La jugada diplomática de Trump y Kim abre paso al escepticismo
Bienvenida por líderes mundiales, la eventual cumbre fue recibida con extrema cautela y dudas por legisladores, exfuncionarios y expertos; el establishment mantiene inalterables las dudas sobre Kim
WASHINGTON.- La Casa Blanca reforzó su línea dura hacia Pyongyang tras aceptar la invitación a un histórico encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder del régimen norcoreano, Kim Jong-un, una cumbre que fue bienvenida por líderes globales, aunque también despertó un profundo escepticismo.
Ayer, un día después del impactante anuncio de la reunión -cuyo lugar aún no ha sido determinado-, Washington se preocupó por marcar su línea al reiterar un mismo mensaje por varios canales: la presión sobre Pyongyang continuará, y no habrá una sola concesión al régimen de Kim hasta tanto no haya "pasos tangibles" hacia una "completa, verificable e irreversible" desnuclearización de Corea del Norte, el objetivo final y primordial.
Trump reiteró ese compromiso -y esa misma trifecta semántica- en dos llamadas telefónicas, primero con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y luego con el presidente chino, Xi Jinping, un jugador clave en el éxito de las sanciones internacionales que doblegaron al régimen de Kim, una política elogiada por críticos y partidarios del gobierno de Trump.
"Nuestra determinación es inmutable y nuestra política sigue siendo la misma: todas las sanciones se mantienen y la campaña de máxima presión continuará hasta que Corea del Norte tome medidas concretas, permanentes y verificables para poner fin a su programa nuclear", afirmó el vicepresidente, Mike Pence.
La vocera presidencial, Sarah Sanders, reforzó luego la ofensiva retórica al señalar que Pyongyang "hizo promesas" y Washington hizo "cero concesiones", y sugerir, de hecho, que la reunión podría cancelarse si no hay, primero, avances concretos.
"Estados Unidos ha hecho cero concesiones. Pero Corea del Norte ha hecho algunas promesas. Y, una vez más, esta reunión no tendrá lugar sin acciones concretas que coincidan con las promesas hechas por Corea del Norte", dijo Sanders.
Al compromiso con la línea dura a Pyongyang ante el salto diplomático -nunca antes un presidente norteamericano se reunió con un líder norcoreano-, el gobierno de Trump le sumó un intento por moderar las expectativas sobre la cumbre, al sugerir que será solo un primer paso. De gira por África, el secretario de Estado, Rex Tillerson, bajó el tono del encuentro al remarcar la diferencia entre "conversaciones" y "negociaciones", un matiz que no es menor: una negociación, por definición, deja un resultado, y ganadores y perdedores.
"Las condiciones no son las adecuadas para negociaciones, pero llevamos un tiempo diciendo que estamos abiertos a las conversaciones", dijo Tillerson.
"El presidente Trump ha dicho durante algún tiempo que estaba abierto a las conversaciones y que se reuniría voluntariamente con Kim Jong-un cuando las condiciones fueran las adecuadas y el momento adecuado. Y creo que, a juicio del presidente, ese momento ahora ha llegado", puntualizó.
Aunque la cumbre fue bienvenida por líderes mundiales, el anuncio fue recibido, también, con una buena dosis de escepticismo en Estados Unidos. Legisladores, exfuncionarios y expertos pusieron en duda la buena fe de Kim -hubo quienes sugirieron que solo busca legitimidad, y que nunca entregará sus armas-, y advirtieron sobre el riesgo de un fiasco diplomático.
Lindsey Graham, un influyente senador republicano de larga trayectoria en el Capitolio, dijo que el encuentro brinda "las mejores esperanzas en décadas" para resolver pacíficamente la amenaza norcoreana.
"No soy ingenuo", matizó Graham. "Entiendo que si el pasado es un indicativo del futuro, Corea del Norte será pura charla y nada de acción", apuntó.
William Perry, exsecretario de Defensa de Bill Clinton, que lidió con la misma amenaza en el pasado, consideró "alentador" que Trump haya decidido tener una conversación cara a cara con Kim, una "gran mejora" respecto de los insultos -"pequeño hombre cohete", de Trump a Kim; "viejo gagá", de Kim a Trump- que definieron el vínculo entre dos líderes que llevaron al mundo al borde una guerra nuclear.
"Hay buenas razones para hablar con Corea del Norte, pero solo si estamos hablando de algo que vale la pena hacer y que podría verificarse razonablemente; de lo contrario, nos preparamos para un gran fracaso diplomático", advirtió Perry.
Otros advirtieron que Kim jamás aceptará dar de baja su programa nuclear, y que, con su ramo de olivo, solo busca validación internacional con el fin de socavar las sanciones internacionales impuestas por Washington y Naciones Unidas.
"Kim no está invitando a Trump para entregar las armas de Corea del Norte", advirtió Jeffrey Lewis, del Instituto Internacional Middlebury. "Kim está invitando a Trump para demostrar que su inversión en capacidades nucleares y de misiles ha obligado a los Estados Unidos a tratarlo como a un igual", completó.