La Iglesia y el consuelo "divino" de la población
Fue masiva la asistencia de fieles a los templos católicos en Niza
NIZA (De nuestra corresponsal).- "¿Qué hay en el corazón del hombre para que éste sea portador de muerte? ¿El hombre está hecho para amar o para matar?", se preguntaba ayer monseñor André Marceau en el mensaje que hizo leer en todas las iglesias de su diócesis. El obispo de Niza tal vez no imaginó que con esas interrogantes estaría resumiendo la razón que llevó a decenas de miles de personas -fieles y laicos- a asistir masivamente a los oficios religiosos o crear decenas de altares efímeros en las calles de ciudad.
Sumidos en la incomprensión y el estupor, los habitantes de esta ciudad mediterránea parecían ayer convencidos de que sólo la ayuda divina podría aplacar sus tormentos.
"Hay 69 iglesias y capillas católicas en Niza. Todas aquellas que celebraron misa estuvieron colmadas", reconoció el padre Gil Florini. El joven párroco de la iglesia Saint Pierre d'Arène olvidó mencionar que sólo hay en la ciudad una mezquita y apenas cinco sinagogas. Ambas comunidades, que también cuentan pérdidas entre las víctimas fatales del ataque, organizaron a su vez ceremonias especiales de recogimiento.
Como sucedió en París en enero y en noviembre del año pasado, la conmoción popular fue tan intensa que el padre Florini, un gigante con cara de bondadoso, decidió por la tarde desplazarse hasta el Paseo de los Ingleses para llevar consuelo a aquellos que, reunidos en el sitio mismo de la tragedia, tratan desde hace tres días de conjurar la tragedia escribiendo mensajes, depositando banderas, velas, flores y muñecos de peluche.
"La comunión en momentos de tristeza es necesaria. Sea religiosa o laica. Eso importa poco", reconoció Florini.
Las mismas escenas se habían repetido por la mañana en la catedral de Santa Reparata, en el corazón de la Vieja Niza, allí donde se concentra la milenaria historia de esta ciudad acariciada por las aguas del Mediterráneo. Construida entre 1650 y 1699, declarada monumento histórico a comienzos de siglo XX, su imponente edificio cobija diez capillas y un altar principal, ornado con una representación de la Gloria de Santa Reparata, virgen y mártir, cuyos restos reposan en la catedral desde 1690. Auténtica gema del arte barroco, toda esa profusión de oros y volutas es obra de Giovanni Pietro Riva, maestro del stucato lombardo.
Generalmente boquiabierta de admiración, ayer la asistencia parecía ajena a la belleza hipnótica del templo. Ensimismado, acongojado, el público intentó aceptar de buen grado las palabras del celebrante, que llamaron a "la aceptación de la voluntad divina", aunque sus designios parezcan incomprensibles. "El acto de fe más sublime es el que surge en medio de la oscuridad, en la inmolación y el dolor, gracias a un esfuerzo inflexible hacia el bien", dijo el oficiante.
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