Las atrocidades cometidas durante una guerra no son nada nuevo, pero la negación rusa de las barbaridades de Bucha trae el recuerdo de un evento en particular: la masacre en el bosque de Katyn, en el este de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial, que la Unión Soviética (URSS) hizo pasar con éxito como una atrocidad nazi durante medio siglo
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Las tropas ucranianas que ingresaron a la ciudad de Bucha, 25km al noroeste de la capital, Kiev, encontraron evidencia de lo que parecen ser horribles crímenes de guerra cometidos por las tropas rusas durante el mes que duró de ocupación.
Todo júbilo que sintieron tras obligar a las tropas rusas a abandonar la zona fue interrumpido por lo que parecían ser fosas comunes, cadáveres de civiles con las manos atadas a sus espaldas y evidencias de violación y asesinato de mujeres.
“Ahora el mundo puede ver lo que hizo el ejército ruso en Bucha”, dijo a las Naciones Unidas el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Pero el enviado de Rusia ante la ONU, Vassily Nebenzya, desestimó las afirmaciones y dijo que eran una “provocación que fue escenificada”.
Las atrocidades cometidas durante una guerra, por supuesto, no son nada nuevo, pero la negación rusa trae el recuerdo de un evento en particular: la masacre en el bosque de Katyn, en el este de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial, que la Unión Soviética (URSS) hizo pasar con éxito como una atrocidad nazi durante medio siglo.
En la primavera de 1940, más de 4.000 oficiales polacos fueron asesinados en los bosques cerca de la ciudad soviética de Smolensk.
Esto sucedió poco después de que la URSS, sobre la base de un acuerdo secreto con Alemania (el llamado Pacto Molotov-Ribbentrop), ocupara el este de Polonia y arrastrara a varios prisioneros, especialmente soldados, a sus campos de concentración.
Las fosas comunes de las víctimas polacas fueron descubiertas cerca de las aldeas rusas de Kozi Gory y Katyn después de que Hitler rompiera el pacto con Stalin en junio de 1941 y las tropas alemanas invadieran el territorio soviético como parte de la infausta Operación Barbarroja.
La máquina de propaganda de Joseph Goebbels no dijo nada hasta la primavera de 1943, cuando los nazis necesitaron encubrir atrocidades similares en territorio soviético.
En abril de 1943, los alemanes enviaron una comisión internacional de expertos (sus expertos, por supuesto) a Katyn, donde confirmaron que la ejecución en masa había sido obra de las tropas rusas.
Pero a fines de ese año la Unión Soviética recapturó el área e inmediatamente envió su propia comisión al sitio.
En enero de 1944, la comisión soviética transmitió sus hallazgos de que la masacre no había tenido lugar en 1940, como se pensaba anteriormente, sino a fines de 1941, después de que Alemania comenzara a ocupar la región de Smolensk.
La conclusión soviética fue clara: los perpetradores no fueron las tropas de Stalin, sino las de Hitler.
Juicios de Nuremberg
La URSS incluso intentó incluir a Katyn en la lista de acusaciones que se formularían contra los líderes de la Alemania nazi en el período previo a los juicios por crímenes de guerra en Nuremberg, convirtiendo efectivamente su versión en la historia oficial de todas las potencias aliadas.
Pero los documentos nazis y los testimonios relacionados no respaldaron el relato soviético y se dictaminó que el juicio de Nuremberg no examinaría lo ocurrido en Katyn.
Sin embargo, la mayor parte de la evidencia permaneció en manos soviéticas. Lo mismo ocurrió con el acceso a la escena del crimen, ya que Polonia era parte del bloque soviético.
Como resultado, la versión soviética de la masacre solo fue realmente cuestionada entre los círculos de emigrados polacos en el oeste.
Uno de los primeros estudios se publicó en Londres en 1948. “El crimen de Katyn a la luz de los documentos” fue editado por Jozef Mackiewicz y publicado en polaco. Posteriormente se publicó en inglés en 1965.
Mientras tanto, el Comité Estadounidense para la Investigación de la Masacre de Katyn se formó en 1949 y dos años más tarde el Congreso de Estados Unidos estableció una comisión especial para el caso.
El “problema de Katyn” se convirtió en un argumento de la Guerra Fría que permitió a los líderes soviéticos rechazar la acusación como “propaganda occidental”.
Después de Stalin
La liberalización gradual bajo el sucesor de Stalin, Nikita Khrushchev, hizo poco para cambiar esto.
La “desestalinización” de Kruschev solo afectó marginalmente la política soviética hacia sus satélites.
En lugar de admitir la culpabilidad soviética por Katyn, el Kremlin amenazó con invadir Polonia (como invadió Hungría el mismo año) si intentaba romper con el dominio soviético.
En 1959, el entonces presidente de la KGB, Alexander Shelepin, envió a Khrushchev una carta ultrasecreta en la que confirmaba inequívocamente la culpabilidad soviética en Katyn.
Señaló que los archivos de la KGB tenían documentos que se referían a la masacre de 21.857 ciudadanos polacos capturados desde 1940, en lugar de 1941, que es cuando el relato soviético fecha la masacre.
Sugirió que todos estos documentos fueran destruidos.
La presión occidental sobre la URSS para que explicara lo ocurrido en Katyn continuó durante la presidencia tanto de Kruschev como de su sucesor, Leonid Brezhnev.
Memoriales a las víctimas polacas de los crímenes soviéticos se erigieron en Estocolmo en 1975 y en Londres en 1976.
El término “Katyn” se expandió gradualmente para incluir crímenes cometidos bajo el mando de Stalin sobre oficiales polacos, no solo en Smolensk sino también en varios otros lugares en la Unión Soviética: en Rusia, Bielorrusia y Ucrania.
Pero las autoridades soviéticas continuaron repitiendo la mentira de que la masacre fue un crimen alemán. Según Moscú, quienes pedían la verdad eran tan propagandistas como el propio Goebbels.
Glasnost para Katyn
El cambio decisivo tuvo lugar bajo Mikhail Gorbachev. En 1987, la URSS y Polonia acordaron una evaluación conjunta de las fuentes y cuestionaron las versiones producidas durante y después de la guerra por las agencias de inteligencia rusas.
La admisión final de culpabilidad se produjo gracias a la presión tanto desde fuera de la Unión Soviética, principalmente de Polonia, como desde la propia sociedad soviética, como parte de un proceso en el que la gente intentaba aceptar el oscuro pasado del estalinismo.
También había una necesidad de autorreflexión para fortalecer la legitimidad de la creciente democracia dentro de la URSS.
La Unión Soviética finalmente se declaró oficialmente culpable de los asesinatos de prisioneros polacos en abril de 1990, cuando Gorbachov entregó una serie de documentos al líder polaco Wojciech Jaruzelski en Moscú. Eso puso fin a medio siglo de mentiras soviéticas.
El mundo debe esperar que Bucha no represente una nueva era de mendacidad para encubrir la brutalidad.
Por Tomas Sniegon, profesor asociado del Departamento de Estudios Europeos en la Universidad de Lund
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