La Luna, Marte y el retorno del hombre de hierro: los cambios que atravesó China de un Juego Olímpico al otro
El gigante asiático pasó de ser un país que celebraba su salida al mundo a una superpotencia en toda regla con nuevas capacidades económicas, tecnológicas y militares
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PEKÍN.- En el verano boreal de 2008, cuando por primera vez China fue sede de los Juegos Olímpicos, el entonces presidente norteamericano George W. Bush viajó al país para alentar a sus atletas y los turistas extranjeros recorrían boquiabiertos las calles de Pekín, maravillados por la arquitectura futurista de la ciudad.
Este año, los Juegos de Invierno de Pekín 2022 tendrán lugar dentro de una burbuja, porque el resto de China seguirá aislada contra el coronavirus. Además, como las relaciones chino-norteamericanas están tensas, Washington no enviará funcionarios de alto rango, y Pekín aclaró que nadie los había invitado.
China ha cambiado mucho y de muchas maneras desde aquellas olimpíadas de 2008, que fueron vistas como la fiesta de China por su salida al mundo. Desde entonces, el país se ha convertido en una superpotencia adulta, que llegó con sus cohetes a la Luna y a Marte, que botó su primer portaviones. China también ha experimentado drásticos cambios sociales, como el regreso al gobierno de un caudillo, un hombre de hierro. Estos son los hitos de la transformación china.
Economía
En 2008, China todavía era un país ante todo exportador, y recién en segunda instancia era considerado como un mercado de consumo para muchas marcas internacionales. Por entonces, apenas el 20% del país navegaba por Internet. El iPhone no se comercializó en China hasta 2009, dos años después de su lanzamiento en Estados Unidos. WeChat, la aplicación multiuso, indispensable hoy para la vida cotidiana en China, recién empezó a funcionar en 2011.
Desde 2008, la producción económica anual de China se ha más que triplicado, y actualmente el consumo interno representa más de la mitad del tamaño de su economía. El auge de la clase media china ha convertido esa masa de consumidores en una fuerza que no puede ser desdeñada, una moneda de cambio que Pekín saca a relucir para mantener ideológicamente alineadas a las empresas extranjeras. En febrero de 2021, el presidente Xi Jinping anunció oficialmente que China había erradicado la pobreza. El gobierno de Pekín ahora está abocado a reducir la brecha entre ricos y pobres, con regulaciones más estrictas para el sector privado y la lupa puesta en los magnates.
Tal vez la transformación más llamativa ha sido el crecimiento explosivo de la economía de la tecnología móvil. En 2008, los teléfonos inteligentes eran un lujo fuera del alcance de la mayoría de la población china. Hoy en día, sin un celular inteligente sería casi imposible sobrevivir en una ciudad de China, donde el monitoreo pandémico se hace con código QR y son cada vez más los comercios que no aceptan efectivo, sino solo pagos online.
Otro de los cambios más dramáticos desde aquellos Juegos Olímpicos de Verano Pekín 2008 fue el retorno de un gobierno de puño de hierro, encabezado por un líder como Xi, cuyo mandato no tiene plazo. Cuando llegó al poder en 2012, muchos observadores anticipaban que Xi tal vez ampliaría las libertades individuales y haría que China se pareciera un poco más a las democracias occidentales. No podían estar más equivocados.
La pandemia de coronavirus también fogoneó las tensiones entre China y Occidente, en parte debido a la falta de transparencia de China sobre los eventos iniciales en Wuhan, donde se detectaron los primeros casos. China tiene prácticamente selladas sus fronteras desde el comienzo de la pandemia y ha encerrado a decenas de millones de personas por su estrategia sanitaria de “Covid cero”.
Fuerzas Armadas y exploración del espacio
Xi llegó al poder cuatro años después de los Juegos Olímpicos de 2008, y comenzó con su programa de expansión militar. Desde entonces, la construcción de islas artificiales en las aguas en disputa del Mar de la China Meridional se ha convertido en un símbolo palpable de la ambición militar de Pekín: 1300 hectáreas de tierra nueva en aguas más cercanas a las costas de Filipinas y Vietnam que a China continental, con sistemas de misiles, radares y pistas para aviones militares, según fotos aéreas.
Desde 2008, los programas militares y espaciales de China también han marcado otros hitos históricos. En 2012, botó al mar su primer portaviones, el Liaoning -una nave de la era soviética que fue puesta nuevamente en servicio en la década de 1980-, como parte de una amplia actualización de la marina. Al año siguiente, China logró depositar su primer vehículo rover sobre la superficie de la Luna, y en 2019 logró aterrizar el primer rover de la humanidad en la cara oscura de la Luna. El año pasado, China aterrizó un rover en Marte, algo solo logrado por Estados Unidos, y Pekín tiene planes de enviar su primera misión tripulada a Marte en 2033.
En los últimos meses, las pruebas de misiles hipersónicos de China concitaron la atención internacional y provocaron revuelo y pujas en Estados Unidos entre los interesados en financiar el desarrollo de armas similares.
Libertades individuales
Como señal de buena voluntad antes de los Juegos Olímpicos de 2008, Pekín levantó el bloqueo de Wikipedia y YouTube, y relajó algunas restricciones a los periodistas extranjeros. Mucho ha cambiado desde entonces. Desde su llegada al poder, Xi ha endurecido sistemáticamente las restricciones a la libertad de expresión, las protestas políticas y los medios de comunicación.
El auge de la tecnología móvil de China también abrió la puerta a una nueva era de vigilancia de la población, ya que es posible monitorear online los movimientos digitales de las personas. En los últimos años, la policía incluso ha empezado a levantar cargos contra personas basándose exclusivamente en comentarios políticos deslizados en mensajes privados a sus amigos. En 2008, ese nivel de vigilancia digital era inviable.
Uno de los cambios más drásticos se ha producido en Hong Kong, que en 2008 todavía tenía una sociedad civil activa y una prensa honesta y muchas veces crítica con Pekín. Desde entonces, Hong Kong ha dado un giro autoritario, con el arresto de activistas prodemocracia y el cierre de medios independientes, como el periódico Apple Daily.
Infraestructura
Cuando se inauguraron los Juegos Olímpicos de 2008, el auge de la infraestructura de China era todavía incipiente. Pekín se esmeró para convertirse rápidamente en una sede de clase mundial digna del máximo evento deportivo, como la construcción de una inmensa terminal de aeropuerto, publicitada como la estructura cubierta más grande del mundo. La ciudad sumó edificios icónicos a su paisaje, incluidos dos sedes deportivas totalmente futuristas: el Estadio Nacional de Pekín y el Centro Acuático Nacional, conocidos respectivamente como el “Nido de pájaro” y el “Cubo de agua”. En coincidencia con los Juegos de 2008, China también inauguró su primera línea ferroviaria de alta velocidad, un tramo de 120 kilómetros que conecta a Pekín con la vecina ciudad portuaria de Tianjin.
Desde entonces, la construcción vertiginosa de China nunca se detuvo, financiada en parte por un descomunal paquete de estímulo económico -también en este caso, el más grande del mundo- destinado a aliviar las secuelas a largo plazo de la crisis financiera de 2008. China ahora tiene la red de trenes de alta velocidad más grande del mundo y la mayor red de autopistas del mundo, gracias a una imparable ola de pavimentado que desde 2011 viene sumando más de 10.000 kilómetros de rutas por año. Los 16 rascacielos más altos de China se completaron después de 2008, incluido el más alto de todos, la Torre Shanghai, de 128 pisos, inaugurada en 2015.
Y ese empuje de la construcción no es solo hacia el interior del país. En 2013, Xi lanzó la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, un programa global de construcción de infraestructura de un billón de dólares, que incluye represas hidroeléctricas en Camboya y Pakistán, trenes en Uzbekistán y Nigeria, puertos en Sri Lanka y Djibouti, y mucho más. Ese proyecto de expansión es una pieza central de la política exterior de Xi, y el mundo se pregunta cómo piensa usarlo Pekín para acrecentar su influencia global.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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