La guerra terminó, pero una tormenta perfecta se cierne sobre los afganos
El país atraviesa graves dificultades económicas y humanitarias, y los organismos internacionales frenaron la ayuda tras la llegada de los talibanes al poder
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WASHINGTON.- El discurso del martes del presidente norteamericano Joe Biden a la nación pareció una respuesta a las críticas internas por su decisión de retirar las tropas de Estados Unidos de Afganistán. Biden defendió el compromiso de su gobierno para terminar con esa “guerra eterna”, encomió la labor de los soldados y diplomáticos de su país que evacuaron a más de 120.000 personas de Kabul tras la caída de la ciudad en manos de los talibanes, y le apuntó con el dedo a sus predecesores del gobierno de Donald Trump por dejar sentadas las bases del fulminante colapso del gobierno afgano.
“No quería extender esta guerra eterna, y tampoco iba a extender una retirada eterna”, dijo Biden, probablemente en respuesta al escándalo en Washington por el caos del retiro de Kabul. Pero más allá de vagas promesas de extender la ayuda humanitaria a Afganistán, Biden dijo poco y nada sobre las penurias de los millones de afganos que de la noche a la mañana pasaron a vivir bajo el gobierno de facto de movimiento talibán. Y esas penurias acaban de empezar y ya son cada día peores.
La ocupación de los talibanes vino a profundizar las varias crisis humanitarias que se superponen en ese país. El precio de los alimentos no tiene techo, los bancos están cerrados y no hay efectivo en las calles, y nadie está pagando los salarios de los empleados públicos, mientras la confusión y la parálisis política se apoderan del país.
Mientras tanto, los talibanes tratan de mostrarle una cara razonable a la comunidad internacional, y en Kabul sus líderes mantienen conversaciones con otros políticos afganos sobre el camino a seguir. Pero el movimiento talibán enfrenta las consecuencias no deseadas de su propio éxito rotundo. “Hace semanas que el país no tiene gobierno, ni fuerzas armadas, ni instituciones, ni salarios, ni dirigentes”, dijo a la prensa internacional Rahmatullah Nabil, exjefe de la inteligencia nacional afgana, que recientemente huyó a Uzbekistán. “Ese vacío de poder solo aumenta la confusión de la gente y pone en riesgo cualquier esperanza de cambio positivo.”
Cuando los talibanes tomaron el control, se cortó de inmediato el chorro de ayuda internacional que sostenía gran parte de la economía afgana. “La semana pasada, el Banco Mundial congeló su ayuda a Afganistán, y argumentó su preocupación por las perspectivas de desarrollo en ese país, sobre todo para las mujeres, bajo el gobierno de los talibanes”, señalaron periodistas de The Washington Post. “El FMI también ha bloqueado el acceso a los 460 millones de dólares de reservas de emergencia que tiene Afganistán. Estados Unidos, por su parte, bloqueó alrededor de 7000 millones de dólares en reservas internacionales del banco central afgano en instituciones estadounidenses.”
Esas medidas permiten que Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional mantengan cierto grado de influencia sobre los poderes fácticos en Kabul, incluso después de la evacuación de las tropas y los diplomáticos extranjeros. Pero esas medidas también preparan el escenario del posible colapso económico del país. La ayuda exterior representa alrededor del 40% del producto interno bruto de Afganistán, y el afgani, la moneda del país, no deja de caer desde el ascenso de los talibanes al poder.
Las diversas agencias de Naciones Unidas vienen advirtiendo sobre las crisis en cascada que azotan a Afganistán. La semana pasada, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) informó que actualmente 1 de cada 3 afganos pasa hambre, y que hay 2 millones de niños afganos desnutridos que pueden requerir asistencia urgente.
“Se avecina una tormenta perfecta, fruto de varios años de sequía, conflicto bélico y deterioro económico, a lo que se suma el Covid”, declaró a la agencia Reuters el director ejecutivo del PMA, David Beasley. “El número de personas que va camino a sufrir la hambruna se disparó a 14 millones”, dijo Beasley, y agregó que sin fondos de emergencia de donantes internacionales, su agencia no podrá asistir a Afganistán y que peligrará la vida de millones de personas.
Durante la pandemia, las principales iniciativas humanitarias internacionales no han recibido fondos suficientes. Y ese es claramente el caso de Afganistán: el pedido de ayuda humanitaria de la ONU para ese país fue de 1300 millones de dólares, pero solo ha recibido el 39% de los fondos requeridos. Para colmo, el limbo político en que se encuentra Kabul y las dudas sobre si los talibanes permitirán o no el ingreso y distribución de la ayuda internacional complican aún más las cosas.
El martes, el secretario general de la ONU, António Guterres, anunció que en los próximos días se lanzará un reclamo de ayuda urgente para Afganistán. Guterres dijo que alrededor de 18 millones de personas, la mitad de la población de Afganistán, puede llegar a necesitar algún tipo de asistencia humanitaria para sobrevivir. “La gente está perdiendo acceso a bienes y servicios básicos todos los días”, señaló Guterres. “Estamos ante una catástrofe humanitaria en ciernes.”
El lunes, en una reunión informativa, Hervé Ludovic De Lys, representante de UNICEF en Afganistán, dijo que hay unos 10 millones de niños afganos que necesitan asistencia humanitaria urgente. “En un país que ya era uno de los peores lugares del mundo para los niños”, dijo De Lys, ahora hay nuevos y desgarradores informes de menores violentados por las milicias y reclutados como niños soldados.
“En un contexto de conflicto e inseguridad, los niños viven en comunidades que se están quedando sin agua debido a la sequía”, dijo De Lys. “Faltan vacunas, incluida la vacuna contra la polio, una enfermedad que en los niños puede causar parálisis de por vida. Muchos están tan desnutridos que yacen tendidos en camas de hospital, tan débiles que no pueden ni estirar la mano.”
A eso se suma el impacto del cambio climático. La semana pasada, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación advirtió que “una sequía que empeora día a día” amenaza los medios de subsistencia de unos 7 millones de trabajadores rurales afganos. Hay áreas de Afganistán donde el aumento de las temperaturas duplica el promedio global, mientras que las típicas lluvias de primavera son cada vez más irregulares.
“La guerra ha exacerbado el impacto del cambio climático. No olvidemos que durante 10 años, más del 50% del presupuesto nacional afgano fue destinado a la guerra”, le dijo la semana pasada Noor Ahmad Akhundzadah, profesor de hidrología en la Universidad de Kabul, al diario The New York Times. “Ahora no hay gobierno y el futuro es incierto. La situación actual es totalmente desesperante.”
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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