La inquietante desaparición de Ana María Knezevich en Madrid durante un tormentoso y millonario divorcio
El rastro de una mujer estadounidense se pierde en la capital española después de dos extraños mensajes y tras una separación complicada de su marido
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MADRID.- Son las ocho y media de la tarde del 2 de febrero y una mujer habla despreocupadamente con su amiga, tumbada sobre la cama de su vivienda en el distrito de Salamanca de Madrid. Le cuenta que se va a acostar temprano, que está cansada y no le comenta ningún plan en su agenda para el fin de semana. La conversación se prolonga alrededor de una hora, son dos amigas íntimas hablando de sus cosas un viernes por la noche. Esa mujer recostada es Ana María Knezevich Henao, de 40 años, y esa es la última vez que alguien escucha su voz. Desde entonces, su rastro se ha desvanecido. Un día después, dos de sus allegadas recibirán un mensaje desde su móvil. Pero nadie cree que los tecleara la propia Ana María.
La protagonista de esta desaparición es una mujer de origen colombiano, pero con nacionalidad estadounidense, que estaba en medio de un tumultuoso divorcio. Era complicado por la falta de acuerdo con su expareja y también por la cantidad de millones de dólares involucrados en la separación. Ana María se mudó de Colombia a Miami hace 18 años. Hace 13, se casó con David Knezevich, de origen serbio. Juntos fundaron tres firmas muy exitosas de venta de material tecnológico, EOX Technology Solutions, Registered Corporate Agents LLC y EOX Capital LLC. Como se puede ver en sus publicaciones en redes, la pareja llevaba una vida muy acomodada.
Sin embargo, el verano pasado el amor se acabó y el matrimonio se separó. Lo que al principio la mujer pensaba que sería un divorcio sin fricciones y de mutuo acuerdo, se enrareció por las negociaciones en el reparto de los bienes. Según fuentes cercanas a la familia, ella quería una división del 50% para cada uno, mientras que su marido quería que ella se quedara solo con el 25% del patrimonio. Según estas mismas fuentes, esta situación fue mermando cada vez más su salud. Le recetaron antidepresivos y vivía con una angustia constante. El contexto la hizo dar un salto, cruzar el océano e instalarse en Madrid, donde ya había viajado para hacer turismo y conocía a algunas amigas.
A finales de noviembre, se mudó a una vivienda en la calle de Francisco Silvela y, según su familia, su ánimo y su estado mejoraron notablemente, lejos ya de la presión del divorcio. Vivía una situación económica desahogada, una de las frases que había mencionado a sus allegados en alguna ocasión, ya que, con lo que había ganado, podía vivir el resto de su existencia sin trabajar.
El día que desapareció, había ido a ver una casa para instalarse definitivamente en Madrid. El alquiler de la vivienda en la que se había alojado en un primer momento se acababa en marzo y necesitaba un lugar en el que quedarse a largo plazo. Por la noche, desde la cama, llamó a su amiga, le comentó que esa propiedad que visitó no la había convencido y que iba a seguir buscando. También hablaron de los planes que tenían para un viaje que harían a Barcelona la semana siguiente. Se iban a la capital catalana el lunes 5 de febrero, allí asistirían a la charla de un psiquiatra del que ella era seguidora y aprovecharían para pasar unos días de ocio. Sobre las nueve y media, cuelgan. A las once y media, otra amiga le envía un mensaje. Aparece como leído, pero nunca lo contesta.
Esa noche, Ana María no bajó la persiana de su dormitorio para que no entrara el sol por la mañana, como solía hacer habitualmente. Cuando la policía interrogó a una de sus vecinas, recordaba nítidamente que ella había permanecido levantada hasta la una y media de la madrugada y que se veía luz en la casa de al lado. Al día siguiente, temprano, la persiana seguía igual. Los vecinos también aseguran que el mismo día de la desaparición de la mujer, un hombre con casco de moto inhabilitó las cámaras de seguridad del edificio al rociarlas con espray. Sin embargo, fuentes cercanas al caso no relacionan necesariamente este hecho con el asunto de Ana María, pues esto ha sucedido varias veces en una zona objetivo habitual de los ladrones.
Esa mañana, la mujer envió dos mensajes. Uno, sobre las dos de la tarde, a Sanna, una amiga de Suecia. En él, le escribe en inglés que ha conocido a un chico alucinante, que tiene una casa de verano a dos horas de Madrid y que se iba con él a pasar el fin de semana. También la alertaba de que había poca cobertura y de que la avisaría cuando regresara a Madrid. “Ayer, cuando salí de terapia, necesitaba dar un paseo. Él se acercó a mí. Increíble conexión, como no la había tenido nunca”, leyó Sanna.
A ella le extrañó tremendamente esa historia. “Tenía ganas de estar con su gente, con sus amigas, y de estar tranquila, no estaba buscando una relación”, apuntan fuentes familiares. Dos horas después, su amiga íntima de Madrid, que lleva toda la mañana llamándola, recibe el mismo mensaje pero en español. Desde el primer momento, le pareció que estaba traducido del inglés con un servicio automático. Otra de las cosas que le llamó la atención es que había puntos y comas, cuando Ana María nunca los ponía.
Entrada en la casa
El domingo 4, el teléfono ya no daba señal y entonces su amiga de Madrid avisó a la policía, que consiguió una orden para acceder a la vivienda. Los bomberos entraron por la ventana y encontraron la casa vacía y sin un desorden llamativo. Eso sí, faltaban algunos objetos personales. Ante la evidencia de que no había rastro de ella, su amiga presentó una denuncia en la policía. Durante todo el fin de semana, esta mujer estuvo en contacto con la familia de Ana María, que también reside en Miami.
El hermano, Juan, contactó dos veces con el todavía marido, David. Al principio, él no respondía. Cuando por fin consiguieron hablar, David le aseguró que no tenía ni idea de qué pudo sucederle a su esposa. La segunda vez, cuando la familia le pidió apoyo económico para desplazarse a España o para conseguir asesoría legal, él les contestó que eso es algo que a él no le incumbía, afirman fuentes cercanas a la familia. En este tiempo, David ha contratado los servicios de un abogado penalista de Miami, Ken Padowitz, quien asegura a la agencia AP que su cliente no tiene nada que ver con la desaparición de su esposa, que él está en Serbia desde antes de que se perdiera su rastro y que colaborará en todo lo necesario. También sostiene que, si no ha venido todavía a España ni ha participado de modo alguno en su búsqueda, es porque no habla español y no sería de utilidad aquí.
La familia ha presentado otra denuncia por la desaparición de Ana María en Estados Unidos. Todos están siendo asesorados legalmente por SOS Desaparecidos, que les ha prestado apoyo psicológico y asesoramiento legal en manos del abogado Juan Manuel Medina. Su presidente, Joaquín Amills, sostiene que la policía está trabajando codo con codo con el FBI de forma muy intensa para obtener respuestas lo antes posible. Sus dos hermanos y su madre, así como sus íntimas amigas, mantienen la esperanza de encontrar a Ana María y volver a bailar con ella la cumbia que tanto le gustaba.
Por Patricia Peiró
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