El mundo dejó de mirar a Venezuela y el chavismo saca provecho: sin oposición real y con árbitro propio
El escenario cambia en el país petrolero a la velocidad del vértigo para ser cada vez menos político, mientras el planeta lucha contra el nuevo coronavirus. "La traición y mezquindad de unos pocos apátridas, corrompidos por la ambición, el odio y la sumisión a intereses foráneos, no podrán mellar la fortaleza y dignidad de un pueblo que resiste y vence las dificultades. Los que amamos a Venezuela somos más y la defenderemos siempre", justificó Nicolás Maduro sobre el aplastamiento que sufre la oposición, rumbo a la victoria final, pese a no contar con el apoyo popular, según todas las encuestas.
Todo vale contra los rivales de la revolución para mantenerse en el poder, incluyendo las exhibiciones de fuerza del "hijo de Chávez", esas que tanto valora Donald Trump, según las confidencias de John Bolton, su antiguo consejero de Seguridad Nacional. En una sola semana, el chavismo tomó juramento por la fuerza judicial a los cinco rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), árbitro trascendental para las elecciones parlamentarias de final de año.
Impuso a tres militantes chavistas y a dos supuestos opositores cercanos al gobierno. Además, se lanzó a la toma y captura de los principales partidos de la oposición, interviniendo sus directivas y entregándoselas a tránsfugas aliados a la revolución. Sin partidos, con sus líderes inhabilitados y con una nueva ley electoral para que no se note que son minoría.
"El gobierno excluye a la oposición real para emprender un juego cerrado con árbitro propio", resume el analista político Piero Trepiccione, que forma parte del think tank de los jesuitas. Todo ello en un "escenario milimétrico, que va cambiando según las circunstancias. Un escenario de supervivencia, muy reactivo. No hay mediano ni largo plazo, sólo defender el poder y cambiarlo. Esta es la ecuación a la que se reduce todo ahora".
Una ecuación con vistas a unas elecciones parlamentarias que ponen fin a cinco años de mayoría opositora en el Parlamento, durante los cuales ni una sola ley o decreto aprobado por los demócratas fue admitido por el gobierno. Cinco años de persecución, encarcelamientos, exilios y asfixia económica como nunca antes se había visto en América Latina.
Nicolás Maduro 'expropia' los partidos de la oposición https://t.co/eiO13ecg1Z&— Pedro Lezcano (@alfilodelmundo) June 20, 2020
"Asistimos a la supresión lenta, vía proscripción de facto y entrega paulatina de las organizaciones a directivas títeres, del pluralismo político en Venezuela. Algo menos espectacular que decretar el monopartidismo, con el potencial divisorio de generar mártires y mercenarios", advierte el historiador Armando Chaguaceda, especialista en revoluciones.
Una hoja de ruta en la que no importan los apoyos populares. "IIegalizan arbitrariamente a los partidos de la oposición y sólo permiten los minipartidos satélite. Minoritario, sin duda, porque entre el PSUV y estos minis no llegan al 25% del voto venezolano. Un ataque tremendo sólo visto en dictaduras del pasado, con el que se están liquidando derechos como el de asociación, el de hacer oposición, el respeto a la minoría y también indirectamente el derecho a sufragio para la población que les apoyaba", aporta Luis Salamanca, antiguo rector del CNE.
Este politólogo anticipa el escenario al que se asoma Venezuela: un sistema de partidos hegemónico minoritario. Y lo explica: "Se trata de partidos pequeños sin posibilidades de derrotar a Maduro, que crecen ayudados por el régimen y por tanto son partidos que no van a cuestionarles. Sistema político de un partido mayor, minoritario en el electorado y unos partidos pequeños que no sumaron dos millones en 2018, y además votos prestados. Los cinco millones y pico del 2015 no fueron a votarles, y tampoco lo harán ahora en unas elecciones en medio de la pandemia".
En 2018, las democracias europeas y latinoamericanas no reconocieron las elecciones presidenciales, que contaron con la abstención opositora y la presencia de dirigentes cercanos al chavismo que no convencieron en absoluto a los votantes. Tanto el exgobernador, Henri Falcón, como el evangélico Javier Bertucci cumplieron el papel de comparsas necesarios.
"La elección libre debe contar con observación internacional, con los partidos políticos legalizados, con un registro electoral depurado, un árbitro imparcial que ofrezca garantías y la eliminación de cualquier mecanismo de control social", recuerda para LA NACIÓN Julio Borges, que funge como canciller de la presidencia encargada y lidera a Primero Justicia (PJ), partido tomado por el poder revolucionario esta semana. Ninguno de estos aspectos se cumplían en 2018, mucho menos ahora.
¿Se trata del golpe final? "La oposición está en un pantano en el que se hunde más. Guaidó necesita ganar el Parlamento de nuevo y la puede ganar con votos. La necesita más que nadie porque todo su liderazgo está montado sobre el Parlamento. Por una parte, no pareciera que va a proponer una salida electoral, aunque todavía hay tiempo. Pero por la otra, ¿cómo lo hacen si todas las tarjetas están confiscadas?", cuestiona Salamanca.
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