La historia de Transnistria, el enclave separatista prorruso en Europa que atrae capta los flashes gracias al fútbol
El territorio autónomo que oficialmente pertenece a Moldavia debe su supervivencia al apoyo militar del Kremlin y a la estrategia geopolítica de Rusia, que le provee gas y otros insumos
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TIRASPOL, Moldavia.- Cuando quedó seleccionado para competir en la Champions League contra el Real Madrid, el Inter de Milán y el Shakhtar Donetsk, nadie creyó que el Sheriff, equipo procedente de un nebuloso país europeo, podría terminar liderando el grupo D, y menos por derrotar al Real Madrid por 2-1, el último martes.
El Sheriff Tiraspol es de un enclave separatista prorruso, Transnistria, una pequeña región del este de Europa que se separó de Moldavia durante un breve conflicto bélico, después de la caída de la Unión Soviética (URSS), en 1991. Este territorio díscolo había albergado durante el comunismo a parte del Ejército Rojo y, durante el proceso de desintegración de la URSS, la élite rusa de la zona se resistió a integrarse a la Moldavia más prooccidental, dominada por étnicos rumanos. Creó, en cambio, un pseudo-Estado propio en el cual buscaba dejar congelada la era soviética.
Enmarcada entre Ucrania y la Moldavia a la cual, formalmente, sigue perteneciendo, Transnistria debe su existencia como Estado fantasma al poderío militar soviético y a la estrategia geopolítica de la Rusia poscomunista. Gracias al poder concentrado del grupo político Sheriff, sin embargo, empieza a tomar vida propia y cortar algunos de los lazos con Moscú.
Transnistria se mantiene en pie con 1500 soldados rusos y con algunas herramientas provistas por Vladimir Putin, como el suministro de gas, ofrecido a cambio de que Transnistria sirve a Moscú como puente en Europa oriental, ante las sucesivas ampliaciones de la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Esta autoproclamada república se dotó de atributos propios de los Estados, como una moneda y una policía. Cultiva una cierta nostalgia soviética, con su bandera en la que figuran la hoz y el martillo, o las estatuas de Lenin en la capital, Tiraspol.
De facto, quien marca el paso en el territorio es Sheriff, un grupo tentacular cuyo logo -una estrella de cinco puntos- está omnipresente en la zona. La organización fue fundada por un antiguo policía, Víctor Gushan, y todo está bajo su control: la energía, el alcohol, el acero, los supermercados, las estaciones de servicio, y, por supuesto, el club de fútbol, que se estrenó en la Champions League.
“Víctor Gushan es la persona que tiene más influencia aquí, en lo político y en lo económico”, dijo a la agencia AFP Anatoli Dirun, director de la Escuela de Estudios Políticos de Tiraspol, e indicó que el grupo Sheriff patrocina y controla el partido en el poder, Renovación.
Gushan, que no accedió a ser entrevistado, creó su empresa en 1993 con otro expolicía, Ili Kazmaly, aprovechando las privatizaciones del periodo del capitalismo, que se apoderó de la extinta URSS en los años 1990.
La empresa absorbió a otras, dado que ofrecía los mejores precios y garantizaba el funcionamiento de las fábricas y mercados productivos, pero a costo de métodos estrictos para asegurar la seguridad.
“Hubo un combate muy duro. En nuestros cementerios los caminos están llenos de bandidos”, dijo Valeri Liskai, exministro de Asuntos Exteriores de la región.
El exfuncionario indicó que en aquel entonces las autoridades no trataron de “saber quién mataba a quién”. Y admitió: “No es muy bonito decirlo, pero es la realidad”.
Hoy, nadie osa cuestionar la dominación de Sheriff. Según afirman en el medio RISE Moldova, el grupo mueve un tercio del presupuesto del territorio.
Las compañías de Sheriff, diversificadas, exportan a través de Europa productos textiles o siderúrgicos, así como caviar hasta Estados Unidos y Japón.
“Ellos crean empleos, invierten”, aseguró a la agencia AFP, con elogios, el presidente de la república autoproclamada, Vadim Krasnosselski.
Según algunos cálculos, el grupo de Gushan paga más de la mitad de los impuestos que recauda el Gobierno de Tiraspol, controla más del 60% de la economía legal y dos tercios de los muchos negocios ilegales que se hacen en Transnistria.
En 1997, Gusan y su socio Ilya Kazmaly decidieron entrar también en rubro del deporte, y crearon el FC Sheriff, en el que incorporaron de a poco jugadores extranjeros, hasta formar un equipo competitivo hegemónico en el campeonato nacional y lograr clasificar a la Champions.
Además, el magnate construyó en ese entonces un estadio de que se equipara al resto de las canchas de fútbol europeas y que aún hoy se alquila para entrenar equipos ucranianos, como el Dinamo de Kiev.
Éxodo y lado B
Pero las estadísticas difundidas entre los residentes de Transnistria muestran un costado menos amable. La región vio su población dividirse en dos en 30 años, pasando a tener 250.000 habitantes.
¿La razón? Un éxodo de la población activa y joven debido a los escasos ingresos, que oscilan entre 200 y 300 dólares (170 y 255 euros) por mes de media, números menores a los de Moldavia, el país más pobre de Europa.
Andrei Mospanov, de 17 años, indicó desde las calles del pueblo de Bender que partirá hacia Rusia o a Chisinau, la capital de Moldavia. “No veo que se desarrolle nada en Transnistria”, dijo, a la agencia AFP.
Según él, la juventud no solo intenta emigrar a la protectora rusa, sino también a occidente: “Hay una diversidad de elección”.
La nueva presidenta moldava, la proeuropea Maia Sandu, quiere que su país forme parte de la Unión Europea, pidiendo la retirada rusa de Transnistria.
Pero para algunos veteranos, como el antiguo ministro Liskai, nada cambiará: “Rusia nos ha dado de manera gratuita gas y soldados, a cambio tiene su zona de influencia (en Europa). Estamos muy contentos del status quo”.
Agencia AFP
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