La “herencia maldita” de Trump que está detrás de la explosión de conflictos de Medio Oriente
Las políticas del expresidente norteamericano hacia Israel, los palestinos y el régimen iraní sembraron el caos que sacude hoy a la región; pero el republicano se ufana que la situación sería diferente si él estuviera en el poder
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WASHINGTON.- El expresidente norteamericano Donald Trump está sediento de sangre. Mientras el gobierno de Joe Biden enfrenta una espiral de múltiples crisis en Medio Oriente, el precandidato republicano favorito aprovecha el momento para anotarse un par de puntos políticos. El ataque con drones lanzando el fin de semana por una milicia delegada de Irán con sede en Irak que hizo blanco en la base militar de Estados Unidos en la frontera sirio-jordana mató a tres soldados norteamericanos y dejó heridos a decenas más. Algunos legisladores republicanos reclaman a la Casa Blanca que escale el conflicto y tome medidas más severas, como ataques dirigidos dentro de territorio iraní.
El aparente deseo de Biden de calibrar la respuesta y evitar un conflicto abierto con Irán lleva agua en abundancia al molino triturador de Trump. “Este descarado ataque contra Estados Unidos es otra horrenda y trágica consecuencia más de la debilidad y el sometimiento de Joe Biden”, disparó Trump por las redes sociales, y agregó que el ataque contra las fuerzas norteamericanas apostadas en la región “JAMÁS habría ocurrido” durante un mandato suyo.
Pero durante la presidencia de Trump sí hubo ataques contra posiciones norteamericanas en Irak y Siria. Pero ese no es el punto: Trump y varios de sus colegas republicanos buscan instalar la sensación de que durante el gobierno de Biden la región de Medio Oriente es un caos, y contrastarla con la imagen de “paz desde la fuerza” (peace through strength) que el expresidente buscó y sigue buscando cultivar.
Durante su mandato, Trump le pasó la topadora a la estrategia diplomática de Washington con Teherán: rompió el acuerdo nuclear forjado entre Irán y las potencias mundiales, restableció una serie de sanciones a la República Islámica, y en un ataque con drones de 2020 asesinó al influyente comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, Qasem Soleimani. Mientras tanto, la política de Trump no pasó del abrazo del oso al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y de dar impulso de la agenda de la derecha israelí. A loa palestinos los castigó y cambió radicalmente la política de Estados Unidos hacia ellos: reconoció formalmente a Jerusalén como capital de Israel, cerró un consulado estadounidense destinado a los palestinos, y negoció acuerdos de “paz” entre Israel y un grupo de monarquías árabes que relegaron aún más las aspiraciones políticas palestinas.
El gobierno de Biden empezó a tener problemas en Medio Oriente no bien asumió. Su poco entusiasta promesa inicial de volver a poner los derechos humanos en el centro de la política exterior norteamericana se desvaneció rápidamente cuando la Casa Blanca buscó estrechar aún más la cooperación con Arabia Saudita y mantuvo el statu quo con Israel, deseoso por aprovechar los acuerdos de normalización de relaciones de la era Trump. El gobierno de Biden tuvo problemas para lograr avances con Irán: la campaña de “máxima presión” de Trump hizo que Irán cayera en manos de un gobierno aún más duro e intransigente y que al régimen iraní liberara su programa nuclear y se sacara de encima las medidas de transparencia que le ordenaba cumplir el acuerdo nuclear.
A principios de este mes el argentino Rafael Grossi, jefe de la agencia atómica de la ONU, dijo que el programa nuclear de Irán “avanza a todo galope” y reclamó que la diplomacia se haga cargo “para evitar que la situación se deteriore hasta un punto de no retorno”. Ahora, mientras la Casa Blanca valúa abrir nuevos frentes de conflicto con Irán, la diplomacia sigue fuera de escena.
“Irán no fue disuadido de continuar con su plan nuclear; todo lo contrario”, escribió esta semana Gilles Paris, columnista del diario francés Le Monde, en referencia a la herencia que dejó Trump en Medio Oriente. “La palabra de Estados Unidos está devaluada, lo que en parte explica la incapacidad del gobierno de Biden para volver a entrar en conversaciones con Teherán. La República Islámica tampoco se ha visto obligada a regresar al interior de sus fronteras, como lo demuestra la persistencia del ‘eje de resistencia’ posterior al 7 de octubre y que inesperadamente se expandió, con ataques en el Mar Rojo por parte de los hutíes, los aliados yemenitas de Irán”.
Hoy la probabilidad de que Irán obtenga un arma nuclear es mucho mayor que en 2018, cuando Trump canceló el acuerdo, contrariando el deseo de muchos aliados occidentales. “Los líderes iraníes pueden considerar la adquisición de armas nucleares como un reaseguro más contra un eventual ataque de Israel o Estados Unidos, porque el eje de resistencia tendría más capacidad de causar caos y estragos”, escribió Ali Vaez en Foreign Affairs. “Además, los funcionarios iraníes que quieren que el país obtenga un arma nuclear -es probable que en el propio seno del gobierno de Teherán haya divisiones al respecto-, podrían llegar a la conclusión de que el momento presente es su gran oportunidad: al fin y al cabo, los adversarios de Irán están distraídos con las guerras en Gaza y Ucrania, la competencia con China y las elecciones en Estados Unidos y Europa”.
Pero Trump no solo encendió el motor del riesgo nuclear con Irán, sino que también fogoneó la deriva hacia la ultraderecha en Israel. David Friedman, el embajador de Trump en Israel, es un defensor a ultranza del movimiento de colonos y asentamientos judíos y un escéptico desembozado de la “solución de dos Estados”: la visión de un Estado israelí y otro palestino, coexistiendo uno al lado del otro, que fue la política oficial de sucesivas administraciones norteamericanas, tanto demócratas y como republicanas. Friedman y otros funcionarios de la era Trump se propusieron envalentonar a Netanyahu y sus aliados, quienes se embarcaron en la expansión de los asentamientos y se mostraron siempre dispuestos a llevar a cabo la anexión “de jure” de partes de la Cisjordania ocupada. Eso terminó de echar tierra sobre la tumba de la solución de dos Estados, justo cuando el propio movimiento nacional palestino estaba en crisis y la causa palestina parecía aún menos prioritaria para los gobiernos árabes.
La situación cambió después del ataque de Hamas del 7 de octubre contra el sur de Israel y la espantosa guerra en Gaza que le siguió. Los mandatarios árabes y los funcionarios norteamericanos y europeos han reflotado la solución de dos Estados como un objetivo ineludible para estabilizar la región. Pero ahora Trump y sus aliados atacan a Biden por adoptar esta línea y presionar al gobierno de Netanyahu.