La Iglesia abre las puertas a los divorciados
Establece que los sacerdotes evalúen "caso por caso" si les dan la comunión
ROMA.- No hubo ningún cambio de doctrina, ni grandes novedades pastorales, algo que decepcionó a quienes tenían expectativas de reformas drásticas.
Pero el documento final aprobado ayer en el sínodo, después de tres semanas de debates y dos años de consultas, esbozó una significativa apertura de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar, al mismo tiempo que ratificó su rechazo a las uniones gay.
El texto recomienda que cada sacerdote evalúe "caso por caso" si les da la comunión a los feligreses divorciados vueltos a casar. Además despejó el camino del Papa para seguir construyendo una Iglesia cuyo "primer deber no es distribuir condenas o anatemas, sino proclamar la misericordia de Dios", como dijo el propio Pontífice en su encendido discurso de cierre del encuentro.
El documento final, que consta de 94 párrafos, todos aprobados con una mayoría calificada de dos tercios, concluyó con un pedido: "Que el Santo Padre evalúe la oportunidad de ofrecer un documento sobre la familia". Y justamente se espera que Francisco, que en su discurso final volvió a reiterar su visión de una Iglesia "de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón", se pronuncie próximamente sobre todos los temas que hacen a la familia, a través de un documento magisterial.
La última jornada del sínodo se vivió en medio de un clima de enorme expectativa, marcado por la fuerte oposición de un grupo conservador y "venenos", como la falsa noticia de un tumor cerebral del Papa aparecida en un medio italiano la semana pasada, en un "intento de manipular el sínodo" para el Vaticano.
Y una vez difundido el documento final y su votación, se consideró una virtual victoria del Papa que fuera aprobada con consenso una "vía de discernimiento" para los divorciados vueltos a casar. Actualmente, éstos no sólo no pueden comulgar, sino que tampoco pueden ser padrinos de bautismo o confirmación ni leer lecturas en misa, entre otras prohibiciones que el propio Papa destacó en una entrevista con LA NACION, en diciembre del año pasado.
"Los divorciados vueltos a casar deben estar más integrados. Por eso hay que discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas. Ellos no deben sentirse excomulgados", sentenció el documento final, que destacó en el párrafo 85 que "la lógica de la inclusión es la clave de su acompañamiento".
"Es tarea de los presbíteros acompañar a las personas interesadas sobre la vía del discernimiento según la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del obispo", indicó, inspirado en la exhortación apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II.
"El coloquio con el sacerdote, en foro interno, ayuda a la formación de un juicio correcto sobre lo que obstaculiza la posibilidad de una más plena participación a la vida de la Iglesia y a los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer", también dijo el texto, dando pie a una apertura a la comunión, no generalizada, sino caso por caso, para los divorciados vueltos a casar.
El sector conservador peleó como nunca para evitar esta apertura. El párrafo 85, que trató esta candente cuestión, fue el más disputado: fue aprobado por 178 votos, es decir, sólo uno más de los 177 necesarios para alcanzar la mayoría calificada de dos tercios (hubo 265 padres sinodales presentes).
"A diferencia del año pasado todos los párrafos obtuvieron una mayoría de consenso de dos tercios, fue un documento de consenso", destacó el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, en una conferencia de prensa.
Fiel reflejo del clima de batalla que reinó hasta último momento, un padre sinodal contó a LA NACION que antes de la votación -que tuvo lugar a la tarde-, el cardenal africano Robert Sarah, punta de lanza de los conservadores, distribuyó folletos para una campaña "last minute". Lo acompañaban dos cardenales canadienses: Thomas Collins, arzobispo de Toronto, y Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, según fuentes vaticanas.
El documento, que exaltó el valor de la familia, "primera y fundamental escuela de humanidad, pese a las señales de crisis", y el matrimonio entre hombre y mujer, le dedicó muy poco, tan sólo un párrafo (el 76), a la homosexualidad.
En éste, recordó que "la Iglesia reitera que cada persona, independientemente de su propia tendencia sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, con el cuidado de evitar cualquier injusta discriminación". Pidió "especial atención al acompañamiento de las familias en las que viven personas con tendencia homosexual". Y reafirmó que "en cuanto a los proyectos de equiparación al matrimonio de las uniones entre personas homosexuales, no existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia".
En un discurso final muy fuerte, el Papa volvió a reiterar el significado de este sínodo, que por primera vez, y por su expresa voluntad, tuvo un mismo tema y dos etapas. En este proceso, los mismos fieles católicos pudieron expresarse a través de cuestionarios. Y tal como destacó ayer el cardenal brasileño Raymundo Damsceno Assis, presidente delegado del sínodo, en la asamblea se discutió en total libertad y sin censura, algo sin precedente.
"¿Qué significará para la Iglesia concluir este sínodo dedicado a la familia? -se preguntó el Papa-. Ciertamente no significa que se hayan encontrado soluciones exhaustivas a todas las dificultades."
"Significa haber dado testimonio de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás", agregó, aludiendo a los obispos más estrictos. El Papa destacó que el sínodo puso al descubierto "a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas". La frase fue lapidaria para el bloque conservador.
En un discurso que culminó con los padres sinodales ovacionándolo, Francisco incluso aludió a la carta que le escribieron 13 cardenales conservadores, cuestionándolo, cuando subrayó "las opiniones diversas que en el sínodo se expresaron libremente y lamentablemente a veces con métodos no del todo benévolos".
Apelaciones a la misericordia y al realismo
Las definiciones del Papa en su discurso de cierre del sínodo
- "El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas, sino proclamar la misericordia de Dios"
- Hay "corazones cerrados que a menudo se esconden detrás de las enseñanzas de la Iglesia"
- "La Iglesia es de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores"
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