“Después de unos 1000 años queda alrededor del 10% de la radiactividad original y eso se descompondrá lentamente durante unos 100.000 años más o menos”, cuentan los especialistas
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Décadas de desechos nucleares de alto nivel se encuentran en estanques asombrosamente claros e iluminados con luz azul, a unos 40 metros de profundidad bajo la superficie terrestre. Es una vista extrañamente hermosa e inquietante. Largas filas de contenedores de metal, llenos de combustible nuclear usado en los reactores del país, yacen debajo de la superficie cerca de Oskarshamn, en la costa báltica de Suecia.
Es letal y completamente seguro. Letal porque este material es intensamente radiactivo. Seguro porque se asienta 8 metros por debajo del agua, una barrera muy eficaz contra la radiación.
Los residuos se pueden conservar así durante décadas. De hecho, así tiene que ser. La radiactividad intensa genera una gran cantidad de calor, y este tipo de material debe enfriarse durante largos períodos antes de ser retirado para su almacenamiento.
Los residuos
La cuestión de qué hacer con esos residuos es algo con lo que muchos gobiernos, como el de Reino Unido, estuvieron lidiando durante años. El problema no es la cantidad.
Incluso después de unos 60 años de programas comerciales y militares, las reservas de Reino Unido de desechos altamente peligrosos ascienden a unos pocos miles de toneladas, aunque también hay varios cientos de miles de toneladas de desechos de actividad intermedia que deben ser tratados.
El verdadero problema es el tiempo. “Los combustibles usados son intensamente radiactivos, y esa radiactividad tarda mucho tiempo en desintegrarse”, explica el profesor Neil Hyatt, principal asesor científico de los Servicios de Residuos Nucleares de Reino Unido.
“Después de unos 1000 años queda alrededor del 10% de la radiactividad original, y eso se descompondrá lentamente durante unos 100.000 años más o menos”, explica el especialista. Esto crea dificultades únicas.
“No podemos confiar en el control institucional para escalas de tiempo mucho más largas que unos pocos siglos”, dice el profesor Hyatt. Y agrega: “El Imperio Romano duró unos 500 años. La última edad de hielo terminó hace unos 10.000 años. Entonces, la superficie de la Tierra y las civilizaciones humanas cambian mucho más rápido que la velocidad a la que puede decaer la radiactividad en este combustible nuclear gastado”.
Suecia ya llegó a sus propias conclusiones. Planea enterrar sus desechos en rocas a gran profundidad bajo tierra y dejarlos allí para siempre. Este es un proceso conocido como disposición geológica, y los científicos del país llevan décadas estudiando diferentes formas en que podría llevarse a cabo.
La clave está en las cavernas
Gran parte de la investigación se llevó a cabo en el Laboratorio de Roca Dura de Aspo, una instalación construida cerca de Oskarshamn, en el sur del país. Cientos de metros debajo de la superficie, una red de enormes cavernas hechas por el hombre fue perforada en la roca.
Se está utilizando para experimentos, analizando cómo se podrían empaquetar y sepultar los desechos, y cómo los materiales que se utilizan podrían degradarse con el tiempo. El lecho de roca está agrietado debido al agua salada, una especie de salmuera antigua que fluyó desde el mar Báltico durante miles de años.
Un entorno tan húmedo no sería adecuado para una instalación de eliminación real. Pero según Ylva Stenqvist, directora de proyectos del operador nuclear del país SKB, es perfecto para las pruebas. “Este sitio fue elegido porque es bastante húmedo”, explica.
“Si probamos nuestros experimentos en un área que es realmente seca, tenemos que esperar años para obtener algún tipo de resultado. Elegimos conscientemente este lugar para acelerar algunos de los experimentos, para enfatizar realmente nuestros materiales y nuestros métodos y ver cómo resisten este entorno bastante agresivo”, agrega.
La disposición final
A principios de este año, el gobierno sueco aprobó los planes para construir una instalación de disposición final geológica real (GDF, por sus siglas en inglés), que se construirá en Forsmark, unos 150 kilómetros al norte de Estocolmo.
Se espera que el proyecto cueste alrededor de US$1800 millones y genere 1500 puestos de trabajo, aunque la construcción tomará décadas. El trabajo en un esquema similar, a través del mar Báltico en Finlandia, comenzó en 2015.
Estos desarrollos son monitoreados atentamente por otros países como Reino Unido que también tiene la intención de construir un GDF, aunque los repetidos intentos de encontrar una ubicación adecuada se vieron obstaculizados por la intransigencia política, así como la intensa oposición de los manifestantes y ambientalistas locales.
Los esfuerzos actuales para encontrar un sitio y una población dispuesta a alojarlo siguen un enfoque “basado en el consentimiento”, según el cual el organismo gubernamental Servicios de Residuos Nucleares establece asociaciones con las comunidades locales para involucrarlas en el proceso.
Como incentivo, se ofrecen US$1,17 millones a esas comunidades en inversión para iniciativas locales cuando se registran, y esa cifra aumenta a casi US$3 millones si se realizan operaciones de perforación profunda.
Desde que comenzó este proceso en 2018 se crearon cuatro alianzas de este tipo. Sin embargo, en las áreas donde se establecieron asociaciones sigue existiendo una fuerte oposición. “Nos oponemos con vehemencia a la eliminación geológica de desechos nucleares que generan calor”, dice Marianne Birkby, del grupo de protesta de Cumbria Radiation Free Lakeland.
“Los desechos deben permanecer donde puedan ser monitoreados, donde puedan ser reempacados y donde puedan ser recuperados si algo sale terriblemente mal”, insiste. “Debajo del suelo no habría absolutamente ninguna posibilidad de contención si ocurriera una fuga”, alarma.
Incertidumbre científica
Es poco probable que se establezca un sitio para un GDF en Reino Unido durante al menos otros 15 años. Pero algunos expertos cuestionan si alguna vez debería construirse. Entre ellos se encuentra el doctor Paul Dorfman, miembro asociado de la unidad de investigación de políticas científicas de la Universidad de Sussex y presidente del Grupo de Consultoría Nuclear.
”La disposición geológica es un concepto, no una realidad”, explica. “Existe una incertidumbre científica significativa sobre si los materiales que se utilizarán pueden sobrevivir a las depredaciones del tiempo”, indica.
Cree que el entusiasmo del gobierno por las nuevas centrales nucleares es la razón por la que está presionando para construir un GDF.”Si no podés deshacerte de los desechos, no podés producir más, lo que significa que la energía nuclear, que es respetuosa con el medio ambiente, depende completamente de la idea de que podés deshacerte de estos desechos”, dice.
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