A pesar del apoyo mayoritario al gobierno Zelensky, el nivel de compromiso varía significativamente de región a región; los líderes más firmes contra Putin y la estrategia que descolocó al presidente ruso
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El 2 de marzo de 2022, seis días después de que Rusia lanzara su “operación especial” contra Ucrania, la Asamblea General de la ONU se reunió en una sesión extraordinaria para votar una resolución que condenaba dicha acción. A pesar del contundente apoyo a Ucrania, el nivel de compromiso ha variado enormemente de región a región. Mientras algunas naciones se limitaron a expresarse por la vía diplomática, otras avanzaron con duras sanciones económicas contra Moscú u optaron por enviar todo tipo de armamento al ejército ucraniano, que desde hace más de tres meses intenta repeler los ataques, cada vez con mayor dificultad.
Aunque aquella votación no tenía carácter vinculante, el resultado delineó las distintas posiciones en el tablero geopolítico. De los 181 países presentes ese día, 141 afirmaron su compromiso con “la soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial” de Kiev y exigieron que Moscú “deje inmediatamente de recurrir al uso de la fuerza y retire completamente y sin condiciones todas sus fuerzas militares”. En cambio, 35 se abstuvieron de votar y solo cinco rechazaron la medida (Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria).
Los expertos coinciden en que Estados Unidos y Europa -con algunos matices-, han liderado la respuesta diplomática y económica contra la ofensiva de Vladimir Putin, así como la asistencia militar a Ucrania. “Algunos países se sintieron inclinados a adoptar una línea más dura, entre ellos Estados Unidos, el Reino Unido, Polonia y otros estados de Europa Oriental y Central.”, dice a LA NACION Richard Caplan, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford.
Si se observan las promesas de ayuda militar entre el 24 de febrero y el 18 de mayo registradas por el Rastreador de Apoyo a Ucrania del Instituto Kiel para la Economía Mundial, Washington es el principal contribuyente con más de 26.000 millones de dólares. El segundo país es el Reino Unido, con 2500 millones de dólares. En términos relativos, los compromisos de los dos países representan aproximadamente el 0,1% del PBI. Si se toma esa métrica, los vecinos más pequeños de Ucrania contribuyeron más a su esfuerzo bélico. Polonia, por ejemplo, destinó el 0,3% de su PBI y Estonia el 0,8%.
“Por su parte, Francia y Alemania han liderado la respuesta diplomática al mantener conversaciones telefónicas regulares con el presidente Putin con el objetivo de transmitirle el mensaje de Occidente y buscar una solución a la crisis, pero sin renunciar a las exigencias de Kiev”, señala Pierre Morcos, profesor invitado del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). “Además, junto con Italia, han desempeñado un papel definitivo en la elaboración e impulso de un ambiciosos paquetes de sanciones”, añade.
En términos generales, los expertos subrayan la unidad y la celeridad en la reacción de Europa frente a la agresión de Moscú. “Me ha sorprendido mucho la rapidez y resolución con que la Unión Europea en su conjunto ha sido capaz de responder”, desliza Caplan.
“Había muchas dudas los días previos a la invasión, pero creo que la brutalidad rusa fue tal que ha cimentado a los europeos y los ha obligado a adoptar una resolución lo más ambiciosa posible. Rusia tampoco esperaba una respuesta tan contundente y organizada por parte de la OTAN y eso ha sido un enorme error de cálculo por parte de Putin”, explica Morcos.
Giros inesperados
La guerra en Ucrania también ha provocado reacciones inesperadas e históricos giros de política exterior. Caplan pone como primer ejemplo a Alemania, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial buscó trazar un nuevo rumbo lejos del militarismo, y en este contexto abandonó su principio de no exportar armas a zonas en conflicto. Asimismo, tras recibir múltiples críticas por su débil posición, endureció su postura al suspender la certificación del gasoducto Nord Stream 2 y al tomar un rol preponderante en el diseño de paquetes de sanciones.
En tanto, Finlandia y Suecia, motivadas principalmente por su cercanía geográfica, han desistido de su histórica neutralidad y presentaron en mayo una solicitud para unirse a la OTAN, que este mes entrará en proceso de revisión.
Otro caso es Dinamarca, que renunciará a la cláusula de exclusión voluntaria que la ha mantenido al margen de la política de defensa europea durante 30 años. La población danesa votó este mes en un referéndum a favor de sumarse a las estructuras y proyectos comunitarios de ámbito militar.
Incluso Suiza rompió su imparcialidad y sorprendió al sumarse a las rondas de sanciones económicas de la UE.
Pérdida de relevancia de América Latina
En América Latina el escenario es completamente distinto. “La región se siente distante de este conflicto, tanto física como ideológicamente”, señala a LA NACION Ryan Berg, investigador principal del Programa de las Américas del CSIS.
El experto también destaca la pérdida de relevancia geopolítica de la región en los últimos años. “Estados Unidos se ha centrado en la competencia con Rusia y China, lo que incluye la catastrófica guerra en Ucrania, y ha delegado relativamente poco tiempo a América Latina”, analiza.
Es por eso que las acciones de las naciones latinoamericanas se han limitado principalmente a congraciarse con el gobierno de Volodimir Zelensky a través de pequeños gestos diplomáticos o tal vez, en pocos casos, como la Argentina o Chile, con el envío de ayuda humanitaria. Colombia, el único socio global de la OTAN en la región, fue un paso más allá y mandó un equipo de ingenieros a un país de la alianza para entrenar a los soldados ucranianos en desminado militar.
Sin condena
Otro grupo de países latinoamericanos decidió hacer la vista gorda. Bolivia, Nicaragua, Cuba y El Salvador se abstuvieron de condenar la invasión rusa. Nicaragua fue incluso un paso más allá y su presidente Daniel Ortega autorizó la semana pasada el ingreso de tropas y naves rusas al país, un gesto que fue considerado una provocación para Estados Unidos. Y Venezuela, que no está habilitada para votar en la ONU, manifestó públicamente su apoyo a Rusia.
“Me decepciona que todos los países de la región se apresuren a denunciar el ‘imperialismo estadounidense’ y no aporten el mismo nivel de vigor a su denuncia del imperialismo ruso. Parece un doble estándar fuerte”, lamenta Berg.
México y Brasil son dos casos ambiguos. Ambos titubearon al condenar la ofensiva acogiéndose a la bandera de la neutralidad y, cuando finalmente lo hicieron, se abstuvieron de votar a favor de la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Asimismo, los dos países enviaron señales confusas: en México, un grupo de diputados inauguró un denominado grupo de amistad con Moscú a un mes del inicio de la guerra, mientras que en Brasil, el presidente Jair Bolsonaro elogió a Putin en varias instancias.
“Algunos países, especialmente Brasil, dependen de los nitratos rusos para los fertilizantes. Es probable que eso haya causado cierta vacilación al criticar la guerra con demasiada fuerza. Brasil también mantiene vínculos con Rusia a través de la organización BRICS”, evalúa Berg.
Por distintos motivos, las posturas de Turquía, Hungría y China configuran otro capítulo. Por ejemplo, Ankara entró en un áspero debate con los otros miembros de la OTAN por el posible ingreso de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica, que amenaza con bloquear gracias a su poder de veto. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan acusa a las naciones nórdicas de estar en contacto con las milicias kurdas, a las que considera terroristas, y demanda la extradición de ciertos individuos y el cese de los embargos armamentísticos impuestos por dichos países tras el inicio de la incursión turca en el norte de Siria en 2019.
Hungría, miembro de la UE, ha intentado boicotear todos los paquetes de sanciones del bloque. Budapest importa desde Rusia el 65% del petróleo y el 85% del gas que consume. Asimismo, el primer ministro Viktor Orban, conocido por su conservadurismo social y nacionalista, y su euroescepticismo, es uno de los líderes europeos más cercanos al Kremlin.
Otro país que ha mostrado un comportamiento errático es China, que se abstuvo de condenar la invasión. Aunque el presidente Xi Jinping ha asegurado que su país es neutral y que la paz es su prioridad, sus acciones no parecen coincidir con sus palabras. Pekín ha manifestado en reiteradas ocasiones su interés en profundizar los lazos con su vecino e incluso participó en un ejercicio militar conjunto con Moscú sobre las aguas de Japón durante una cumbre en Tokio en la que estaba presente el presidente Joe Biden.
Según Berg, los casos de apoyo a Rusia no respetan necesariamente una línea ideológica exclusiva. “Para la izquierda, la retórica de política exterior de Putin es atractiva. Habla de un mundo multipolar en el que Estados Unidos está en declive mientras Rusia y China son potencias inexorables en ascenso que buscan desplazarlo. Para la derecha, especialmente la derecha populista, creo que la retórica interna de Putin atrajo a ciertas personas como defensores de los valores tradicionales contra el progresismo”, concluye el experto.
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