La masacre reabre el debate sobre las armas en EE.UU.
Crece el reclamo para limitarlas, pero los políticos son temerosos
WASHINGTON.– Entre llantos y velas, miles de voces se alzaron ayer a favor de restringir el acceso indiscriminado a armamento, a raíz de la matanza perpetrada cerca de Denver por un joven que, en los últimos dos meses, pudo comprar libremente cuatro armas de fuego, decenas de explosivos y más de 6000 municiones.
Expertos, activistas y hasta funcionarios advirtieron, sin embargo, que los esfuerzos por limitar la venta de armas tropiezan con la indiferencia mayoritaria de la clase política, con republicanos y demócratas temerosos por igual de tocar una legislación permisiva que cala hondo en la cultura dominante norteamericana y en una buena porción de votantes.
"De afuera nos critican mucho por esto y tienen razón", se quejó, desde las páginas de The New York Times, la columnista Gail Collins, en un artículo en el que describió lo permisivo que puede llegar a ser el régimen para la compra de armas en este país y el miedo reverencial de los políticos – incluido el presidente Barack Obama – a meterse con el tema. Mientras tanto, con el apoyo de blogueros, de periodistas y de algunos actores de Hollywood, que tan activos son otras veces, miles de activistas en todo el país intentaron forzar, una vez más, el debate para modificar la legislación que permitió, incluso, que el joven James Holmes, ex estudiante de neurociencias, comprara por Internet las municiones y las recibiera libremente en su casa.
"La verdad, a veces, sentimos que sólo vamos de un ataque como éste hacia otro. Que vivimos una especie de cese del fuego hasta que llega, enseguida, otro igual", dijo Tom Mausher, de la organización Colorado Ceasefire.
Cada vez que hay un caso como el del cine Century 16 de Aurora , las organizaciones que trabajan para aumentar los controles para la venta y acceso a las armas intensifican su prédica. "Es que es el único momento en que tenemos la posibilidad de que alguien nos escuche", dijo la demócrata Carolyn McCarthy, miembro de la Cámara de Representantes.
"En nuestro país, los hechos como éste –de ataques a mansalva por parte de una persona trastornada– ya son tan comunes, que dejan de ser noticia", criticó Gail Collins.
"¿Alguien se acuerda del último episodio? Fue hace unos días, en Tuscaloosa [Alabama]. Un hombre entró en un bar y disparó a mansalva, e hirió a 17 personas. ¿Alguien lo vio en los noticieros?", preguntó de modo retórico, para dar cuenta de hasta qué punto la repetición de episodios adormece la reacción.
El derecho a portar armas está salvaguardado por la Constitución norteamericana en su segunda enmienda. Es un derecho muy difícil de poner en caja y tiene un poderoso lobby que lo protege.
Los activistas a favor del cambio saben ya que la ilusión de que su trabajo ponga fin a este estado de cosas no suele durar mucho, que la indignación popular se calma pronto y que el poder político, probablemente, no dará ningún paso decisivo, dejando las cosas tal como están. "Llevo toda una vida en esto, y es muy poco lo que hemos conseguido", se resignó la representante McCarthy.
De acuerdo con la firma Gallup, el 45% de las familias norteamericanas tiene un arma en su casa. Hoy pueden comprarse libremente armas de fuego con capacidad como para disparar hasta cien balas sin necesidad de recarga, y el hecho de estar en la lista de "terroristas buscados" no impide el acceso a un arma de fuego.
Ni un paso adelante
El poder político de Estados Unidos suele tocar el tema, pero rara vez llega a los hechos. Por caso, en 2008, durante su campaña electoral, Obama prometió que impulsaría un mayor control sobre las armas. Pero, a punto de terminar su primer mandato, no ha dado pasos concretos.
Ni la oposición republicana ni su candidato a presidente, Mitt Romney, han hecho mucho al respecto.
Tanto Obama como Romney coincidieron en expresar su pesar por la muerte de las 12 personas, en su mayoría jóvenes, en Colorado.
"No queremos condolencias, queremos acción’’, replicaron los activistas, entre ellos, Dan Gross, directivo de la plataforma Brady contra la violencia generada por las armas de fuego. El grupo fue inspirado por lo que le ocurrió al ex asistente del presidente Ronald Reagan, James Brady, que quedó parapléjico de por vida durante el atentado del que fue blanco el jefe de Estado, en Washington, en 1981.
De hecho, el llamado de los activistas contrastó con la tibieza generalizada con que reaccionó la clase política. La matanza de Colorado atenuó el ritmo de la campaña electoral, pero la conmoción no parece que vaya a dar para mucho más.
Por detrás de ese temor parecen estar los recursos, el dinero para campañas y la capacidad de lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el grupo que aboga por la tenencia libre de armas de fuego.
"Todos le tienen miedo a la Asociación del Rifle, pero sería bueno sobreponerse y entender que hay algunas cosas por las que vale la pena jugarse", dijo Edward Rendell, ex gobernador de Pensilvania.
Pero el miedo a una "cultura del rifle", que está tan encarnada en la sociedad, asusta a los políticos. No pocos demócratas, por ejemplo, están convencidos de que la derrota en las legislativas de 1994 se debió al "castigo popular" por haber impulsado una normativa que limitó el acceso a determinadas armas de alta potencia.
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