La historia secreta de la amistad del papa Francisco y el Gran Imán
Un nuevo libro revela cómo se tejió una relación fraterna entre el máximo líder de la Iglesia católica y el jeque Ahmad al-Tayyeb, máxima autoridad del mundo musulmán sunnita
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ROMA.- Era el 7 de noviembre de 2017. Y antes de empezar ese almuerzo inesperado en Santa Marta –en el que hubo pescado, verduras grilladas, helado y café-, el papa Francisco “tomó un pedazo de pan y lo partió en dos”. “Él agarró una mitad y le dio la otra mitad al Gran Imán, para que cada uno la comiera, en un acto simbólico de coexistencia y fraternidad humana”.
Ese momento, impensado años atrás, es parte de la historia secreta de cómo se forjó la amistad, sin precedente, del papa Francisco y el jeque Ahmad al-Tayyeb, Gran Imán de Al-Azhar, uno de los centros culturales más importantes del Islam, considerado “el Vaticano” de los sunnitas, mayoritarios en el mundo musulmán (85%).
El Papa firmó junto a este líder religioso un histórico Documento sobre la Fraternidad Humana en Abu Dhabi en febrero de 2019, a quien consideró, junto a san Francisco de Asís, uno de los grandes inspiradores de su última encíclica, Fratelli Tutti (Hermanos todos), sobre fraternidad y amistad social.
Fue el joven juez egipcio Mohamed Abdel Salam, exconsejero del Gran Imán, quien reveló los detalles desconocidos de la relación que se fue hilvanando entre el hombre vestido de blanco y el de turbante, en un nuevo libro titulado “The Pope and the Gran Iman: a thorny path” (El Papa y el Gran Imán, un camino espinoso).
Abdel Salam ya era una figura conocida al haberse convertido en el primer musulmán que presenta la encíclica de un Pontífice en un evento oficial del Vaticano, algo sin precedente –y fiel reflejo del giro en la relación del Vaticano con el mundo islámico-, que tuvo lugar el 4 de octubre del año pasado. Abdel Salam no sólo fue un testigo clave de cómo se fue tejiendo la amistad entre dos grandes líderes espirituales de dos religiones monoteístas con millones de fieles en el mundo, sino que jugó un rol esencial. Tanto es así que el Papa ya dos veces lo definió en público un “enfant terrible”.
En su libro, que contó con el “imprimatur” de los dos protagonistas, Abdel Salam describe con entusiasmo cómo se fue construyendo una amistad hace unos años inimaginable. ¿Los ingredientes? Voluntad, intuición, empatía, humildad, “corazón abierto”, humor e incluso un almuerzo no programado. Y una preocupación común por un mundo al borde del abismo, exacerbado por conflictos, guerras, terrorismo fundamentalista, extremismo, intolerancia, injusticia, pobreza, exclusión, la crisis de refugiados, los devastadores efectos del cambio climático, que reclama a gritos un mensaje tan simple como el que “somos todos hermanos”.
En una entrevista con La Nación en esta capital, Abdel Salam contó un detalle que no aparece en el libro. “En verdad todo comenzó el 13 de marzo de 2013”, dijo el juez, que reveló que cuando, después de la fumata blanca, ese desconocido cardenal argentino salió al balcón de la Basílica de San Pedro y se presentó al mundo, a través de la pantalla de su celular, junto al Gran Imán estaban viendo la “breaking news”.
Esas imágenes, que reflejaban un viento nuevo, desencadenaron un primer impulso del Gran Imán a dar una vuelta de tuerca y cambiar las cosas. Algo nada fácil en ese momento porque las relaciones entre Al Azhar y el Vaticano se encontraban congeladas desde septiembre de 2006. Entonces Benedicto XVI, papa emérito, en una clase magistral en Ratisbona, utilizando una cita de un emperador bizantinonsobre el profeta Mahoma, ofendió a los musulmanes de todo el mundo, abriendo una grieta.
Tras percibir “señales positivas” en la elección de ese purpurado del fin del mundo, el Gran Imán, que ese 13 de marzo se encontraba con el juez y un puñado de personas de confianza, propuso enviar al Vaticano un mensaje de felicitaciones al nuevo Pontífice. Como las relaciones estaban muy deterioradas, esa idea fue bochada. Y se decidió, en cambio, enviar un mensaje de felicitaciones a la Iglesia católica en nombre de Al-Azhar, algo que marcó el comienzo de la recomposición de la relación.
El papa Francisco –que como arzobispo de Buenos Aires, ciudad donde siempre convivieron sin problemas distintos credos, impulsó la creación del Instituto para el Diálogo Interreligioso y amigo del dirigente musulmán Omar Abboud-, no lo defraudó. Semanas más tarde, en ocasión del comienzo del Ramadán, envió al Gran Imán un mensaje de felicitaciones en el que llamó “hermanos” a los musulmanes, toda una señal.
En los meses siguientes, el juez y el Gran Imán fueron observando cada vez con más atención a ese Papa que había puesto su prioridad en los pobres, en los migrantes, que había condenado la violencia en Siria y había viajado a Tierra Santa y reclamado por la causa palestina. Y que, mientras iban perpetrándose ataques del terrorismo fundamentalista en las principales capitales europeas, se negaba a identificarlos con el Islam. “No es justo identificar al Islam con la violencia”, dijo el Papa, al contestar una pregunta en una conferencia de prensa de regreso de Polonia, en agosto de 2016.
Fue en este marco que se organizó un primer encuentro, el del deshielo, entre Francisco y el Gran Imán en el Palacio Apostólico del Vaticano, el 23 de mayo de 2016. Enseguida hubo coincidencias entres los dos hombres de fe diversa pero ideas y estilos de vida parecidos y esa audiencia dio pie al viaje que el Papa hizo a Egitpo en abril de 2017, cuando fue invitado por el Gran Imán, de acuerdo con el presidente egipcio Al-Sisi, a una conferencia internacional de paz organizada por la Universidad de Al Azhar. El viaje se dio justo semanas después de cruentos ataques reivindicados por el grupo extremista Estado Islámico (EI) contra dos iglesias coptas. Como los gestos valen más que mil palabras, en su libro el juez recuerda cómo en esa ocasión se hizo viral la foto del abrazo que entonces se dieron el hombre vestido de blanco y el de turbante. La imagen se convirtió “en un ícono de esperanza”, escribió.
Tan sólo seis meses más tarde tuvo lugar, en el Vaticano, el improvisado almuerzo con el que arranca esta nota, origen remoto del histórico Documento sobre la Hermandad de Abu Dhabi.
El Gran Imán, acompañado por el juez, había viajado para participar de un encuentro internacional en Roma. Al enterarse de su presencia en la ciudad, el Papa los invitó al Vaticano. Terminada su reunión, en la que también participó el exsecretario privado del Pontífice, el monseñor egipcio Yoannis Lhazi Gaid (otra pieza clave de la historia secreta), el exarzobispo de Buenos Aires los sorprendió con una invitación a almorzar, que por supuesto aceptaron. Entonces, tal como cuenta el juez, el Papa les propuso ir caminando desde el Palacio Apostólico hasta la residencia de Santa Marta, así podía mostrarles las bellezas del Vaticano.
“El Gran Imán y Su Santidad caminaban de la mano, de una forma muy fraterna (…). El Papa obviamente ignoraba el rígido protocolo del Vaticano y el Gran Imán, también, fue más allá de los protocolos formales y demás restricciones impuestas por el senado de Al-Azhar. Era una clara indicación de que la amistad entre el Gran Imán y el Santo Papa había ido más allá de las formalidades y cortesías y que encarnaba la paz y la coexistencia entre las religiones”, destacó en el libro el juez, que estudió en Al-Azhar y es muy religioso.
Durante ese almuerzo, que duró más de dos horas en las que se habló de los innumerables conflictos que azotan al mundo y que comenzó con una oración por la humanidad y una partición fraterna del pan, hubo un clima más que especial. “La atmósfera estuvo llena de fraternidad, sinceridad y amor”, evocó Abdel Salam que, inspirado por su hijo de 5 años, Yasin, y ese ambiente que se había creado, se animó a hacerles a los dos amigos una propuesta en otros tiempos imposible. Para que las nuevas generaciones, como la de Yasin, puedan tener una hoja de ruta hacia la tolerancia humana y en contra del extremismo, ¿por qué no aprovechar de su sincera amistad para elaborar un documento conjunto sobre fraternidad humana?
La idea, de los más creativa y segurmante un “camino espinoso”, no cayó en saco roto, sino que entusiasmó a los dos amigos, que comenzaron, con la ayuda de Abdel Salam y monseñor Gaid, a elaborar a cuatro manos un documento, en medio de la más absoluta reserva. El texto de la declaración fue “top secret” hasta que finalmente se firmó en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019.
Aunque en el libro prefiere no explicar por qué, el juez, que fue clave para la elaboración del documento, finalmente no pudo estar en el momento de la firma conjunta, que marcó un hito. Por presiones y críticas de parte de sectores cerrados, enojados, que no pueden digerir el inédito acercamiento de los líderes de dos grandes religiones monoteístas, también se vio obligado a dejar de ser el consejero del Gram Imán, después de más de 8 años.
Pese a ello, como cuenta en el libro, lo primero que los dos amigos hicieron después de firmar el Documento sobre la Fraternidad Humana, fue llamarlo por teléfono para agradecerle su papel fundamental para que ese sueño se hiciera realidad.
Hoy Abdel Salam es el secretario general del Alto Comisionado para la Fraternidad Humana, que se creó para que la declaración no quedara en palabras, sino que se tradujera en hechos concretos y funcionara como una brújula.
¿Teme que su rol en la elaboración de este documento, fruto de la amistad entre el Papa y el Gran Imán, pueda volverse en su contra y traducirse en amenazas a su vida de parte de sectores extremistas? “No. Creo que Allah está conmigo. Sentí la obligación de contar la historia de la increíble relación de amistad de dos personas santas justamente para poder comunicar su mensaje de hermandad al mundo, algo que haré el resto de mi vida”.
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