La incierta tregua en el Líbano tiene una fecha a la vista: la asunción de Donald Trump

TÚNEZ.-Después de muchos meses de negociaciones frustradas y frustrantes en Medio Oriente, el pasado martes la diplomacia estadounidense logró por fin apuntarse un tanto con el fin de las hostilidades en el Líbano. Ahora bien, no son pocos los que auguran que el alto al fuego no se consolidará y, ya sea antes o después de la primera fase del acuerdo de 60 días, las armas romperán su silencio. De hecho, ni tan siquiera han llegado a callar del todo, pues ambos bandos ya se han acusado de haber violado el alto el fuego.

Hezbollah lanzó este lunes dos morteros hacia una posición israelí en la frontera, en lo que fue el primer ataque oficial desde el inicio de la tregua. A su vez, Israel respondió con bombardeos en el sur del Líbano, intensificando las tensiones y poniendo en duda la estabilidad del acuerdo.

Para poder evaluar las opciones de éxito del acuerdo hay que tratar de entender las motivaciones de cada uno de los actores del conflicto, por qué está vez han dado su “sí” después de tantas negativas a los mediadores estadounidenses. El actor más decisivo, al ser el más poderoso, es Israel, y más concretamente, su primer ministro. Es en Benjamin Netanyahu en quien recae la decisión última de terminar o no las guerras en curso.

Dos han sido las principales razones que han llevado al “premier” israelí a pisar el pedal del freno en el Líbano. En primer lugar, la ofensiva terrestre israelí lanzada hace dos meses estaba hallando una fiera resistencia por parte de Hezbollah por lo que, de haber llegado a invadir todo el sur del Líbano, habría supuesto un gran costo para Tel Aviv, tanto en vidas humanas como en recursos económicos. Y es que la movilización de decenas de miles de reservistas durante meses representa una onerosa carga para el erario del Estado hebreo.

Además, los bombardeos aéreos ya habían ofrecido todo lo que podían dar de sí, debilitando las infraestructuras de la milicia chiíta libanesa. Por lo tanto, tiene sentido para Netanyahu intentar conseguir el objetivo primordial de su ofensiva, la retirada de Hezbollah del sur del Líbano, a través de medios políticos en lugar de insistir en los militares.

Por otro lado, el “premier” israelí puede haber temido alguna represalia de Biden en sus últimas semanas en la Casa Blanca en caso de haber continuado desoyendo sus peticiones. Por ejemplo, Biden podría haber dejado de utilizar su veto para proteger a Israel en las Naciones Unidas o haber retenido el envío de algún tipo de armamento a Israel. Y es que esta no sería la primera vez que un presidente estadounidense, una vez libre ya de ataduras electorales, envía un mensaje a Tel Aviv. Por ejemplo, Barack Obama castigó a Netanyahu en el Consejo de Seguridad en 2016 en las últimas semanas de su mandato.

El hecho de que la primera fase de la tregua dure dos meses, justo el periodo que falta para la toma de posesión de Trump, es muy indicativo. A Netanyahu, la tregua le permite ganar tiempo a la espera que vuelva a la Casa Blanca su aliado republicano, y entonces, en función de la coyuntura, podrá replantearse la opción de retomar la guerra en busca de un alto el fuego bajo unas mejores condiciones.

Como coinciden en señalar la mayoría de analistas israelíes, a estas alturas es evidente que la principal sino la única motivación que guía a Netanyahu es mantenerse en el poder. Y es así, entre otras cosas, porque perderlo reactivaría los juicios de corrupción que lo acechan y podría terminar entre rejas.

Desde el ataque del 7 de octubre, el mandatario israelí ha ido maniobrando sin una estrategia de futuro clara, sino más bien buscando pequeñas victorias tácticas que le permitan ganar tiempo. De momento, y sin unas encuestas que le auguren una victoria en unas hipotéticas elecciones anticipadas, para él es fundamental no tomar ninguna decisión que aliene a sus aliados, los partidos ultraortodoxos y de extrema derecha, hasta el punto de hacer caer el gobierno. Estos partidos han dicho muchas veces que la continuación de la guerra de Gaza constituye una línea roja, pero no así la del Líbano.

En el otro lado de la ecuación, adivinar las razones de Hezbollah parece más fácil. Tras haber sufrido un castigo aéreo muy doloroso, que ha llegado a descabezar la organización y desplazó de sus casas a más de un millón de sus seguidores, la milicia chiíta necesitaba un respiro. Además, un empecinamiento en sostener el conflicto habría puesto en peligro su posición interna en el Líbano, donde las otras comunidades religiosas se han mostrado críticas con la decisión de abrir un frente con Israel en apoyo de Gaza.

Por otra parte, el hecho de que los tanques israelíes no hayan llegado al río Litani, la frontera del sur del Líbano, le permite argumentar que ha resistido el embate y ganó la guerra. Es una narrativa que solo creerán sus más fervientes seguidores, pues evidente que Hezbollah ha cedido en su principal argumento, el que dio pie al inicio de la guerra: la conexión solidaria entre los frentes libanés y palestino. A regañadientes, el “partido de Dios” tuvo que aceptar que no puede forzar con sus bombardeos a Israel el fin de la guerra de Gaza.

Aunque no ha ganado, su líder. Naim Qassem, ha salvado los muebles. El acuerdo de paz se basa en los principios de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que en 2006 estableció que la milicia se retiraría del sur del Líbano y su lugar lo ocuparía el Ejército libanés. Entonces, fue imposible aplicar la resolución por la debilidad del Ejército libanés, y es probable que esta vez vuelva a pasar lo mismo. Quizás, a corto plazo, Hezbollah cumplirá con lo pactado, pero cuando la atención de Trump y los Estados Unidos se desplacen a otro escenario, a una nueva crisis, en Taiwán por ejemplo, seguramente se desplegará de nuevo en sus dominios del sur.

Aún si así fuera, Israel y sus ciudadanos del norte del país pueden haber ganado varios meses o años de tranquilidad. Un elemento clave para el mantenimiento de la tregua será el perfil que acabe adoptando la política de Trump hacia Irán, el patrón de Hezbollah. Si el presidente electo decide llevar el conflicto con Teherán hasta sus últimas consecuencias, es decir, bombardear las instalaciones nucleares iraníes, la tregua saltará por los aires. No solo eso, se podría desencadenar la temida guerra regional de la que tanto se ha hablado durante los últimos meses y que la contención de unos y las presiones de otros han logrado evitar.

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