Se conocieron a principios de los 90 en la debacle de la Unión Soviética; uno era agente de la KGB, el otro un preso recién liberado
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La relación entre el jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, comenzó en circunstancias sospechosas; su fin es igualmente turbio. Era una relación simbiótica nacida en la zona gris donde los servicios de seguridad del Estado se mezclan con el mundo criminal. Era una relación que iba a terminar mal.
En tan sólo unas pocas décadas, Wagner se convirtió en una de las estructuras más influyentes de Rusia y algunos creían que la supervivencia misma del régimen de Putin pasó a depender de los éxitos de Prigozhin en la guerra de Ucrania. Ahora parece que el Kremlin quiere eliminar toda la competencia por la influencia política.
Criminales, la KGB y la sórdida escena de San Petersburgo
Fue a principios de la década de 1990 cuando Yevgeny Prigozhin conoció a Vladimir Putin.
No sabemos las circunstancias exactas de su primer encuentro, pero se cree que se conocieron cuando uno era un preso recién liberado y el otro regresaba recientemente de una misión del servicio de seguridad soviético, la KGB, en Alemania Oriental y estaba buscando un camino hacia la política.
El telón de fondo fueron las crudas realidades políticas de Rusia en los 90. Cuando la Unión Soviética colapsó caóticamente en 1991, durante un tiempo el mundo criminal tomó ventaja y ejerció un poder significativo.
Históricamente, los servicios de seguridad de la Unión Soviética tendían a cerrar tratos y reclutar delincuentes para que informaran y ayudaran en diversas tareas. Y los criminales estaban felices de enriquecerse a través de esa colaboración.
Yevgeny Prigozhin y Vladimir Putin provienen de San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia y, para muchos, su capital cultural, sede del museo de arte Hermitage y el Palacio Imperial de Invierno.
La ciudad también es conocida como la “capital criminal de Rusia”, hogar de varias poderosas bandas criminales y de pequeños ladrones.
Yevgeny Prigozhin no fue la excepción. Recibió una sentencia suspendida por hurto a finales de los años 1970. En 1981 fue condenado nuevamente, esta vez por robo, y condenado a 13 años de prisión.
Las circunstancias del brutal crimen fueron descritas de la siguiente manera: él y dos de sus cómplices atacaron a una mujer en una calle, agarrándola por el cuello e intentando estrangularla.
Luego le quitaron las botas de invierno y sus pendientes y huyeron. El futuro jefe de Wagner salió de prisión en 1990, en un momento muy diferente al que inició su condena.
En lugar del antiguo jefe soviético Leonid Brézhnev, estaba en el poder el líder reformista Mijaíl Gorbachov, la Perestroika estaba en marcha y el Muro de Berlín había caído.