La historia de un niño con padres divorciados que conmovió a los cardenales en el sínodo
El chico partió la hostia en su primera comunión para darle un pedacito a cada uno de sus padres, divorciados vueltos a casar, que no podían participar de la ceremonia
ROMA.- La cuestión de la admisión de los divorciados vueltos a casar a la eucaristía luego de un itinerario de reconciliación o vía penitencial, el tema que más divide a los obispos, finalmente llegó al centro de los debates del sínodo. Y ayer, conmovió el relato de un padre sinodal mexicano que contó la historia de un niño que el día de su primera comunión partió la hostia y le dio un pedacito a su papá y otro a su mamá.
Los casi 300 participantes en el sínodo -270 padres sinodales, auditores, matrimonios- de hecho, comenzaron a discutir la tercera parte del Instrumentum Laboris, el documento de trabajo, que se refiere a las "familias heridas". Como es sabido, este tema, muy complejo a nivel teológico, es el que más divide a los obispos. Por un lado hay un núcleo duro apegado a la doctrina tradicional –que indica que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar sólo si viven como hermano y hermana, sin que haya otra salida- y otro abierto a aperturas de tipo pastoral-disciplinario, a través de un camino de reconciliación o vía penitencial, caso por caso.
De este segundo grupo era el padre sinodal que ayer, según contaron en la conferencia de prensa diaria en el Vaticano, conmovió el aula sinodal. Él contó que los padres de este niño, divorciados vueltos a casar, llevaban a su hijo a la catequesis para prepararse a la primera comunión todos los fines de semanas, que el niño siempre era puntual y que le enseñaban que Jesús está presente hasta en el más mínimo pedazo de la eucaristía.
Al recibir su primera comunión, tomó dos pedacitos de su hostia y se los llevó a su papá y a su mamá, que no podían participar"
"Le enseñamos al niño que si recibimos el pan consagrado, estamos en comunión con Jesús y nos perdona nuestros pecados y le enseñamos que al recibir a Cristo estamos en comunión con los demás. Y al recibir su primera comunión, tomó dos pedacitos de su hostia y se los llevó a su papá y a su mamá, que no podían participar", dijo el padre sinodal, según contó a LA NACION un participante.
"Entonces el padre sinodal hacia el aula dijo que él recordaba alguien que había dicho «benditos aquellos que fueran como los niños y que tuvieran la posibilidad de ver las cosas como ellos». Y hubo una reacción muy fuerte de los padres sinodales, que aplaudieron muy fuerte", agregó. El papa Francisco, como en todas las sesiones, escuchó la intervención atento, con rostro impasible.
En la misma línea de apertura habló otro latinoamericano, Roberto González Nieves, arzobispo de San Juan de Puerto Rico. González Nieves contó que en su país "se ha hecho común que los divorciados vueltos a casar también hagan la fila para recibir la comunión. Con la cabeza inclinada y los brazos cruzados reciben solamente una bendición de parte del ministro. Hay un deseo en ellos de recibir la comunión sacramental. Se humillan públicamente con una especie de ¡mea maxima culpa!". En su intervención –publicada por su arquidiócesis-, el obispo subrayó que "la Iglesia está llamada a acompañar a todos y a facilitarles el encuentro misericordioso con Dios que nos salva". Y propuso que los divorciados vueltos a casar civilmente puedan entrar en el "orden de los penitentes" primero, para emprender un camino penitencial. "Estos hermanos y hermanas, con el tiempo, cuando las condiciones que la Iglesia establezca se verifiquen, accederían de nuevo a la comunión eucarística. No será un premio porque son buenos, sino porque será su fuerza, viático y medicina en el camino", indicó.
Más allá de estas dos intervenciones en favor de una solución, también hubo contrarias. La resistencia a la apertura, impulsada claramente por Francisco, que llamó a un Jubileo Extraordinario de la Misericordia, viene especialmente de prelados conservadores de Europa del Este y de Africa. Ayer, de hecho, Stanislaw Gadecki, arzobispo de Poznan y presidente de la conferencia episcopal polaca, en la conferencia de prensa dijo claramente que "en cuanto a la eucaristía a los divorciados vueltos a casar, nosotros, los obispos polacos, excluimos la posibilidad", a menos de que el matrimonio anterior se haya declarado nulo o que la pareja viva en abstinencia.
Fiel reflejo de la existencia de posiciones extremas, monseñor Tomash Peta, otro obispo polaco que es presidente de la conferencia episcopal de Kazakhstán, sorpendió en su intervención al tachar como "humo de Satanás" no sólo la propuesta de admitir a la comunión a los divorciados vueltos a casar, sino también la de considerar la existencia de elementos positivos en las parejas que conviven y como "algo normal" la homosexualidad.
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