La increíble historia del periodista que compró a una niña para cambiar una ley y murió en el Titanic
W.T. Stead cruzó todos los límites, revolucionó su profesión y hoy, en la Biblioteca Británica, su trabajo y vuelve a cobrar vida
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En el medio de una exhibición que explora 500 años de periodismo en Reino Unido se destaca, entre antiguos diarios y modernos monitores, el uniforme de un preso. El ropaje, tan marrón y tan gastado como algunas de las portadas de los periódicos exhibidas en la muestra Breaking the News de la Biblioteca Británica, está acompañado por un pequeño recuadro intitulado “Editor pasa tiempo en prisión, uniforme de W.T. Stead, 1885″.
“Tenemos mucho material histórico, diarios, cartas, anotaciones; pero pensé que esta historia, tan vívida, tan emocionante, merecía un objeto un poco más inusual. Y queríamos ilustrar que a veces los periodistas cruzan la línea en la búsqueda de una buena investigación”, le dice a BBC Mundo Tamara Tubb, curadora de esta sección de la exhibición.
“El uniforme es una pista muy visual de que Stead transgredió fronteras legales, tuvo que ir a prisión, pero fue por una buena razón. Él no sufrió consecuencias profesionales o públicas por su accionar, incluso en la cárcel las autoridades lo dejaron continuar editando el periódico, y recibió muchísimo apoyo en forma de cartas del público”, añade.
¿Pero qué hizo William Thomas Stead en 1885? Pues le compró a una menor de edad a su madre (presuntamente por 5 libras) y para reconstruir lo que una víctima de tráfico sexual hubiera sufrido, una partera la sometió a un examen para certificar su virginidad y él y otras personas la llevaron a un burdel drogada con cloroformo.
Uno de los escándalos periodísticos más grandes de la época victoriana acababa de comenzar....
Londres y Babilonia
Todo el proceso fue contado en una serie de entregas en el periódico The Pall Mall Gazette con el nombre de The Maiden Tribute of Modern Babylon (El tributo a la doncella de la Babilonia moderna) con el objetivo de que la opinión pública conociera los estragos que provocaba el tráfico sexual de menores en los barrios más pobres de la capital del Imperio.
“No me falta la esperanza de que se pueda poner algún freno a este vasto tributo de doncellas, involuntario o no, que los vicios de los ricos cobran cada noche en Londres sobre las necesidades de los pobres”, escribió Stead el 6 de julio de 1885 en su primer artículo.
“Su campaña en contra de la prostitución infantil tenía varios objetivos, uno era la corrupción política de hombres muy respetables que iban a zonas muy pobres de Londres para abusar de mujeres jóvenes, y para hacer más difícil esta explotación sexual intentó que el gobierno elevara a 16 años la edad del consentimiento (sexual)”, le dice a BBC Mundo el historiador de la Universidad de Sheffield Martin Comboy.
Las víctimas, como el mismo Stead escribe, eran “huérfanas, hijas de padres borrachos, hijas de prostitutas, chicas cuyos amigos están lejos” y no tenían ninguna posibilidad de denunciar a sus abusadores, como le dijo al periodista un oficial de Policía que entrevistó en el reportaje:
“¿A quién va a acusar? No sabe el nombre de su agresor. Puede que ni siquiera sea capaz de reconocerlo si se lo encuentra en la calle. Incluso si lo hiciera, ¿quién le creería? Una mujer que perdió su castidad es siempre un testigo desacreditado. El hecho de que esté en una casa de mala fama podría ser considerado como prueba de su consentimiento. El guardián de la casa y todos los sirvientes jurarían que ella consintió”.
Por eso la edad de consentimiento, que hasta ese momento era de 13 años, se volvió fundamental. Y el escándalo que provocó por sus artículos logró que el Parlamento la elevara a los 16 años.
“El Gobierno en ese momento respondió que siempre estuvo dispuesto a hacerlo, pero eso es muy sospechoso, porque de repente, meses después de la aparición de estos artículos, con el periodista en prisión, la ley cambia, como por arte de magia”, señala Comboy.
Stead fue a la cárcel por tres meses bajo los cargos de secuestro. La joven que compró para su reportaje, Eliza Armstrong, de 13 años, quedó bajo la custodia del Ejército de Salvación. A Bramwell Booth, representante de esta organización caritativa, también también lo llevaron a juicio por participar de su secuestro, pero fue absuelto de todos los cargos. Rebecca Jarrett, la antigua dueña de un burdel que ayudó a comprar a Eliza, fue condenada a seis meses de prisión.
Pero aunque conservó el uniforme de preso de por vida y quiso que en su epitafio la lápida indicara que él escribió The Maiden Tribute of Modern Babylon, Stead recibió duras críticas tras la publicación de este reportaje, incluyendo la uno de los intelectuales más importantes de su época.
Entrevistas
Como explica Comboy, Stead es un representante de ese nuevo periodismo de masas que nació en el siglo XIX, caracterizado por la constante búsqueda de llamar la atención de esa masa de gente que compraba el periódico camino al trabajo por la mañana y de regreso a la casa por la tarde.
Nació en un pueblo muy pequeño de la región de Northumberland, cerca de Escocia, de un padre que era ministro de una congregación religiosa y una madre activista a favor de causas sociales, este joven verá al periodismo -en palabras de Comboy- “como una extensión de estas profundas y heredadas creencias religiosas”.
Su labor frente a un diario provincial, el Northern Eco, atrajo la atención de los editores en Londres y en 1880 se muda al The Pall Mall Gazette, donde llevaría adelante una labor que revolucionaría no solo a ese diario sino al periodismo en general, a partir de la inclusión de ilustraciones, subtítulos y, sobre todo, entrevistas.
“Hoy parece algo obvio que uno tenga que entrevistar para escribir una noticia, pero en esa época del periodismo británico no era tan común, el periodista averiguaba cosas y las escribía. Él introdujo estas entrevistas a profundidad a personajes importantes, como el general (Charles George) Gordon, una suerte de héroe nacional que moriría en Sudán”, señala Comboy, autor de Journalism in Britain: A Historical Introduction (Una introducción histórica al periodismo británico), entre otros libros.
En esto coincide Gretchen Soderlund, profesora en Historia de los Medios de la Universidad de Oregon, para quién Stead es más influyente en la historia del periodismo que otras figuras más conocidas en el mundo de los medios anglosajones como William Rundolf Hearst o Joseph Pulitzer.
“Él fue uno de los primeros periodistas en usar la entrevista, una herramienta que hoy consideramos esencial en el método periodístico, pero en su tiempo él tuvo que demostrar que eran útiles y creíbles, como los documentos y las evidencias”, dice la autora del libro Sex Trafficking, Scandal, and the Transformation of Journalism, 1885-1917 (Tráfico sexual, escándalo y la transformación del periodismo, 1885-1917).
Pero a Soderlund lo que más le atrae de Stead es su relación con el periodismo sensacionalista: “Yo lo considero el gran teórico del sensacionalismo y un maestro de su práctica, porque él no solo lo utilizó de forma muy estratégica sino que pensó y escribió sobre qué era el sensacionalismo y por qué era importante para el periodismo”.
El sensacionalismo era importante para llamar la atención de los compradores de los diarios, pero también era clave para un hombre con una agenda moral como la de Stead para cambiar la realidad, y no sólo contarla. Y eso fue lo que ocurrió con su campaña contra la prostitución infantil, aunque no todos estuvieran de acuerdo con sus métodos.
Uno de sus principales detractores, como lo indica J.W. Robertson Scott en su libro The Life and Death of a Newspaper (Vida y muerte del diario), fue el dramaturgo y crítico cultural George Bernard Shaw, quien se indignó al descubrir que el periodista, para demostrar el terrible destino de cientos de jóvenes sin recursos, sometió a una de esas jóvenes a una situación tan traumática.
“Nadie volvió a confiar en él después de descubrir que el caso de Eliza Armstrong en el Maiden Tribute era un montaje, y que él mismo lo montó. Todos pensamos que si un hombre merecía seis meses de prisión, Stead lo merecía por traicionar nuestra confianza en él”, dijo Shaw.
Pero no es tan cierto que nadie volvió confiar en Stead, aunque lo que pasó con este periodista después de salir de prisión fue objeto de diversas interpretaciones, incluso hoy.
Periodismo y activismo
“Desafortunadamente para él, desde ese momento su carrera comenzó a declinar. Se mantuvo unos años más en el periódico pero luego se fue, relativamente joven. Y más allá de su notoriedad nunca fue la misma persona. Se volvió alguien, como diríamos, famoso por ser famoso. Cuando debería estar viviendo sus mejores años como editor, termina editando una publicación mensual (The Review of Reviews) desesperado por regresar a las noticias del día a día”, dice Martin Comboy.
“Más allá de que siempre estuvo muy orgulloso de lo que logró, él efectivamente pagó por una jovencita, la secuestró, para sedarla puso un pañuelo con cloroformo en su boca, y cuando ella despertó se puso a gritar. Imagine que usted le hace eso ahora a una niña de 13 años, imagino que no podría trabajar nunca más para la BBC”, añade el historiador.
Le pregunto a Comvoy si a Stead le ocurrió como a Truman Capote, quien llegó a la cima de su carrera con A sangre fría, el reportaje del asesinato de una familia en una zona rural de los Estados Unidos que publicó en 1966 (curiosamente, tanto a lo que a Stead hacía como lo que Capote hizo después se lo llamó -en cada una de sus épocas- con el mismo nombre: “Nuevo periodismo”)
“Creo que hay un paralelismo. Si producís algo tan innovador, tan brillante, luego vendrán las sospechas sobre tus motivaciones, y eso le pasó a los dos. Es la sospecha detrás de todo buen periodismo de investigación. La gente se pregunta si transformaste eso en algo tan sensacional para llamar la atención sobre uno mismo. Y no hay forma de probar o desestimar esa sospecha. Más allá de no volverlo a hacer”.
Pero Gretchen Soderlund piensa que Stead no se hubiera visto a sí mismo bajo ese lente. “Stead fue una figura que cambió el periodismo en muchos continentes, porque esa historia viajó por todo el mundo. Hubo campañas para incrementar la edad de consentimiento sexual a lo largo de todo el Imperio británico. Hubo campañas en contra del tráfico sexual en los Estados Unidos. Incluso si su estatus como periodista pudo haber declinado, su reputación en estos círculos puritanos globales se elevó”.
“Viajó a los Estados Unidos, escribió un libro sobre Chicago y ejerció como periodista en esta publicación mensual. No lo imagino viéndose a sí mismo como alguien en decadencia”, concluye Soderlund.
Para Tamara Tubb, todo es cuestión de personalidad, y la de Stead era la personalidad de alguien inquieto que necesitaba nuevos desafíos. “Él siempre exploró nuevas oportunidades y trabajó en distintas áreas; así que quizás se sintió satisfecho con lo que logró en Londres y luego siguió adelante, se mudó a Chicago por un tiempo y luego se involucró con otros movimientos como la causa pacifista y escribió -aunque quizás no de la misma manera (que en el diario)- en contra del gobierno británico en la Guerra de los Boers, que siguen siendo temas importantes”.
Espíritus y trasatlánticos
Otro de estos temas importantes que fascinaba a Stead, como a Arthur Connan Doyle -autor de Sherlock Holmes- y a muchos otros de su época, era el espiritismo: la posibilidad de contactarse con los muertos. “Para esa sociedad, cuando uno se moría, uno se dirigía -físicamente- a otro lugar. Al Paraíso. O a otro destino. Y la gente pensaba, ‘si está en otro lado, por qué no puedo hablar con él o con ella’. Esto tras mil años de un folclor que hablaba de fantasmas, de apariciones”, recuerda Comboy.
Como registra Owen Mulpetre en una página web que resume el legado de la vida de Stead, en 1891 el periodista publicó en Review of Reviews el texto Real Ghost Stories (Historias reales de fantasmas) y un año después More Ghost Stories (Más historias de fantasmas), aunque su pasión por estos temas venía desde sus días en el Northern Eco.
“Yo creo que la aproximación a estos fenómenos de hombres como Stead o Connan Doyle, cuando uno lee literatura sobre espiritismo en esos años, es científica. Es una época donde la gente experimenta con ondas de radio, con imágenes fotográficas. Hay un montón de cosas extrañas y escalofriantes dando vueltas”, concluye Comboy.
Para Soderlund, “él creía en el espiritismo, como muchos otros victorianos, así como en la posibilidad de tener visiones del futuro. Y se veía a sí mismo como una suerte de figura profética”. Entre tantas profecías y tantas visiones, se dice que Stead predijo que tendría una muerte violenta, e intuyó que sería en el mar, lo cual ocurrió el 15 de abril de 1912 cuando se hundió con el barco en el que viajaba: el infame Titanic.
“De una forma o de otra predijo su muerte en uno de estos cruceros trasatlánticos. Pero la idea de que estos cruceros podían ser peligrosos y que algún día se podía producir un accidente flotaba en el ambiente. Su idea no vino de la nada. Pero es algo interesante, así como la historia de que mientras el Titanic se hundía él permaneció sentado, en calma, como si aceptara su destino”, dice Soderlund.
Curiosamente, en la exhibición de la Biblioteca Británica, justo detrás del uniforme de preso de WT Stead, hay un ejemplar de la noticia del hundimiento del Titanic publicada en The Westminster Gazette. El diario británico anuncia que no hay muertos en el accidente ya que todos los pasajeros fueron rescatados (en realidad, unas 1500 personas perdieron la vida, entre ellas Stead). Ese error garrafal también es parte de los 500 años de historia del periodismo británico.
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