La gran preocupación del Foro de Davos: la globalización está bajo asedio
En el contexto más complicado en varias décadas, este año el Foro llama en su lema a “la cooperación en un mundo fragmentado”; varios de los principales líderes, ausentes
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DAVOS.– Hace una década, los grandes operadores políticos y los peces gordos de las corporaciones se reunieron aquí, en los Alpes suizos, con una consigna entusiasta. Era el momento del “dinamismo resiliente”, declaraban en 2013 los organizadores del Foro Económico Mundial. Explicaron que después de las penurias de la crisis financiera global, el mundo había pasado a una “fase poscrisis”. Y era tarea de las élites reunidas en Davos impulsar profundas reformas en aras de la “sustentabilidad” y la “competitividad” económicas, el eterno lema del foro de Davos que abreva en el ideario del liberalismo que siempre dictó su funcionamiento y según el cual hacer el bien no debe interferir con los márgenes de ganancia.
Diez años después, parece haber menos optimismo. En vez de una “fase de poscrisis”, ahora se habla mucho de la “permacrisis” de un mundo sacudido por un aluvión interminable de calamidades: guerras, catástrofe climática, caos en el mercado energético, inflación, hambrunas y epidemias, inestabilidad política y creciente desigualdad económica. El lema de este año, un quejoso llamado “a la cooperación en un mundo fragmentado”, más bien parece reflejar rupturas que ya ocurrieron. Durante una ronda con periodistas, la semana pasada, Borge Brende, presidente del Foro, dijo que el encuentro de este año se da “en el contexto geopolítico y geoeconómico más complicado en décadas”.
Al tope de la agenda figura la preocupación por una posible recesión global. También el endiablado desafío del cambio climático y la guerra en curso en Ucrania, con su efecto cascada, como las disrupciones en la comercialización mundial de granos que contribuyó a desatar la hambruna en grandes regiones del África Subsahariana. Pero detrás de todo eso está la preocupación más profunda del Foro de Davos, una de las instituciones más indisolublemente conectadas con el neoliberalismo y el proyecto de la globalización: en una época de renacimiento de los nacionalismos y de rivalidad entre superpotencias, donde hasta Estados Unidos está embarcado en guerras comerciales, ¿cuál es el destino de la globalización?
La nota de tapa de la última edición de la revista The Economist, que todos los años intenta definir el “espíritu de la época” que rige en Davos, lamenta “la nueva lógica que amenaza la globalización”. El artículo también denuncia el “abandono de las reglas de libre mercado en favor de una política industrial agresiva” por parte del gobierno de Joe Biden, y apunta a los subsidios para impulsar la transición verde de Estados Unidos y a los nuevos esfuerzos para que el país se convierta en un semillero de fabricación de semiconductores.
Todo esto, argumenta la revista desde su liberalismo clásico, “desencadenó una peligrosa espiral proteccionista en todo el mundo” y erosiona el orden global que Estados Unidos tardó décadas en forjar y asegurar desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Según The Economist, eso puede poner en peligro “la causa de la democracia liberal y del capitalismo de mercado”.
Y los anfitriones de Davos piensan machacar sobre el tema. En el panel de lanzamiento de este martes por la mañana, los historiadores económicos Adam Tooze y Niall Ferguson reflexionaron sobre “desglobalización o reglobalización”. Este último concepto refleja las nuevas tendencias del momento, con gobiernos y empresas multinacionales que desvían sus cadenas de suministro de los lugares de conflicto y los Estados hostiles, algo evidente si se piensa en el significativo número de empresas occidentales que se fueron de Rusia y China.
“Diría que es un momento de reglobalización”, señala el ministro de comercio e industria de Malasia, Tengku Zafrul Aziz, parado en el pabellón de su nación en Davos, y agrega que a corto plazo tal vez a su país lo beneficie que las empresas y los negocios se alejen de China hacia los mercados del sudeste asiático, pero aclara que el panorama general es más preocupante.
“La gente se está aislando cada vez más”, dice Aziz. “Nos preocupa que a la larga aumenten los costos del comercio internacional”.
Asistencia
El Foro estima que este año asistirán más líderes políticos y empresariales que en ninguna edición anterior, incluidos más de 50 jefes de Estado o de gobierno, 56 ministros de economía, 19 presidentes de bancos centrales, 30 ministros de comercio y 35 cancilleres.
Pero brillan por su ausencia la mayoría de los líderes de las principales economías del mundo. El canciller alemán Olaf Scholz será el único líder de un país del G-7: lo más probable es que sus homólogos europeos hayan preferido ahorrarse la opinión de la élite económica mundial cuando en sus países enfrentan una crisis por el costo de vida.
Pero gran parte de las actividades del Foro tiene poco que ver con los políticos o los pronósticos apocalípticos de los gurúes económicos. Habrá decenas de debates y eventos que destacarán los ejemplos de innovación y colaboración en el sector privado, en áreas que van desde la seguridad alimentaria hasta la educación de los jóvenes y la silvicultura (el Foro Económico Mundial de Davos se ha comprometido a reponer un billón de árboles en todo el mundo). Apelando a la jerga tecnocrática, los organizadores hablan con optimismo del “cambio positivo de los sistemas” que impulsan los asistentes al foro, y de cómo empujan al mundo hacia un futuro más feliz y sustentable.
“Hay mucho cinismo en torno a Davos”, dice Penjani Mkambula, de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición, que trabaja en el desarrollo de granos fortificados con minerales y vitaminas en los países en desarrollo. “Pero en Davos también surgen muchas cosas positivas, se forjan asociaciones, se trabaja mucho, y a veces los resultados solo se pueden ver varios años después”.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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