La lluvia de la metralla rusa pone a prueba la moral de las unidades de combate ucranianas
Para los comandantes, que los soldados sean testigos de la gravedad de las heridas que sufren sus compañeros a manos de la artillería rusa, es aún más peligroso para la moral de las tropas que las muertes en el campo de batalla
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LYMAN.– Primero se escuchó, a lo lejos, el estruendo del fuego de la artillería rusa. Luego llegó el siniestro silbido y la lluvia de proyectiles, que cayeron a unos 15 metros de la posición de un tanque ucraniano, haciendo volar tierra, piedras y letales esquirlas de metal. El suelo se sacudió: bum, bum, bum.
Los soldados ucranianos se precipitaron bajo su tanque, mientras les gritaban a los periodistas del The Washington Post que se refugiaran con ellos. Quedaron cuerpo a tierra contra el pasto mojado bajo el diluvio de fuego ruso, en este frente oriental donde Moscú ha concentrado todo su poder militar y está causando enormes bajas entre las fuerzas ucranianas.
“¡Salgan de ahí abajo!”, gritó un soldado al darse cuenta de que el tanque, si bien servía como refugio temporario, también era un blanco evidente del fuego enemigo. “¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!”.
El grupo se dispersó entre los árboles y el tanque avanzó por un camino aledaño.
A 100 días del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, en las tropas ucranianas cunde el desánimo. En las trincheras de esta región carbonífera, las fuerzas de Kiev padecen las brutales arremetidas de la artillería rusa, que trae reminiscencias de la carnicería indiscriminada de la Primera Guerra Mundial. Pero a pesar de la lúgubre realidad de un combate que les resulta cada vez más cuesta arriba, los ucranianos todavía mantienen la esperanza de una victoria, y en muchos lugares hasta logran mantener sus posiciones.
Bajas ucranianas
Aquí en el frente oriental, las fuerzas rusas eliminan a 100 soldados ucranianos por día y otros 500 resultan heridos, dijo la semana pasada el presidente ucraniano Volodimir Zelensky.
A este ritmo, en dos meses y medio Ucrania perdería la misma cantidad de fuerzas que Estados Unidos perdió en Irak y Afganistán a lo largo de 20 años. La pérdida de territorio ucraniano ante las fuerzas rusas se aceleró en los últimos días, y según Zelensky ahora los rusos controlan el 20% del territorio de su país.
“La artillería rusa hace fuego desde la mañana hasta el anochecer”, dice Volodimir Pohorilyy, comandante de inteligencia del batallón Dnipro-1, que controla varias posiciones claves en la región. “Por cada disparo nuestro, recibimos otros 10 o 15 disparos en respuesta”.
Las fuerzas militares rusas fracasaron en su intento de tomar Kiev y derrocar al gobierno ucraniano, pero se reagruparon para esta segunda etapa de la guerra. Moscú redirigió casi toda la artillería que le quedaba hacia una sola región. El Kremlin espera cumplir con su nuevo objetivo declarado: ocupar en su totalidad las regiones de Lugansk y Donetsk, que juntas conforman el Donbass.”En cierto sentido, es una sola guerra, pero con dos campañas distintas”, dice Michael Kofman, experto en milicias rusas del Centro de Análisis Naval, con sede en Virginia.
“La primera fue para determinar si Ucrania sobreviviría o no como Estado independiente, y ese conflicto decisivo Rusia lo perdió. En esta segunda fase, lo que está en disputa es qué parte de territorio controlará finalmente ese Estado ucraniano independiente.
Los catastróficos traspiés y la vergonzosa retirada de Rusia en la primera etapa de la guerra fogoneó el ánimo y la determinación de Ucrania. Pero la barbarie de la indiscriminada metralla rusa está haciendo imposible la supervivencia en las trincheras ucranianas. En esta guerra se han visto pocos combates de infantería o batallas de tanque a tanque. En cambio, Rusia está concentrando un enorme poder de artillería en zonas relativamente pequeñas para abrirse paso en medio de la devastación.
“Adoptaron esta técnica que viene sobre todo de la Primera Guerra Mundial y que consiste simplemente en utilizar la artillería para arrasar con todo lo que se topan, para luego avanzar sobre los escombros”, dice Frederick W. Kagan, director del Proyecto de Amenazas Críticas del Instituto Americano de la Empresa, y agrega que los soldados ucranianos están atemorizados y desgastados por la inclemente lluvia de metralla.
“La potencia de fuego, la cantidad de explosiones y la duración de los ataques, sumado al hecho de que no pueden defenderse ni derribar a los atacantes, no solo causa muchas bajas, sino que también es extremadamente desmoralizador”, dice Kagan.
“Es enloquecedor, y se ahí proviene la noción de ‘neurosis de guerra’ o ‘fatiga de combate’”.
Moscú está utilizando su artillería para destruir poblados a la distancia y así minimizar sus bajas, para reforzar la reputación militar rusa como una fuerza enfocada en la artillería. Pero Kagan dice que Moscú se apoya en esa táctica porque las fuerzas rusas quedaron muy mermadas por las bajas y el desencanto en la primera fase de la guerra, y han demostrado una enorme incapacidad para lograr resultados exitosos con alguna otra estrategia de combate. Las bajas que están padeciendo las fuerzas ucranianas son horribles, dice Kagan, pero no necesariamente forzarán a Kiev a capitular o “perder” la guerra en términos más generales.
Aunque Rusia llegue a controlar todo el Donbass –algo que sería difícil debido a las defensas de Ucrania–, a Kiev todavía le quedarían fuerzas para contraatacar y recuperar el territorio, señala Kagan. En las últimas semanas, por ejemplo, las tropas ucranianas lanzaron una contraofensiva cerca de la ciudad ocupada de Kherson.
Armas prohibidas
El jueves a la tarde, varios soldados ucranianos dijeron que las cuatro descargas de metralla que cayeron sobre su posición parecían corresponder a bombas de racimo. Existe un tratado internacional que prohíbe el uso de esas armas, debido a su capacidad de generar un daño indiscriminado en zonas pobladas o de esparcir ‘minibombas’ que a veces quedan sin explotar en áreas urbanas. Pero ni Ucrania ni Rusia son signatarios de ese tratado.
Ningún soldado ni periodista fue herido en el ataque, que parecía provenir desde Lyman, una pequeña ciudad recientemente tomada por los rusos.
Las bajas de Ucrania siguen en aumento, mientras el país espera más asistencia de Occidente. La administración de Joe Biden envió sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad, conocidos como Himars, pero los funcionarios estadounidenses dijeron que llevará tres semanas entrenar a las fuerzas ucranianas desde la llegada de los equipos. Rusia cuenta con artillería de largo alcance, lo que le permite atacar a las tropas ucranianas a la distancia. Kiev carece de ese armamento y tiene menos municiones.
En entrevistas realizadas en los últimos días con casi dos docenas de soldados, muchos se quejaron de la falta de municiones y dijeron que sin una asistencia significativa no lograrán hacer retroceder a los rusos y reconquistar el territorio ocupado. El viernes, en comunicación telefónica, varios soldados informaron que también los centros claves de Sloviansk y Bakhmut estaban sufriendo fuertes ataques de artillería.
Esquirlas letales
Para la moral de las fuerzas armadas ucranianas, la situación es muy delicada. Al explotar, los cohetes de artillería cubren un amplio radio y liberan esquirlas potencialmente mortales en todas direcciones. Rusia también utiliza sistemas TOS-1A que disparan ojivas termobáricas, también conocidas como bombas de vacío, capaces de matar a los soldados incluso dentro de sus trincheras.
Pohorilyy dice que las tropas de su batallón combatieron durante semanas para defender la ciudad de Rubizhne, a la espera de más ayuda militar de Occidente. Finalmente, los ucranianos sufrieron graves pérdidas y se vieron obligados a replegarse.
Rubizhne se encuentra al noroeste de Sievierodonetsk, donde las fuerzas rusas ya combaten con las tropas ucranianas por el control del centro de la ciudad. Si Moscú logra tomar Sievierodonetsk, el Kremlin podrá jactarse de que tener bajo su control casi toda la región de Lugansk.
“Necesitamos ayuda”, dice Pohorilyy. “Si fueran soldados de infantería contra soldados de infantería, podríamos hacer algo. Pero nos tiran bombas desde 10 kilómetros de distancia”.
Los comandantes dicen que en su avance las fuerzas rusas también arrasan calles y edificios, así que las tropas –o los civiles– ucranianos se quedan sin lugares donde refugiarse.
“Hasta que no destruyen la ciudad, no la toman”, dice Pohorilyy.
Según varios comandantes ucranianos, que los soldados sean testigos de la gravedad de las heridas que sufren sus compañeros es aún más peligroso para la moral de las tropas que las muertes en el campo de batalla.
“El número y la gravedad de los heridos también daña la salud mental de la unidad”, dice Yura Bereza, de 52 años, comandante principal del batallón Dnipro-1.
“Se escuchan alaridos, son dolores terribles. Y sus compañeros de armas, que deberían estar combatiendo, tienen que detenerse a socorrerlos”.
“Están en el infierno”, se lamenta Bereza.
Por Siobhan O’Grady, Anastacia Galouchka y Paul Sonne
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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