encontraron para ese patrón es que el 10% de los infectados eran responsables del 80% de los nuevos contagios. O sea que quienes contagian a alguien, contagian a muchos.
El estudio de Kucharski y sus colegas circuló en abril como borrador y los datos todavía no fueron cotejados por otros científicos ni publicado en una revista científica. Otros epidemiólogos han calculado el parámetro de dispersión con otros métodos, y llegaron a conclusiones y cifras similares.
Modelo de propagación
Entre marzo y mayo, por ejemplo, Kristin Nelson y sus colegas de la Universidad de Emory, analizaron más de 9500 casos de Covid-19 en el estado de Georgia, y en base a los datos de cinco países crearon un modelo de propagación del virus, con una estimación de a cuántas personas contagia cada infectado.
En un borrador publicado la semana pasada, los investigadores revelan la existencia de numerosos "eventos de supercontagio": solo el 2% de las personas son responsables del 20% de los contagios.
Ahora los investigadores están tratando de descifrar por qué tan pocos les transmiten el virus a tantos. Los interrogantes son tres: Quiénes son los supercontagiadores, y cuándo y dónde se producen los eventos de supercontagio.
En cuanto a la primera incógnita, los médicos observaron que el virus se multiplica en mayores cantidades en algunos pacientes que en otros. Y es posible que algunos de ellos se conviertan en "chimeneas de virus", que expulsan nubes de patógenos en cada bocanada de aire.
Algunas personas también están expuestas a más ocasiones de contraer el virus y de pasárselo a otros. Un colectivero o la empleada de un geriátrico están en el centro del tejido social, mientras que la mayoría de la gente, sobre todo en cuarentena, tiene menos ocasiones de cruzarse con otros, y por lo tanto, con el virus.
Nelson cree que las diferencias biológicas entre una persona y otra son menos relevantes. "Creo que las circunstancias son mucho más importantes" dice. Lloyd-Smith concuerda: "Creo que la clave está en los eventos de contagio."
Ese patrón de supercontagio podría explicar el desconcertante lapso transcurrido en Italia entre la llegada del virus y el estallido del brote. Y los genetistas han encontrado lapsos de demora similares en otros países: los primeros virus recogidos en una determinada región no son los que generan los brotes que se desatan semanas más tarde.
Muchos países y estados combatieron la pandemia con cuarentenas, logrando así bajar el ritmo reproductivo del virus (R0). Pero cuando empiece la reapertura, los gobiernos no deberían olvidar el potencial de supercontagio que tiene este virus.
Por otro lado, saber a ciencia cierta que el Covid-19 es una pandemia supercontagiosa tiene sus ventajas: "Es más fácil de controlar", dice Nelson.
Como la gran mayoría de los contagios se produce en un pequeño número de situaciones que son similares, es más fácil elaborar estrategias para evitar de entrada que esas situaciones se produzcan. Y eso permitiría apuntar específicamente a los "eventos de supercontagio" sin tener que caer en cuarentenas generalizadas y paralizantes.
"Cortando algunas actividades específicas de una pequeña parte de nuestras vidas podríamos reducir la mayor parte del riesgo", dice Kurchaski.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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