La incertidumbre acecha a miles de refugiados en albergues en México
terremoto. Se estima que unas 20.000 viviendas sufrieron daños por el sismo
CIUDAD DE MÉXICO.- Érika Albarrán, comerciante de 33 años, alimentaba a su bebe cuando empezó el terremoto de 7,1 grados que sacudió Ciudad de México el martes. Está a salvo, pero su casa se dañó y ahora, desde un albergue y sin dinero, no sabe cómo será el día.
Ella, como miles de capitalinos, vio su cotidianidad trastocada en instantes por el terremoto, que dejó por lo menos 293 muertos. Se estima que unas 20.000 viviendas sufrieron daños estructurales y muchas han sido desalojadas.
"Esperamos que Protección Civil me diga si es que podemos estar ahí en casa y si no, lo que sigue es buscar otra vez. No tenemos dinero, vivimos al día, al ser comerciante ahorita mi venta no es buena", dice Albarrán, que vende por las calles dulces y jugos de fruta.
Se instalaron unos 50 albergues para recibir a damnificados, pero las cifras de ocupación fluctúan. Las autoridades centran ahora sus esfuerzos en el rescate de posibles sobrevivientes entre los escombros y atención a los heridos. Después vendrán el recuento de daños y atención a damnificados y, al final, la reconstrucción.
Érika, cuyo esposo salvó también la vida, pasó la primera noche en una sección de cajeros automáticos de un banco. La familia traía unos cinco dólares y los chicos empezaban a tener hambre. Pero se enteraron de los albergues y se fueron a uno, donde tienen el alimento garantizado, ya que la solidaridad de los mexicanos ha sido tal que desbordan algunos centros de acopio.
"Sin comer no nos hemos quedado, no saqué nada, ni pañales ni leche, pero nos han dado de todo: ropita, leche, pañales", comenta.
Martha Alba, jubilada de 61 años, manda mensaje a sus amigos: "Busco casa segura".
Tras el sismo de 1985, que dejó más de 10.000 muertos, compró a precio de remate un departamento en el sector chic de Condesa, de los más vulnerables a los terremotos, pero que en los últimos años ha sido escenario de un boom inmobiliario. "Mi casa quedó muy dañada, imposible entrar. Era mi patrimonio de años de trabajo", dice Alba, quien se ha refugiado en casa de un amigo.
La incertidumbre la invade. No sabe por cuánto tiempo alquilar, si su edificio podrá ser reforzado y, en todo caso, siempre estará el temor de que se vuelva a sacudir la tierra.
"Estoy a salvo, el temblor me tocó en la calle. Pero como siempre los «clasemedieros» sufrimos mucho. Los ricos tienen para comprar y los pobres, aunque suene duro, están acostumbrados a no tener", dice. Se estima que sólo 5% de las viviendas cuentan con un seguro.
Eloísa Tamayo, de 72 años, también se pregunta qué vendrá después del sismo y la emergencia mientras sostiene a Moni, una pequeña perra color miel. "Es lo que dice uno, ¿ahora qué viene o cómo? Estamos en una incertidumbre", dice la mujer, de cabello cano.
Vive sola con su mascota en un departamento en el sur de la ciudad. Ella reside en el estado de Morelos. Le aseguraron que el edificio no sufrió daños. "Se cayó un edificio que está cerca de donde yo vivo, ahorita me da miedito quedarme", dice, al relatar que durante el terremoto su única preocupación era su perra.
Ingenieros y arquitectos organizados por la alcaldía recorren la ciudad para determinar si las personas pueden volver a salvo a sus viviendas. Érika confía en que una de ésas sea su casa.
Agencias AFP y AP
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