La indignación de Dilma, un show que esconde aliados incómodos
Washington.-Los líderes europeos pusieron el grito en el cielo cuando trascendió que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos había estado espiando en su continente. Dijeron estar conmocionados, aunque desde entonces quedó claro que, en su mayor parte, la reacción era puro teatro.
Sin embargo, en ninguna parte esta indignación fingida contra la NSA ha sido más falsa que en el caso de Brasil, que también fue blanco del espionaje norteamericano. La presidenta Dilma Rousseff señaló que se trata de una violación de los derechos humanos y propone que la ONU asuma "un rol de liderazgo" en la regulación de Internet. No se ría.
Los países europeos pueden, por lo menos, sostener que son aliados de Estados Unidos. Sin embargo, los mejores amigos de Brasil durante la gestión del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff y su antecesor en el cargo Lula da Silva son Cuba, Irán y Venezuela. Si los espías norteamericanos no están prestando atención a Brasil, entonces no están prestando atención a nada.
La retórica que emana de Europa bajó de tono la semana pasada. Los líderes del Viejo Continente empezaron a solicitar la colaboración de Estados Unidos para hallar una forma de restaurar la "confianza" entre los aliados. ¿Se debió eso a la revelación de que otros países que son parte de la OTAN habían reunido parte de la información en poder de la NSA? ¿O fue tal vez porque, como indicó el ex director de los servicios de inteligencia franceses Bernard Squarcini, "todos los países, sean o no aliados en la lucha contra el terrorismo, se espían entre ellos todo el tiempo"?
La canciller alemana, Angela Merkel, necesita cubrirse las espaldas en su país, y Estados Unidos debe hacer todo lo que esté a su alcance para ayudarla. Pero no hay nadie que crea que si Estados Unidos disminuyera sus operaciones de espionaje ni Merkel ni cualquier otro jefe de Estado o de gobierno podría sentirse seguro acerca de la privacidad de sus comunicaciones. Todos los países europeos probablemente seguirían espiando tal como lo han hecho desde que se tiene memoria. Además, el espionaje cubano, ruso, chino, venezolano e iraní seguiría rampante, dándoles a sus gobiernos la posibilidad de sacar ventaja de esta información.
Lo que nos lleva de nuevo a Brasil. No es ninguna coincidencia que algunos de los países menos libres del mundo figuren entre los principales socios en política exterior de Dilma Rousseff. En una columna publicada en septiembre en el Miami Herald titulada "Por qué Estados Unidos espía a Brasil", el escritor oriundo de Cuba Carlos Alberto Montaner transcribió una conversación con un embajador norteamericano cuyo nombre no fue revelado. "Los amigos de Luiz Inacio Lula da Silva, de Dilma Rousseff y del PT son los enemigos de Estados Unidos: la Venezuela chavista, primero con Chávez y ahora con Maduro; la Cuba de Raúl Castro; Irán; la Bolivia de Evo Morales. Libia en época de Khadafy, la Siria de Bashar al-Assad." El diplomático resaltó que "en casi todos los conflictos el gobierno de Brasil coincide con la línea política de Rusia y China frente a la perspectiva del Departamento de Estado y la Casa Blanca".
La relación de Brasil con Cuba causa particular preocupación. En lugar de mostrar solidaridad con la víctimas de la opresión en Cuba, manifestó el embajador, "el ex presidente Lula da Silva suele llevar inversores a la isla para fortalecer la dictadura de los Castro. Se calcula en 1000 millones de dólares la cifra destinada por brasileños en el desarrollo del superpuerto de Mariel, cerca de La Habana".
El apoyo a Cuba, cuya adoración del totalitarismo donde sea que se encuentre en el mundo sigue siendo inclaudicable, deja a Brasil en el lado equivocado de la geopolítica. Panamá interceptó en julio un buque de Corea del Norte que había salido de Cuba en dirección a Asia. La embarcación transportaba armas que no habían sido declaradas, combustible y dos aviones caza MIG-21. Cuba se defendió al decir que se trataba de equipo militar viejo que necesitaba reparaciones. El 10 de octubre, sin embargo, la empresa de diarios McClatchy informó que funcionarios panameños dijeron que los aviones estaban en buenas condiciones y que "habían volado hace poco y estaban acompañados de dos motores de avión completamente nuevos".
El espionaje de Estados Unidos es, por lo tanto, lógico, aunque no es difícil ver las razones por las que Rousseff quiere aumentar el cociente de indignación. Bajo la tutela de su partido, que gobierna desde 2002, el país pasó de ser una estrella en ascenso a una economía cuyo mejor momento ya quedó atrás. Brasil está creciendo a una tasa anémica para un país en desarrollo que necesita sacar a su población de la pobreza.
John Welch, analista de CIBC Macro Strategy, subrayó la semana pasada que las advertencias de las calificadoras de crédito sobre rebajas inminentes a la clasificación de la deuda de Brasil se basan en el deterioro de las cuentas fiscales y un aumento de la deuda y la inflación. Los brasileños están disconformes, pero el equipo económico de Rousseff parece estar mal equipado para mejorar la política económica.
La filtración de la NSA es, por ende, útil. Luego de haber desperdiciado la oportunidad de transformarse en un importante actor económico en los mercados internacionales en un futuro cercano, el gobierno brasileño se comporta como si su relevancia global dependiera de elevar la reputación del país como uno de los chicos malos de América del Sur. Suena como un plan del PT y un buen motivo para que la NSA siga en alerta.
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