La historia del ucraniano que tuvo que reconstruir su casa dos veces por ataques de misiles rusos
La resiliencia de los ucranianos se refleja en Alex, un hombre que se negó a abandonar su hogar a pesar de que los ataques del Kremlin lo destruyeran dos veces
KHARKIV.- Para palpar con mano esa extraordinaria resiliencia de los ucranianos a un año del inicio de la guerra, nada mejor que recorrer Saltivka, barrio residencial en el noreste de Kharkiv, la segunda ciudad más importante de Ucrania. Saltivka fue severamante dañada por los rusos, que nunca lograron tomar Kharkiv, pero que se ensañaron con esta zona y ocuparon hasta septiembre pasado diversas localidades orientales de la región homónima que quedan al lado de la frontera con Rusia, que queda a poquísimos kilómetros. Antes de la guerra, los rusos venían a hacer compras a Kharkiv, que queda a 30 kilómetros de la frontera, todos recuerdan.
Desierta hace un año ya que la mayoría de sus 800.000 habitantes se fueron, escaparon de las bombas, ahora en Saltivka se ven algunos obreros trabajando, arreglando los daños de ventanas y departamentos destruidos y personas que comienzan a volver.
Aunque hay algunos, como Alex, un hombre al que dos veces un misil ruso Grad le destruyó el departamento, que nunca se fueron. Militar retirado de 56 años que reconstruyó su vivienda del cuarto piso de uno de los clásicos condominios tipo monoblock de estilo soviético de Saltivka, Alex cuenta que el primer misil arrasó su casa el 23 de marzo y el segundo, el 9 de abril. Las dos veces, él se salvó porque había bajado a refugiarse en la planta baja, detrás de unas paredes de cemento armado muy resistentes. Pero las dos veces, esos malditos misiles Grad devastaron, destruyeron e incendiaron todas sus pertenencias, como nos muestra en imágenes que salieron en los noticieros de esa época y que guarda en la computadora que tiene sobre una mesa de lo que hoy es la cocina del departamento reconstruido a la buena de Dios, que muestra con orgullo.
Hace un año, Saltivka quedó sin luz, sin agua, sin nada, cuando aviones rusos comenzaron a bombardear. Y quedó bajo fuego hasta el 13 de mayo, cuando el ejército ucraniano, en una contraofensiva, “logró sacar a los rusos de Kharkiv”. “Hasta entonces salir afuera era muy peligroso”, cuenta Alex, mientras nos cuenta cómo fue cuando llegaron los misiles Grad a su condominio, que ostenta partes aún negras carbonizadas y sin vidrios. Entonces sólo quedaban 6 personas viviendo allí, en un monoblock donde normalmente residían 700 almas. Ahora que la situación es “más segura”, aunque de vez en cuando hay ataques y suenan sirenas antiaéreas, han vuelto unas cincuenta, sesenta personas, precisa.
Pese a la devastación, Alex -que tiene una hija y una nieta en el oeste de Ucrania-, nunca pensó en irse. “Cuando los misiles causaron el incendio de mi departamento perdí todo, y sobre todo, lo que más quería: la urna que guardaba con las cenizas de mi madre. Esas cenizas quedaron flotando en el aire de esta casa, por eso nunca me iré”, dice. En el departamento saltan a la vista las paredes que él mismo construyó con ladrillos a la vista, las ventanas nuevas, las vigas. “Mis amigos juntaron dinero y me ayudaron con plata para comprar los materiales para poder reconstruir el departamento”, cuenta. Él duerme en un sofá cama del living, donde aun hay un árbol de navidad de plástico decorado con la bandera ucraniana.
Como muchos otros habitantes de este barrio especialmente castigado por la guerra, Alex no descarta que los rusos puedan volver a intentar tomar Kharkiv. “Pero acá estamos listos para volver a enfrentarlos si vuelven. Nosotros ya matamos a los que vinieron y si vienen de nuevo los vamos a matar de nuevo”, asegura, combativo. “Muchos de mis amigos no murieron en vano”, agrega, al precisar que tres personas muy cercanas cayeron en los combates. Él quiso alistarse en las Fuerzas Territoriales de Defensa, pero no se lo permitieron porque ya tenían suficiente gente, dice.
¿Qué espera que pase en los próximos meses? “No creo que pueda haber una gran ofensiva ucraniana hasta el otoño próximo porque ahora, por la nieve y el barro, es muy difícil que los vehículos militares puedan avanzar”.
Alex, como muchos otros, está convencido de que Ucrania va a recuperar los dos territorios actualmente ocupados por Rusia: Crimea y el Donbass. “¡Claro! Ucrania va a reconquistar eso porque es nuestra tierra. Así como este departamento es mío y no se lo daría a nadie, lo mismo sucede con mi país”, asegura.
A unas cuadras del condominio de Alex se levanta la escuela del bloque 127 de Saltivka. En su sótano hace un año se refugiado unas 300 personas. Ahora hay algunos vecinos que ingresan al instituto, que ostenta vidrios dañados, porque allí hay agua, algo que en algunos condominios aun no llegó.
Aunque parece abandonada, en la escuela hay personal trabajando, la rectora, algunos maestros. Como en toda Ucrania, aún en guerra, no hay clases presenciales y los 1200 alumnos de 6 a 17 años de la escuela siguen estudiando online. Anna, una joven de 19 años que es la hija de la responsable del edificio, también está en la escuela y cuenta que estudia para ser profesora de inglés y alemán. ¿Cómo se siente a un año del inicio de la guerra? “Fue duro ver todo esto en los primeros meses, con los bombardeos fue horrible, pero ahora nos hemos acostumbrado. Quizás ahora no es tan terrible ver todos estos edificios destruidos, escuelas, casas… Quizás ahora ya sabemos que esto pasó, no podemos hacer nada… Nosotros sólo esperamos que todo esto termine pronto y esperamos que nuestra vida vuelva a ser como era antes de la guerra”, dice, hablando inglés.
¿Ve un final cerca, cree que pueda haber paz? “Lo esperamos”, dice Anna, sin ocultar su emoción, cruzando sus brazos sobre el pecho, como rezando. “Todos queremos volver a nuestras casas, a nuestras escuelas, a tener una vida normal… Verdaderamente, es lo que esperamos”.