La guerra que marcó la doctrina de Obama
WASHINGTON.– El presidente Barack Obama cumplió su promesa de campaña de terminar con la guerra de Irak y presentó el retiro de las últimas tropas como una oportunidad de volcarse a la construcción de su propia nación.
Pero las lecciones que deja la guerra de Irak siguen sobrevolando las decisiones de política exterior de su gobierno, dando forma –y limitando– el modo en que se proyecta el poderío norteamericano en el mundo.
La guerra que Obama nunca quiso pelear tuvo su peso en debates de orden interno, dictó prioridades y muchas veces acotó las opciones de Estados Unidos.
Concretamente, la rápida salida norteamericana de Irak influirá en el modo en que Estados Unidos maneja el desenlace en Afganistán, donde las fuerzas de la OTAN han acordado entregar el control de la seguridad y retirarse para 2014. Según los analistas, podría impulsar a un gobierno cansado de las guerras a adelantar su salida de Afganistán.
El retiro de Irak también ha volcado la balanza del poder en Washington de los comandantes militares, que estaban desesperados por dejar soldados en Irak, hacia los asesores civiles de Obama, ocupados en calcular si el regreso a casa de los soldados antes de Navidad puede aumentar las chances de su jefe de ser reelegido.
"Las discusiones sobre el cronograma de retiro era muy acaloradas", dijo Benjamin J. Rhodes, subasesor en seguridad nacional. Al advertir que Irak no es un precedente exacto para Afganistán, Rhodes dijo: "No deben quedar dudas de nuestro compromiso con el cumplimiento del cronograma previsto para Afganistán".
Rodhes, encargado de escribir los discursos de Obama sobre política exterior durante la campaña de 2008, dijo que el presidente "construyó todo el andamiaje de su política exterior basado en Irak".
Ese andamiaje tenía dos argumentos fundamentales: que Irak había distraído a Estados Unidos de la verdadera batalla que se libraba en Afganistán y que había desprestigiado a Estados Unidos en el mundo. Las consecuencias directas de esos argumentos fueron dos de los proyectos del gobierno más significativos en materia de política exterior y seguridad nacional: la letal estrategia contraterrorista de Obama y su reciente serie de iniciativas diplomáticas y militares en Asia.
Las incursiones con aviones espía y los ataques comando –que según las autoridades terminaron con la vida de 22 de los 30 líderes máximos de Al-Qaeda, incluyendo a Osama ben Laden– se inspiraron en los ataques nocturnos de las tropas norteamericanas contra las milicias en Irak.
El énfasis de Obama por recuperar el lugar de Estados Unidos en Asia creció a la sombra de la "recalibración estratégica" en la posguerra de Irak. La guerra ha consumido el tiempo y los recursos que Estados Unidos podría haber utilizado en otras partes del mundo, lo que permitió que China expandiera su influencia.
Durante los primeros días de su presidencia, mientras Obama consideraba el envío de un refuerzo de tropas a Afganistán, todavía era muy fuerte la influencia del general David Petraeus, que, recién bajado del barco de su exitosa campaña en Irak, presionaba por una ambiciosa estrategia de contrainsurgencia en ese país.
Ya en 2011, sin embargo, Obama había elaborado su propia opinión sobre el uso de la fuerza militar. Su reticente intervención en Libia llevaba el sello distintivo de las operaciones del post-Irak.
"El mayor legado [...] fue que los militares norteamericanos no pueden determinar los resultados –dijo Vali Nasr, un ex asesor del Departamento de Estado–. Eso llevó a cierta vacilación de nuestra parte acerca del uso de la fuerza militar."
Obama estableció gran parte de su compromiso con una política exterior multilateral, a diferencia de la invasión de Irak ordenada por George W. Bush. Esa actitud fue generada por la convicción de que Estados Unidos debía trabajar en conjunto con otros y forjar consenso con el propósito de restaurar su influencia moral.
Pero también es reflejo de una apretada realidad económica: con más de 800.000 millones de dólares de la guerra de Irak –y casi 450.000 gastados en Afganistán–, Estados Unidos ya no puede afrontar otra gran campaña militar emprendida en soledad.
Traducción de Jaime Arrambide
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