La mafia, ahora, es asunto de mujeres
Crece el poder femenino en los clanes
ROMA.- Son esposas, hermanas, tías, hijas o sobrinas. En cualquier "familia", pequeña o grande, y en cualquier mafia -de la Cosa Nostra siciliana, de la Camorra napolitana, de la `ndrangheta calabresa o de la Sacra Corona Unita, de Apulia-, siempre existieron. Pero los hombres nunca quisieron hablar de ellas, sino que prefirieron mantenerlas en la oscuridad, sin mostrarlas en público. Se trata de "mujeres de honor", mujeres de mafia.
Pero los tiempos han cambiado. Y como muchos de sus maridos, padres, hermanos o tíos están detrás de las rejas o han pasado a integrar el enorme ejército de "pentiti" (arrepentidos, colaboradores de la justicia italiana), las "madrinas", señoras del crimen, que ahora deben manejar las pesadas herencias dejadas por sus varones, se han convertido en un importante recurso para los clanes mafiosos.
En polleras y tacos altos, ahora hasta se atreven a apretar el gatillo abiertamente, sin ningún reparo.
Una masacre ocurrida hace un mes en Quindici, un pueblito cercano a Nápoles, en el sur del país, confirmó este fenómeno.
Una realidad de la cual se habla poco, pero que existe. Tras una emboscada y un violento tiroteo callejero, tres mujeres de un clan mafioso fueron asesinadas por otro grupo de mujeres de la familia de los Graziano, un clan rival. Las víctimas fueron Michelina Cava, María Scibelli y Clarissa Cava, de 51, 53 y 16 años, respectivamente, una hermana, la otra cuñada y la última hija de Biagio Cava, el “capoclan” de la familia homónima, que se encuentra detenido en Francia.
Los carabineros, que desde hace tiempo investigaban a estas dos familias, tardaron poco en descubrir que esa masacre, en la que por primera vez víctimas y victimarios eran mujeres, había sido fruto de una historia totalmente femenina.
Lo que desató la furia homicida, en efecto, fue una discusión en la peluquería. Allí, entre un brushing y una manicure, se habían trenzado “madrinas” de estas dos familias, enemigas desde tiempos inmemoriales. En la trifulca, que incluyó hasta una cachetada, salieron ganando las Cava. Y las Graziano decidieron la vendetta, organizando para el día siguiente una expedición punitiva que terminó en un baño de sangre para las Cava.
Según los expertos, este brutal ajuste de cuentas –en el que por primera vez se violó aquella regla del “código de honor” por la que las mujeres son intocables–, se enmarca dentro de una nueva realidad en el mundo de la mafia, en el que las mujeres ya no tienen papeles secundarios, sino que son protagonistas y virtuales ejes de la organización.
Nunca fueron tantas
Aunque por supuesto numéricamente los varones siguen siendo más importantes en la criminalidad organizada de la península, en los últimos años ha crecido la cantidad de mujeres denunciadas por asociación mafiosa. Las estadísticas indican que mientras que en 1990 sólo una mujer había sido procesada por este tipo de crímenes; en 1995 casi 100 se habían visto indagadas por delitos relacionados con la mafia.
“La emancipación femenina –dice un viejo informe del Ministerio del Interior–, ha dado a la mujer la libertad de convertirse en protagonista en cualquier sector de la vida social. Y este cambio radical no fue ajeno a ese mundo cerrado y oculto que caracteriza a las organizaciones criminales de tipo mafioso”.
Uno de los campos de mayor presencia femenina es el del reciclaje. Pero no es el único: las “mujeres de honor” también pueden servir como testaferros, como correos de droga, o como gestoras de distintas actividades económicas. “El prototipo cultural de la tradición mafiosa, que veía a la mujer ajena a los affari del marido, ha sido superado por lo hechos, para dejar espacio a una figura femenina cada vez más decidida y emprendedora, que no desprecia las ganancias fáciles, ni los roles hasta hace algunos años considerados exclusivamente masculinos”, agrega el mismo informe.
Un rol activo
Lo cierto es que la mayoría de las mujeres de la mafia –mujeres en carrera, que abandonaron su tradicional rol pasivo, a la sombra de los hombres de honor–, por lo general llenan esos espacios vacíos dejados en el mundo de la criminalidad por sus parientes arrestados, y mantienen vivas las “familias”.
No extraña entonces que muchas esposas de capomafias hayan repudiado a sus cónyuges arrestados, al enterarse de que éstos habían decidido arrepentirse: por esta traición a la fundamental regla del silencio, la famosa “omertá”, las mujeres no dudaron en definir a sus esposos, con desprecio, “ex maridos”.
Entre las mujeres de honor más famosas, respetadas y temidas de Italia, se cuenta Pupetta Maresca, que en 1955 asesinó al guappo que consideraba el mandante del homicidio de su marido “Pascalone’ e Nola”. Pupetta estaba embarazada cuando disparó, y después de su huida y posterior arresto, dio a luz en la cárcel de Nápoles. Cuando salió, fue madre dos veces más: el padre era otro boss, Umberto Ammaturo.
La mafia rosa
Otro nombre histórico de la “mafia rosa” es el de Ninetta Bagarella, hermana de Calogero y de Leoluca Bagarella, dos famosísimos hombres de honor, que se casó con Salvatore “Totó” Riina, el capo di tutti i capi de la Cosa Nostra, y fue obligada al destierro de su ciudad, Corleone. Como Rosetta Cutolo, que cuando su hermano Raffaele terminó detrás de las rejas, tomó en sus manos los affari de la Nueva Camorra Organizada, y por mucho tiempo fue considerada el cerebro del clan Ottaviano.
María Licciardi, considerada la más peligrosa de todas las mujeres de la Camorra, en cambio, fue arrestada el verano pasado por la policía antimafia. De 49 años y llamada “‘a pecceretta” (“la chiquita”), María era la hermana menor del boss Gennaro.
También llamada “lady Camorra” porque había logrado escapar de la policía nada menos que siete veces, María Licciardi cayó el 15 de junio de 2001. Entonces, en Nápoles arreciaba una cruenta guerra de la mafia que cosechó 13 muertos en 13 días. ¿El motivo? Un lote de droga que había sido puesto en el mercado en contra de la voluntad de lady Camorra.
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