El 1 de marzo se subastará una de las obras más codiciadas del pintor ruso Wassily Kandinsky, pero detrás de la misma se esconde una estremecedora historia sobre la ocupación nazi en Holanda
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Una obra del pintor ruso Wassily Kandinsky podría alcanzar un precio récord en una subasta en Londres en pocas semanas. Pero detrás de la venta está la historia de tragedia y heroísmo de una familia que revela unas memorias inéditas, según relata a continuación Stephen Smith.
La historia comienza con una niña pequeña, de 7 años, escondida en una habitación secreta. Una mujer le dice: “Quédate callada, muy callada, no puedes hacer ruido, nadie puede saber que estás aquí, ¡nadie! ¿Me oyes?”. La mujer es la niñera, que cuidaba a la pequeña en su casa con su madre y su abuela. “Si haces ruido y alguien lo escucha, los alemanes podrían matarnos a todos. ¿Me escuchaste bien?”.
La niña no sabe que no regresará a su casa durante años y que jamás volverá a ver a su madre y a su abuela. Ella no conoce este lugar, la casa de la niñera, ni la familia de la niñera. Pero pasará los próximos dos años y medio aquí, escondida en esta pequeña habitación, sin más compañía que la de un elefante de juguete llamado Jumbo, y todo por un secreto mortal.
La niña, Dolly, es judía. Es 1943 en la Ámsterdam ocupada por los nazis.
La historia de Dolly tiene notables paralelismos con la famosa historia de Ana Frank y, de hecho, Ana se esconde al mismo tiempo en otra casa a menos de tres kilómetros de distancia. Las dos niñas no se conocen y nunca lo harán.
Ana y su familia son capturados en agosto de 1944 y enviados a Auschwitz. La madre, el padre y la abuela de Dolly también son asesinados en Auschwitz, pero ella sobrevive.
El relato de Ana de su vida en la clandestinidad en “El diario de una niña” se convierte en uno de los documentos más importantes del Holocausto. El relato de Dolly sobre cómo llegó a sobrevivir a la guerra se encuentra en unas memorias inéditas, pero su historia se relaciona más con una obra de arte que con un libro.
Es una obra maestra modernista e innovadora, y está en el centro de los reclamos de la familia de Dolly sobre una colección de arte que perdió durante la guerra. La pintura saldrá a la venta en Londres dentro de unas pocas semanas y podría alcanzar más de US$42 millones, un récord mundial para obras de Kandinsky.
Se suele decir que cada imagen cuenta una historia y esta obra cuenta la historia de la familia de Dolly, quiénes la formaban y qué les pasó.
La aclamada obra es Murnau mit Kirche II (Murnau con Iglesia II) pintada en 1910 por el maestro ruso Wassily Kandinsky. El cuadro adornaba la elegante mansión donde vivían los abuelos de Dolly en Potsdam, en las afueras de Berlín. Una vieja fotografía familiar muestra que Kandinsky ocupaba un lugar privilegiado en el comedor de Siegbert y Johanna Margarete Stern.
Hace cien años, ambos habían creado juntos un exitoso negocio textil. La pareja socializaba con algunos de los escritores y pensadores más influyentes de su época, incluyendo a Thomas Mann, Franz Kafka y Albert Einstein.
Siegbert y Johanna Margarete Stern apreciaban el arte y tenían gustos amplios. Su colección abarcó desde pinturas de antiguos maestros holandeses hasta Renoir, y audaces recién llegados, incluidos Munch y Kandinsky. El testamento de Siegbert incluye un registro de más de cien obras de arte. Junto al Kandinsky en su testamento escribió “Landschaft”, “paisaje” en alemán.
Los Stern también fueron activos en la comunidad judía. En 1916 ayudaron a establecer una organización cuyo fin era auxiliar a los judíos que habían huido de Europa del Este y vivían en la pobreza en Alemania. Con el ascenso de los nazis, los Stern y familias como la suya se convirtieron en blancos de persecución. Después de la muerte de Siegbert en 1935 la vida se volvió cada vez más difícil.
Algunos de los hijos de la pareja ya se habían ido a los Países Bajos en ese momento y Johanna Margarete los siguió, llevándose algunos de sus muebles y cuadros con ella. Como muchas familias judías, los Stern recaudaron fondos vendiendo preciadas obras de arte a precios irrisorios a comerciantes sin escrúpulos.
En 1941, Johanna Margarete fue declarada apátrida por los nazis. Le ofrecieron la tentadora perspectiva de la libertad: podría tener una visa, lo que le permitiría salir de Holanda con su familia, a cambio de una pintura del artista francés Henri Fantin-Latour.
Fue un truco. Ella entregó la obra pero no había visa. Johanna Margarete pasó a vivir en la clandestinidad pero fue capturada en 1943, al igual que los padres de Dolly.
En sus memorias, Dolly describe una escena desesperada en la que su madre y su padre la confían al cuidado de su niñera Anna, mientras hacen todo lo posible para protegerla del horror de lo que está a punto de suceder.
“Era tarde en la noche, ya estaba dormida, cuando la suave voz de mi madre me despertó. ‘Dollychen, tienes que levantarte ahora. Todavía no es de mañana’. Ella vino y se sentó en la cama conmigo y mi padre también. Dijeron que tenían que irse durante dos semanas, ya que los alemanes querían eso, pero luego volverían...
De repente el timbre de la puerta sonó muy fuerte y durante mucho tiempo y mi padre abrió la puerta. Tres agentes de la Grüne Polizei (cuerpo de policía nazi) irrumpieron en la casa, mientras sus botas hacían un fuerte ruido de pisotones y chasquidos.
Los agentes gritaron ásperamente todo tipo de órdenes para que todos se dieran prisa: ‘Schnell, schnell , sonst schiessen wir (Rápido, rápido, de lo contrario disparamos)’. Me escondí detrás de Anna y estaba asustada, muy asustada”.
Los oficiales alemanes se llevaron a los padres de Dolly. Jamás volvería a verlos. Al día siguiente la niña hizo sola el peligroso viaje a través de la ciudad hasta la casa de Anna.
Los nazis obligaban a los judíos como Dolly a usar una estrella amarilla, pero Anna la había descosido de la chaqueta de Dolly y le dijo que de ahora en adelante le llamara “tía”. Parte de la casa de Anna servía como consultorio médico y tenía un pequeño anexo escondido, que se convirtió en el hogar de Dolly durante los siguientes 30 meses.
La niña tenía dos libros, una Biblia para niños y una colección de cuentos de hadas, que leía y releía. En la pared había un cartel descolorido que decía “Dios lo ve todo” y Dolly se preguntaba cómo podía ver a todos, incluso a ella.
“En las tardes, cuando también había horas de consulta, tenía que sentarme en la oscuridad en otoño e invierno. A menudo me tumbaba en el suelo y contaba los pies de los pacientes que esperaban y podía ver a través de la rendija inferior de la puerta”.
Su soledad estaba marcada por el terror de las redadas policiales. Anna escondía a Dolly debajo de las tablas del piso o en un armario debajo de la pileta de la cocina, tapándola con plumeros y trapos.
“Cuando los oficiales alemanes estaban dentro de la cocina Anna se hacía la inocente. Hacía chistes alemanes y engañaba fácilmente a los oficiales, pero tan pronto se marchaban se derrumbaba estremecida”.
Para una niña pequeña una de las cosas más difíciles era permanecer perfectamente callada. Cuando los Aliados finalmente liberaron Ámsterdam en 1945 y Dolly pudo salir de su escondite, la niña sintió euforia y alivio al oír sonidos cotidianos.
“Como muchas personas, no tenía zapatos. Este problema se resolvió con zuecos de madera que de repente se vendían en todas partes. Tenían una suela de madera y dos correas en la parte superior. Me encantaba el ruido que hacían cuando caminaba. Se me permitió vivir de nuevo, vivir completamente”.
Dolly vivió más de 70 años y disfrutó su vida, a juzgar por sus memorias.
Los registros de sobrevivientes del Holocausto incluyen a Dolly, nacida en 1935, quien “se ocultó” durante la guerra. Documentos oficiales holandeses señalan que vivió con su niñera Anna durante la ocupación. Hasta donde saben los familiares sobrevivientes de Dolly, nadie de la casa de Anna sigue vivo y la BBC no ha podido verificar por separado el relato de Dolly sobre sus experiencias.
Los miembros más jóvenes de su familia investigaron el paradero de la colección de arte Stern desaparecida y en 2013 descubrieron que había un Kandinsky en un museo de Eindhoven. Llevaba allí desde 1951, ¿podría ser el de la mansión de Potsdam?
Los curadores del museo examinaron la obra y encontraron la palabra “Landschaft” grabada en el bastidor en la parte posterior de la pintura. Era el mismo término que Siegert había usado para registrar el Kandinsky en su testamento, y la escritura coincidía con la suya.
Dolly murió antes de que pudiera confirmarse el hallazgo, pero sabía que su familia estaba tras la pista de la obra maestra perdida. Tras de una larga campaña, la pintura finalmente fue entregada a la familia. La obra será subastada en Sotheby’s en Londres el próximo mes, cuando se espera que alcance el precio más alto jamás registrado para un Kandinsky.
Las ganancias se dividirán entre los 13 herederos sobrevivientes de los Stern y se destinarán en parte a investigar qué sucedió con otras obras de arte de la familia.
“Murnau mit Kirche II” es una obra muy significativa en la historia del arte. Es de una época en la que el pintor ruso había absorbido elementos de la obra de Cezanne y Van Gogh en París, pero también anticipa la influencia que el propio Kandinsky tendría sobre Jackson Pollock, Willem de Kooning y otros en Nueva York.
Helena Newman, de la casa de subastas, señaló: “Es una obra muy, muy especial, una de las mejores de Kandinsky. Proviene de un período de su trabajo en el que realizaba grandes avances en la abstracción, que tendrían un gran impacto en el arte del siglo XX”.
“Los historiadores del arte afirman que el pintor tenía el don de la sinestesia: podía mirar un color y escuchar música. Parece apropiado que su vívida obra maestra se vincule a la historia de una niña que encontró alegría en el sonido cotidiano de los pasos en las calles liberadas”.
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