La larga saga de WikiLeaks y Julian Assange parece haber llegado a su fin a un alto costo
Un extenso drama donde hubo de todo: hackeos y filtraciones, huidas y encarcelamientos, y varios gobiernos involucrados, desde Estados Unidos y Gran Bretaña hasta Suecia, Australia y Ecuador
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LONDRES.- La larga batalla legal por Julian Assange finalmente parece estar llegando a su fin. Ha sido un drama casi surrealista que se extendió como una mancha de aceite -involucró a los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia, Ecuador y Australia-, durante el cual el fundador de WikiLeaks, de 52 años, estuvo escondido en diminutas habitaciones y recluido en celdas de prisión una cuarta parte de su vida.
Su historia de hackeo y filtraciones, huida y encarcelamiento, drama tribunalicio y ahora su liberación es inspiradora, escalofriante y deprimente, dependiendo de la opinión que uno tenga de Assange.
El caso dejó planteadas preguntas vitales, que nunca respondió definitivamente, sobre lo que significa ser periodista, editor y denunciante.
¿Era un agente no estatal que representaba una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, como alguna vez alegó ante la Justicia el director de la CIA, Mike Pompeo?
¿O un héroe, como sostenían sus numerosos seguidores, que se reunían una y otra vez frente a los tribunales británicos cuando los abogados de Assange luchaban para evitar su extradición a Estados Unidos?
Los defensores de Assange argumentan desde hace años que estaba siendo vulnerado el derecho de Assange a publicar información filtrada, vergonzosa y de interés periodístico sobre la conducta de Estados Unidos en guerras en el extranjero, consagrados en la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana.
Los fiscales federales lo vieron de manera muy diferente: lo acusaron de 18 cargos por contribuir al hackeo de sistemas clasificados en complicidad con el exanalista de inteligencia del ejército Chelsea Manning, y de violar la Ley de Espionaje al publicar miles de páginas de cables militares y diplomáticos sobre el guerras en Afganistán e Irak.
Los abogados de Assange dicen que un veredicto de culpabilidad por esos cargos podría haberlo llevado a la cárcel por 175 años. Los fiscales que representan al gobierno norteamericano dijeron ante los tribunales británicos que estaban considerando su extradición, y que de ser declarado culpable podría haber cumplido entre 48 y 63 meses de cárcel.
Ahora, Assange parece a punto de ganar, aunque también haya perdido.
Su nueva presentación judicial muestra que Assange se está preparando para declararse culpable de un solo delito grave: violar la Ley de Espionaje por su rol en la obtención y difusión de documentos militares y diplomáticos clasificados entre 2009 y 2011.
Con una audiencia judicial programada para este miércoles a la mañana en las Islas Marianas del Norte, territorio de Estados Unidos, Assange finalmente abandonó Gran Bretaña, donde se encontraba desde 2010. La cuenta de WikiLeaks en la red social X publicó que tras pasar 1901 días en prisión, Assange salió de la cárcel de Belmarsh el lunes por la mañana y esa misma tarde partió en avión desde el aeropuerto de Stansted.
Si su acuerdo de admisión de culpa avanza, podría regresar libre a su casa en Australia con su condena ya cumplida.
Pero el precio que tuvo que pagar fue alto.
Pionero rebelde
Las fotos de archivo de los días en que estaba en la cima, como fundador pionero del rebelde WikiLeaks, muestran a un periodista-activista-hacker de cabello plateado, campera de cuero y puño cerrado: un hombre listo para cambiar el mundo.
En las últimas comparecencias a las que asistió en los tribunales de Londres, tras la mampara de vidrio se vio a un hombre físicamente disminuido, que parecía enfermo y apenas hablaba.
Según su equipo, para las audiencias posteriores Assange estaba demasiado enfermo y demasiado frágil como para asistir.
De sus problemas de salud poco se sabe. Sus abogados dicen que está luchando contra la depresión, que en su celda una vez encontraron un faca, y que si lo encarcelan en Estados Unidos podría intentar suicidarse.
Sus partidarios argumentan que fue perseguido durante años por el establishment de seguridad e inteligencia de Estados Unidos.
La administración Obama finalmente no quiso presentar cargos contra Assange y conmutó la sentencia de Manning, pero cuando Donald Trump llegó a la presidencia, el procurador general Jeff Sessions les pidió a los fiscales de Virginia que reabrieran la investigación.
Uno de los archivos publicados por Assange y WikiLeaks en 2010 era un “video de mira telescópica” clasificado del ejército norteamericano que mostraba el ataque de 2007 de un helicóptero Apache en Bagdad, donde murieron 11 personas, incluidos dos periodistas de la agencia Reuters.
Los medios de comunicación de todo el mundo, incluido The Washington Post, utilizaron las imágenes filtradas y otros documentos de WikiLeaks para sus propias publicaciones y artículos periodísticos
Los fiscales dijeron que las revelaciones de WikiLeaks pusieron en riesgo la vida de personas al incluir nombres de las fuentes.
La acusación no abordó la posterior divulgación de los correos electrónicos de los demócratas por parte de WikiLeaks, que según las autoridades fueron robados por Rusia para interferir las elecciones presidenciales de 2016. Rusia negó la acusación, y en un acto de campaña, el entonces candidato presidencial Donald Trump declaró: “Amo WikiLeaks.”
En 2010, la policía sueca solicitó una orden de arresto para Assange en toda Europa, no por su actividad periodística o su denuncia de irregularidades, sino para interrogarlo sobre una acusación de agresión sexual en ese país nórdico, una investigación que fue desechada en 2009.
Después de pagar la fianza y perder su apelación contra la orden de arresto, en 2012 Assange buscó refugio en la embajada de Ecuador en Londres. El gobierno de izquierda de Ecuador le concedió asilo político, y dijo que compartía sus temores de persecución política y eventual extradición a los Estados Unidos.
Assange permaneció en la delegación ecuatoriana durante casi siete años, viviendo en habitaciones diminutas, sin aventurarse nunca a salir, salvo en sus breves apariciones en el balcón de la embajada para hablarle a sus seguidores o a la prensa.
Fue allí donde se enamoró de una de sus abogadas, Stella Moris, quien se convertiría en su socia y luego en su esposa. La pareja concibió a sus dos hijos mientras Assange residía en la embajada.
Pero Ecuador dijo que no se comportó como un buen invitado, que abusó del personal y enchastró las paredes con excremento. Es posible que Assange también haya desempeñado un rol en la publicación de documentos que demostraban que el presidente de Ecuador tenía cuentas offshore.
En 2019, sus anfitriones lo expulsaron y la Policía Metropolitana de Londres lo arrestó por los cargos que pesaban sobre él en Estados Unidos.
En el video del arresto se lo vio de barba gris, mientras era arrastrado escaleras abajo de la embajada y metido a empujones en un móvil policial. Parecía resistirse. Tenía las manos esposadas adelante, y con las manos sostenía una copia de la “Historia del Estado de Seguridad Nacional” de Gore Vidal.
Assange fue llevado a la prisión de Belmarsh una instalación de alta seguridad llena de criminales peligrosos en las afueras de Londres. Allí pasaría cinco años, mientras los tribunales británicos celebraban interminables audiencias sobre si conceder o no el pedido de extradición norteamericano.
Durante todos estos años, los cargos contra Assange desataron un constante aluvión de críticas por parte de organismos defensores de los derechos humanos y de la libertad de prensa.
Hoy esa larga saga parece a punto de llegar a su fin.
Por William Booth
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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