La historia de una infancia clandestina
Un ejército revolucionario creado de la mano de una mujer. Un líder de la causa palestina que se enamora de ella y tienen, en medio de las zozobras de los años 70, una hija que crece con identidades disfrazadas, huyendo de un posible secuestro o atentado, con pasaportes sucesivos, nombres inventados y una escenografía cambiante para su propia protección. Esa es la voz de Mei Shigenobu que me habla desde algún sitio a miles de kilómetros. Probablemente, cabalgando entre Beirut y sus visitas a su madre, Fusako Shigenobu, quien aún purga 20 años de prisión en Japón acusada de ser el cerebro del asedio a la Embajada de Francia en La Haya, en 1972. Esa efigie delicada, con tono firme, extremadamente cuidadosa antes de aceptar la charla, guarda una fuente de poder heredada de padres de otro tiempo. En sus venas corre la pasión de dos de las expresiones más duras de grupos de choque de la historia contemporánea.
Los 70, esa época de rebelión inconformista, tuvo su germen mucho antes. En el caso de Japón, las bombas de Nagasaki e Hiroshima detonaron mucho más que las vidas de los sujetos. La posterior ocupación norteamericana de la mano de Douglas MacArthur obligó a un cambio constitucional que relegó a un sitio simbólico al Emperador, hasta ese momento emblema del poder nipón encaramado hasta entonces en el general y primer ministro Hideki Tojo, Jefe de Estado del emperador Hiro Hito. Los jóvenes nacidos en esos tiempos de transformación de la posguerra crecieron en las tinieblas de la insatisfacción, la pérdida de identidad y la búsqueda de responsables. Algunos de los más radicalizados se transformaron en un brazo paramilitar armado y dispuesto al uso de la violencia para dar a conocer su mensaje y alcanzar sus objetivos.
En un país donde la sumisión femenina (real o mítica) se ve aún hoy como un signo de identidad, fue una mujer la fundadora de uno de los movimientos que más temor supuso para la época. Los antecedentes se asientan en la Liga Marxista-Leninista, de tendencia maoísta, las Juventudes Comunistas y la Federación Trotskista. Los estudiantes universitarios eran tierra fértil para reclamar sobre las barreras económicas de ingreso a la formación académica y la supuesta reafirmación del régimen monopólico a partir de la instrucción de nuevos recursos humanos para alimentar su permanencia y reproducción.
La reina roja
Nacida en el seno de una familia de bajos recursos unos meses después del estallido atómico, Shigenobu fue la tercera de cuatro hermanos. Egresada del nivel medio, su trabajo en la corporación de alimentos Kikkoman le permitió financiar su formación nocturna en la Universidad Meiji. Allí se licenció en Economía Política e Historia. Durante su estancia académica, tomó contacto con el movimiento estudiantil que la acercó a los grupos de extrema izquierda. Llegó rápidamente a puestos de liderazgo, hasta decidió que se requerían otras acciones para alcanzar los objetivos.
Con un colega del movimiento, Tsuyoshi Okudaira (quien moriría poco después, por el estallido temprano de su propio armamento en un ataque al aeropuerto de Tel Aviv), emigraron al Líbano. Allí fundó el Ejercito Rojo Japonés (Nihon Sekigun) en 1970, con el objetivo de llevar al extremo las demandas estudiantiles y de izquierda en su país: el derrocamiento de la familia imperial, avanzar con la idea de una revolución proletaria y extender a nivel global este levantamiento. En un comunicado oficial se autodefinió como "un llamado al pueblo japonés para que se rebele y utilice todos los medios disponibles para aplastar el sistema imperial". Se alió al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) de George Habash para perpetrar una serie de atentados sangrientos: el secuestro de un avión comercial derivado a Corea del Norte (1970), la masacre en el aeropuerto de Lod (hoy Ben Gurión) en Israel (1972), el desvío de otro avión comercial (1973) y atentados contra la embajada estadounidense en Yakarta (1973) y contra la de Francia en Holanda (1974). En 1975, fue responsable de la ocupación la embajada de EE.UU. de Kuala Lumpur, reteniendo a más de 50 rehenes. Las acciones continuaron hasta avanzados los 80 sin clara adjudicación de todos ellos por parte del movimiento terrorista. Luego de eludir los pedidos de captura, Shigenobu fue capturada en un hotel de Osaka, donde se hacía pasar por un hombre. En esa ocasión declaró que el Ejército Rojo quedaba disuelto.
La hija de la revolución
Se llama niñez intermedia al período entre los 6 y 8 años, cuando los pequeños comienzan a independizarse más de sus padres, les importa tener amigos y trabajar en equipo, desean que sus pares los respeten y valoren y comienzan a pensar en el futuro. Los 8 años de su hija fue el momento elegido por Fusako (quien había tomado el nombre de Mariam en Medio Oriente) para revelarle la verdad a Mei, nacida el 1° de marzo de 1973, en Beirut, y criada entre campos de refugiados libaneses, huyendo de persecuciones y atentados, con la melodía de las metrallas como canción de cuna. La revolucionaria sentó a su hija y le explicó qué estaban haciendo fuera de Japón, quiénes eran para el mundo ella y su padre (nombre que Mei no reveló nunca por cuestiones de seguridad, dice) y los motivos que la llevaban a encabezar esta causa. Toda su infancia fue blanco posible del Mossad y su madre fue buscada por Interpol desde casi el momento mismo del parto. Fusako pasó mucho tiempo ausente, entonces Mei fue criada por otros miembros del movimiento japonés y camaradas libaneses. Su formación académica es un misterio que no revela. Concurrió a algunas escuelas en Beirut, pero luego se pierde el rastro. Sin embargo, logró una fuerte formación universitaria: es egresada de la carrera de periodismo de la Universidad Libanesa y estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Americana de Beirut. Maneja el inglés y el árabe con fluidez, en tanto recién confesó su conocimiento del japonés en 2001, cuando hizo pública su figura al regresar a Japón para acompañar a su madre en el juicio que la llevó a la cárcel, convirtiéndose en la primera descendiente de un revolucionario de ese movimiento en volver. Hoy se desempeña allí como corresponsal del canal de noticias satelital Middle East Broadcasting Center y ha obtenido la ciudadanía japonesa.
"Tener ideales –dice– es importante, porque actúan como brújula moral. La inspiración podría ser una persona y su comportamiento, o un estado, o algo que solo está en nuestra mente. Si no los tenemos, la existencia no tiene sentido".
¿Cree que hay ideales hoy?
En las mentes y los objetivos de las personas, sí, por supuesto, hay ideales, pero no creo que exista una situación ideal; nunca la hay. No creo que haya existido una utopía real en la historia, pero siempre soñamos con una y tratamos de lograrla. Y pueden ser diferentes para distintas personas.
¿Qué diferencias encuentra entre los activistas del tiempo de sus padres y los de hoy, como los chalecos amarillos o los paraguas de Hong Kong?
Creo que la principal diferencia entre ambos, es que el actual podría considerarse una extensión del populismo. Las personas no se están uniendo a las ideologías y al conjunto completo de sistemas alternativos, sino que protestan por los problemas cotidianos sin necesariamente tener una imagen de un sistema completamente diferente. Hay partidos políticos que participan en estas protestas junto con el público en general, pero la tendencia de los manifestantes es protestar por un problema de estatus y exigir un cambio limitado en el sistema.
Ella es bastante cuidadosa repecto de dónde y cuándo da entrevistas. Hay pocas referencias que pueden rastrearse. En un reportaje que dio a la cadena Aljazeera en 2018, demostró su posición en referencia a su madre al declarar que "las acciones militares siempre tuvieron la intención correcta de evitar dañar a los civiles y tuvieron éxito en esto. Si sos un terrorista o un luchador por la libertad depende de qué lado estés. No tiene una definición clara. Nelson Mandela fue considerado terrorista alguna vez, Gandhi fue considerado terrorista. ¿Pero son terroristas hoy? Por supuesto que no. La historia los ha reconocido como líderes y héroes de su nación. La forma en que la historia te define depende de si ganas o pierdes en la lucha".
No obstante asegura que las tácticas de antaño eran requeridas para "llamar la atención". "Era muy difícil para los activistas correr la voz", dice.
Hábleme de tu infancia ... ¿Cuál era su juguete favorito? ¿A qué le gustaba jugar?
Lo que más recuerdo haber disfrutado era un juego de médico, porque quería ser médica o enfermera. La otra cosa que quería era convertirme en luchadora (como lo eran muchas de las personas que me rodeaban), así que otra cosa con la que me gustaba jugar era con un arma de juguete, especialmente porque me criaron en una ciudad que estaba en guerra y donde muchos poseían armas. Pero mis elecciones no son más raras que las de otros niños, todos queremos ser como los adultos que nos rodean.
¿Qué valor tiene el secreto en su vida?
Aprendí muy temprano que guardar secretos sobre lo que sé, a quién veía, con quién estaba, quién es mi familia, etcétera. Era muy importante para mantener la seguridad de las personas que amaba. Cualquier error que pudiera cometer al revelar algo innecesario podría dañar a las personas.
¿Qué rescata de la cultura japonesa y libanesa en su persona?
Creo que mi carácter extrovertido y sencillo proviene de mi educación libanesa. Mi educación japonesa me enseñó a tomarme en serio el trabajo y la dedicación, y probablemente la sensación de ser parte de toda una comunidad y la necesidad de estar en armonía con ella.
¿Qué enseñanzas le deja su madre y cuáles su padre?
Mi madre me enseñó a tener ética en todos sus tratos, que si quería que algo cambiara, tenía que ser la primera en hacerlo, y que todos son iguales sin importar la apariencia. De mi padre creo que aprendí a tener el coraje de ir hacia lo que creés que es correcto, incluso si eres el único y en contra de la corriente, con resistencia y orgullo.
¿Cómo se construye un vínculo padres/hija en una familia como la suya?
Aunque el tiempo que pude pasar con mis padres fue muy poco, creo que tuve un vínculo muy fuerte, especialmente con mi madre, porque tuvimos calidad. Un niño siente cuánto el padre está haciendo lo mejor para su bien, y esa dedicación apasionada es el ingrediente principal para un vínculo fuerte.
¿Cuál es su opinión sobre los movimientos feministas?
Por supuesto, creo que las cuestiones de género todavía existen, pero no creo que tengan que ser estructuradas y propuestas exclusivamente por feministas. Cuando toda la sociedad sea educada sobre cuestiones de género, y todos los grupos (divididos en líneas de género, etnia, religión, nivel educativo, situación económica, etcétera) trabajen juntos, lograrán soluciones más integrales.
¿Qué mundo imagina en 30 años?
Desafortunadamente, creo que estará luchando por los recursos, estará explotando el populismo y entrarán en conflicto las emociones de las personas. También veo que el planeta se libera de una manera imprevisible, y podría sonar muy pesimista, pero la gente tendrá más miedo de expresarse y protestar.