La Guerra del Golfo, primer capítulo del nuevo ataque
Como ahora, aquella ofensiva sobrevino tras el fracaso de la diplomacia Marcó el inicio de las guerras televisadas Y se propuso objetivos que no alcanzó a cumplir
"Estamos determinados a eliminar el potencial nuclear de Saddam Hussein." Cualquier distraído podría atribuir la frase a George W. Bush. Pero la pronunció su padre hace doce años, cuando se dirigió a su país como presidente dos horas después de lanzar, el 17 de enero de 1991, la operación Tormenta del Desierto contra Irak.
Aquel ataque no resultó una sorpresa. Como el de ayer, llegó después de afiebrados esfuerzos diplomáticos para solucionar la crisis por la vía pacífica. De nada sirvieron los afanes mediadores del secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, que resultaron tan inútiles para detener la guerra como lo fueron en los últimos días los desvelos de Francia y Alemania.
Hasta aquí las coincidencias. Porque aquel ataque no levantó la oposición de pueblos, gobiernos y personalidades que despertó éste. Hay una diferencia: entonces, Saddam ocupaba Kuwait desde agosto de 1990, y el Consejo de Seguridad de la ONU le dio un ultimátum claro y preciso: si para el 15 de enero no retiraba su ejército de su vecino del Sur el uso de la fuerza estaba permitido.
Saddam no obedeció, y lo que siguió cabe en una línea. "Esto se siente como el centro del infierno", dijo el periodista Bernard Shaw, que a las 2.38 de una noche sin luna miraba desde el noveno piso del Hotel Al-Rashid, en Bagdad, las primeras señales de la "primicia" que junto con sus compañeros de la CNN daría a más de 10 millones de espectadores. Esa noche, los aliados lanzaron sobre Irak 18.000 toneladas de explosivos, más del doble de la fuerza que detonó sobre Hiroshima en 1945.
Unos 580.000 soldados aliados desplegados alrededor de Irak, junto con 60 navíos, 750 aviones y 1200 tanques, se enfrentaban con los 540.000 soldados del ejército de Saddam. "Haremos nadar a los enemigos en su propia sangre", amenazó el líder iraquí.
Guerra televisada
Muchos describirían la Guerra del Golfo como el primer conflicto bélico televisado. Y lo cierto es que los informes de los aliados incluían videos y fotos satelitales que ilustraban sus logros militares. Acompañados con términos como "daño colateral" y "golpe quirúrgico", las imágenes remitían a los juegos de computadora. La antítesis de lo que había sido Vietnam.
En el terreno, la devastación de los bombardeos estaba lejos de la asepsia que mostraba la pantalla. El mundo conoció el costo humano de la operación el 13 de febrero, cuando un avión norteamericano lanzó dos bombas de 900 kilos en Amirya, sobre un blanco señalado como un búnker iraquí. Cientos de mujeres y niños se refugiaban allí todos los días. Murieron 314 personas; entre ellas, 130 niños.
Mientras Saddam incendiaba los pozos petroleros kuwaitíes y lanzaba misiles Scud sobre Israel y Arabia Saudita, el 24 de febrero los aliados iniciaban la campaña terrestre.
Dos días después, Saddam anunció su retirada de Kuwait. El 27 de febrero, Bush declaró la liberación de Kuwait y la coalición de 34 países liderada por Estados Unidos (entre los que estaba la Argentina, único país latinoamericano) festejó la victoria.
Con un costo de 61.000 millones de dólares, la guerra dejaba unos 100.000 soldados iraquíes muertos y 300.000 heridos; entre los estadounidenses hubo 148 bajas. Según Bagdad, más de 35.000 civiles perdieron la vida durante los bombardeos.
Antes de atacar, Bush padre se propuso liberar Kuwait y destruir el potencial nuclear y químico de Saddam. Hoy, el hijo -contra la opinión pública mundial- decidió completar la tarea por la fuerza, con el agregado de un nuevo objetivo tan ambicioso como temerario: el cambio de régimen.
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