La historia de una familia rota por el drama humanitario
Alberto Martínez intentó cruzar el río Bravo, pero fue arrastrado por el agua
CIUDAD DE MÉXICO.- El padre y la hija yacen boca abajo en las aguas lodosas de la orilla del río Bravo, la pequeña cabeza de la niña metida dentro de la camiseta del hombre, un brazo de la beba colocado sobre el cuello de él.
El retrato de la desesperación fue captado el 24 de junio por la periodista Julia Le Duc, en las horas posteriores a que Oscar Alberto Martínez murió junto a su hija de 23 meses, Angie Valeria, cuando intentaban cruzar hacia Estados Unidos.
La joven familia proveniente de El Salvador (Martínez, de 25 años, Valeria y su madre, Tania Vanessa Ávalos) llegó el fin de semana pasado a la ciudad fronteriza de Matamoros, en el estado mexicano de Tamaulipas, con la esperanza de solicitar asilo en Estados Unidos. No obstante, el puente internacional estaba cerrado hasta el lunes, les dijeron funcionarios, y conforme caminaban a lo largo de las orillas del río, el agua parecía manejable.
La familia iba unida alrededor del mediodía del domingo. Martínez nadó con Valeria en su espalda, metida dentro de su camiseta. Ávalos iba detrás de ellos, en la espalda de un amigo de la familia. Pero mientras Martínez se acercaba a la orilla opuesta, cargando a Valeria, Ávalos podía ver que él se estaba cansando en las agitadas aguas. Ella decidió nadar de regreso al lado mexicano.
De vuelta en la parte mexicana, volteó y vio a su esposo e hija, cerca de la orilla estadounidense, hundirse en el río y ser arrastrados por el agua. El lunes, sus cadáveres fueron recuperados por autoridades mexicanas a unos metros de donde fueron arrastrados río abajo, padre e hija todavía estaban en el mismo abrazo.
Martínez y su esposa abandonaron El Salvador a principios de abril en un intento de tener un nuevo comienzo en Estados Unidos. "Fueron por el sueño americano", dijo Wendy Joanna Martínez de Romero, la hermana de Martínez, desde su hogar en El Salvador. Martínez renunció a su trabajo en Papa John's, en el cual ganaba 350 dólares al mes. Para entonces, su esposa ya había dejado su trabajo como cajera en un restaurante de comida china para cuidar a su hija.
La pareja vivía con la madre de Martínez en la comunidad de Altavista, un complejo habitacional de grandes dimensiones.
The New York Times
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