La internación de Francisco: el esfuerzo del Papa para apurar su vuelta y acallar rumores y conspiraciones
Tras su internación, Francisco quiso evitar ese escenario tan temido de un peligroso vacío de poder, como el de la última Semana Santa de Juan Pablo II, en 2005
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ROMA.- ¿Cuál fue el problema de salud? “Pregunténle a los médicos, yo no entiendo...”. Con esas palabras, levantando las espaldas y gesticulando, risueño, Francisco descolocó este sábado a los periodistas que lo esperaban en la Puerta del Perugino del Vaticano, donde regresó después de tres días de internación en el hospital Gemelli que alarmaron al mundo. Tres días llenos de incertidumbre y tensión en los “sacri palazzi”, que volvieron a agitar a los “buitres” o “cuervos” que lo único que esperan es un cónclave para elegir al sucesor del Pontífice.
Es normal que la hospitalización haya vuelto a remover las aguas, en el Vaticano y fuera. El Papa, de 86 años, se mueve en silla de ruedas desde mayo del año pasado, estuvo internado diez días en julio de 2021 por una operación programada de colon y desde que fue electo dijo una y otra vez que no tendría problemas en renunciar llegado el caso, como su predecesor, Benedicto XVI.
Justamente porque el Papa es consciente de esto, se descuenta que hizo todo lo posible para recuperarse y salir del hospital lo más pronto posible. Así, frenó de golpe esas conspiraciones y presiones para una dimisión, que seguramente se habrían vuelto mucho más fuertes e insistentes de haber dejado que se diera ese escenario tan temido que muchos avizoraron de un peligroso vacío de poder. Es decir, el escenario de una Semana Santa como la última de Juan Pablo II, en 2005, sin el sucesor de Pedro en el triduo pascual, como se temió el miércoles, cuando las versiones de un malestar cardíaco, de un infarto, comenzaron a correr como reguero de pólvora.
Tras salir en ambulancia de la residencia Santa Marte, Jorge Bergoglio quedó internado en el Gemelli, donde iba a quedarse “algunos días” luego de haberse descompuesto, había informado el Vaticano. Una urgencia totalmente imprevista que probablemente resultó alentadora para esa ala conservadora –minoritaria, pero ruidosa- que desde el principio de su pontificado no digirió su estilo y visión de Iglesia más abierta e inclusiva, que ahora se prepara para un cambio de guardia. La internación, que expuso la fragilidad del Pontífice, al mismo tiempo generó una ola de apoyo, parecida a la que tuvo en su momento Juan Pablo II, notaron analistas.
Lo cierto es que, una vez más, Francisco descolocó a todos porque, finalmente, más allá de los rumores y temores, la hospitalización se debió más a un susto que a algo grave, según la información oficial difundida por el Vaticano. No sólo fue relámpago -tres días, en los cuales cenó pizza y se hizo ver en muy buena forma al bautizar a un bebé del sector oncológico infantil- sino que demostró que está firme en el timón de la barca, que no tiene intención de soltar, por el momento.
El hecho de que, al salir del hospital, se detuviera a bromear con los periodistas y confirmara incluso su viaje a Hungría de fin de mes, hablan de un pontífice lúcido, que volvió a dejar en claro que “se gobierna con la cabeza, no con las piernas”. Francisco, que ni bien regresó a Santa Marta se puso a trabajar, envió así un mensaje muy claro a esos “cuervos” –como los llaman algunos vaticanistas italianos– que, él lo sabe, preparan un cónclave desde hace rato.
“Algunos me querrían muerto”
Después de su intervención de colon de julio de 2021, el propio Francisco contó, en diálogo con jesuitas eslovacos, que se había enterado en ese momento de la existencia de maniobras en vista de su sucesión. “Algunos me querrían muerto. Sé que hubo incluso reuniones entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se decía. Preparaban el cónclave”, reveló entonces.
La muerte de Benedicto XVI –el 31 de diciembre pasado– en su momento movilizó a los sectores que se ilusionaron con que, al no tener más el escenario de dos papas jubilados, el exarzobispo de Buenos Aires iba a poder tirar la toalla. El clima sigue siendo el mismo.
Aunque, en otro diálogo con jesuitas, en la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, donde viajó a fin de enero, el Papa dejó muy claro que la posibilidad de la renuncia, más allá de la silla de ruedas y demás achaques, por el momento no está en el horizonte.
“Es verdad que escribí mi dimisión dos meses después de las elecciones y entregué esta carta al cardenal [Tarcisio] Bertone. No sé dónde está la carta. Lo hice por si tengo algún problema de salud que me impida ejercer mi ministerio y no soy plenamente consciente para dimitir. Sin embargo, esto no significa para nada que la renuncia de los papas deba convertirse en algo así como una «moda», algo normal”, dijo Francisco ante una pegunta que le hizo un jesuita, tal como salió publicado en La Civiltá Cattolica.
“Benedicto tuvo el valor de hacerlo porque no quería seguir adelante a causa de su salud. Esto no está en mi agenda por el momento. Creo que el ministerio del Papa es ad vitam. No veo ninguna razón para que no sea así. Piensen que el ministerio de los grandes patriarcas es siempre vitalicio. Y la tradición histórica es importante. Si, por el contrario, le hiciéramos caso a los «chismes», ¡entonces deberíamos cambiar de papa cada seis meses!”, agregó. Le puso un freno, así, a los que lo presionan para dar un paso al costado.
Seguramente la internación fue inesperada y un mensaje también para el proprio Francisco, que, es sabido, no es un paciente fácil, dócil, sino más bien testarudo y que nunca quiere dramatizar sus problemas de salud.
“Bergoglio es el único médico de Bergoglio”, suelen comentar muchos, que ya se resignaron a la idea de un Pontífice de 86 años que no se cuida, que no delega y que maneja una agenda en la que el descanso, el reposo o las vacaciones no tienen lugar.
Sólo así se explica que, al día siguiente de ser dado de alta del hospital por lo que resultó ser una “bronquitis infecciosa”, como si nada hubiera pasado, este domingo presida la misa de Domingo de Ramos y, sucesivamente, las demás celebraciones de la Semana Santa. La misa de Ramos tendrá lugar, como siempre al aire libre, en la Plaza San Pedro, en momentos en los que, aunque ya es primavera, las temperaturas siguen siendo bajas, invernales.
“¿No es absurdo que una persona anciana que supuestamente ha tenido bronquitis, débil por los antibióticos, hospitalizado durante casi cuatro días, al día siguiente salga con este viento a la celebración del domingo de Ramos? ¿O todo es mentira y no era bronquitis o lo quieren matar?”, comentó a LA NACION un monseñor que pidió el anonimato, que reflejó un clima de desconcierto generalizado en el Vaticano. “Lo último que queremos es una recaída”, le hizo eco un arzobispo.
Pero el Papa, evidentemente, quiere estar. No quiere ningún vacío de poder, sobre todo en la semana más importante del año, que recuerda la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
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