La hora clave del comandante en jefe de las contradicciones
WASHINGTON.- Anteanoche, el mando del presidente Donald Trump como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos llegó a un punto crítico, tironeado entre las opiniones encontradas de sus asesores y sus propios instintos, que lo dejaron al borde de lanzar una acción militar que podría llevar a una de esas guerras que se comprometió a evitar al asumir su mandato.
En un día inestable de debates internos y un ataque militar contra Irán que primero se confirmó y luego se canceló, Trump se enfrentó con el conflicto esencial de su estrategia de seguridad nacional. Durante dos años y medio, zigzagueó entre las amenazas belicosas contra los enemigos de Estados Unidos y las promesas de retirar a su país de las intrincadas guerras de Medio Oriente. Esta vez tuvo que elegir.
Bajo sus órdenes, la maquinaria militar estadounidense ya se preparaba para lanzar un ataque contra Irán en respuesta al derribo de un dron espía estadounidense, pero a último momento decidió cancelarlo, optando por la mesura en lugar de la represalia, al menos por el momento. Pero el conflicto seguramente no terminó. Los funcionarios del gobierno estadounidense no divulgaron demasiados detalles de la discusión en el seno del gobierno, pero nadie duda de que el hecho puede convertirse en un punto de inflexión en la presidencia de Trump.
Este momento de la verdad probablemente fue inevitable desde el día de 2018 en que Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear internacional negociado con Irán por el presidente Barack Obama y decidió reimponerle unilateralmente sanciones económicas devastadoras. Con su economía en derrumbe, Irán siempre tendió a descargarse contra Estados Unidos, forzando a Trump a elegir entre la guerra y la paz.
"En cierto modo, Trump está en curso de colisión consigo mismo", dice Robert Malley, presidente del Grupo Internacional Crisis y exasesor de Obama sobre cuestiones iraníes. "Dice que está a favor de una presión máxima y que también está en contra de una confrontación militar con Irán, pero no pueden ser ciertas las dos cosas al mismo tiempo porque la primera conduce a la segunda."
Aunque al final Trump no recurra a la fuerza como respuesta al ataque contra el dron norteamericano, la decisión de cuán lejos está dispuesto a ir con Irán tal vez no sea muy distinta. El episodio fue apenas el último de una serie de provocaciones relativamente modestas, pero Teherán dijo que está por reanudar su programa nuclear, violando los límites del acuerdo abandonado por Trump.
"Los iraníes seguirán poniendo a prueba el carácter de Trump y pronto llegaremos a uno de esos momentos en que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma debe ir a la montaña", dice Reuel Marc Gerecht, un exfuncionario de la CIA especializado en Irán de la Fundación para la Defensa de las Democracias. Gerecht cree que llegado cierto punto puede ser necesaria una respuesta militar.
"Vamos a conocer más a Trump y también vamos a conocer más al pueblo norteamericano", dice Gerecht. "Vamos a ver qué lugar ocupa cada uno en este asunto. ¿Todavía queremos jugar a la política del poder en Medio Oriente? Tal vez la respuesta sea que no. Pero creo que la hora del juicio se acerca rápidamente".
Trump siempre fue un comandante en jefe con contradicciones. Adoptó una versión modificada de la máxima de Theodore Roosevelt en lo relativo a las amenazas militares extranjeras: hablá fuerte y llevá un pequeño garrote. O llevá un garrote grande, pero agitalo mucho y usalo poco.
Trump habla como un belicista, pero actúa como un pacifista aislacionista. A sus enemigos les advierte que sobre ellos caerán "el fuego y la furia", mientras intenta evitar las guerras extranjeras por las que solía culpar a sus predecesores.
Parece calcular que las palabras duras y unas Fuerzas Armadas mejor financiadas tienen un efecto disuasorio que evita que los potenciales enemigos se le atrevan a Estados Unidos. Pero sus detractores argumentan que las palabras duras en sí mismas pueden ser peligrosas y, aunque sea involuntariamente, pueden desatar una guerra abierta.
Si bien Trump se jacta de que sus amenazas apocalípticas de "destruir totalmente" Corea del Norte presionaron a su líder, Kim Jong-un, a sentarse a la mesa de negociación, la situación en Medio Oriente presenta dinámicas diferentes. En Asia, los vecinos de Corea del Norte -China, Japón, Rusia y Corea del Sur- no tenían ningún deseo de un enfrentamiento militar. Pero en Medio Oriente los adversarios de Irán, como Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, tienen una postura mucho más agresiva.
Además, Trump está rodeado en su propio equipo por halcones, como el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el asesor de seguridad nacional, John Bolton, quienes prefieren una respuesta fuerte contra Irán, aunque el presidente se resista. El contraste de sus posiciones creó una profunda confusión en Estados Unidos y el Golfo Pérsico sobre la política del gobierno de Trump para la región.
"Es una Casa Blanca dividida", dice Rahm Emanuel, excongresista, jefe de gabinete de la Casa Blanca con Obama y actual alcalde de Chicago. "Bolton y Pompeo están de un lado, y Trump y el Estado Mayor Conjunto, del otro. Pero ahora tenemos un nuevo problema porque no hay coherencia estratégica", dijo Emanuel.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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