La gran incógnita: ¿por qué un ataque químico?
BEIRUT- Mientras el presidente sirio, Bashar al-Assad, está cada vez más cerca de enfrentar un ataque con misiles liderado por Estados Unidos, la pregunta que se hacen sus críticos y sus defensores es la misma: ¿por qué lanzó un letal ataque con armas químicas en una escala aún nunca vista en la guerra civil que atraviesa su país -tal como lo afirman los funcionarios de Estados Unidos y sus aliados- cuando parecía que se estaba afianzando en el poder en medio de un conflicto en punto muerto y justo antes de que llegaran al país los inspectores de armas de la comunidad internacional?
Al-Assad y sus aliados cuestionaron esas acusaciones y sostuvieron que su gobierno no obtendría ningún beneficio lógico con el ataque. E incluso algunos de los que reclaman una respuesta militar expresaron su desconcierto sobre las razones que pudieron impulsar a Al-Assad a tomar una de las pocas decisiones capaces de convencer de actuar al reticente gobierno de Estados Unidos.
Si el gobierno sirio es responsable del ataque, algo que niega, las razones las conocen sólo Al-Assad y su círculo íntimo.
Pero los analistas militares dicen que el presidente y sus seguidores podrían tener muchas razones que para ellos tengan su lógica: aterrorizar aún más a los simpatizantes de la insurgencia, proyectar confianza con un abierto desafío a la comunidad internacional, o simplemente aumentar la tensión militar en algunos de los focos de combatientes rebeldes más estratégicos e irreductibles.
"Lo que tiene sentido militar y estratégico para Al-Assad no necesariamente tiene sentido militar y estratégico para nosotros", dijo Emile Hokayem, un analista militar del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
"Al-Assad está peleando su propia guerra, en sus propios términos, y a su propio ritmo. Tal vez esta vez haya cometido un error -tal vez no quiso matar a tantos, o supuso que la comunidad internacional había perdido interés-, pero eso no significa que desde su punto de vista no tenga sentido", agregó.
El ataque, en el que murieron cientos de personas de los castigados suburbios del este y sudoeste de Damasco, parece haber sido de lejos el ataque más extendido y letal con armas químicas que se haya producido en Siria, donde durante el último año se registraron ataques con gases tóxicos de menor escala, que ambos bandos se atribuyeron mutuamente ante la comunidad internacional.
Sin embargo y en más de un sentido, el episodio tal vez no represente un cambio, sino más la continuidad del cariz que tiene esta guerra. Durante los dos años y medio que lleva el conflicto, Al-Assad aumentó progresivamente la intensidad de sus ataques contra la población civil de los barrios donde los rebeldes encuentran apoyo. Hokayem la llama estrategia de "intensificación y desensibilización gradual" de la opinión pública local e internacional.
Las fuerzas del gobierno usaron armas convencionales burdas e imprecisas, lanzando misiles Scud y desatando fuego de artillería y bombardeos aéreos sobre ciertos barrios, con ataques que al parecer estaban destinados más a sembrar el terror y castigar a los habitantes que a obtener alguna ventaja estratégica específica. Mientras que la matanza de la semana pasada parece haber sido la mayor masacre de esta guerra, las armas convencionales mataron a miles de personas más que las armas químicas.
Aún después de que los gobiernos de Occidente aseguraron que las fuerzas del gobierno sirio habían usado armas químicas prohibidas, como el gas nervioso, cruzando así la "línea roja" que alguna vez mencionó Obama, los ataques no provocaron una respuesta visible.
Y en las últimas semanas, con Estados Unidos y sus aliados cada vez más asqueados por la presencia de elementos extremistas entre los rebeldes y por la perspectiva de que su caída suma a toda la región en un caos todavía más profundo, Al-Assad pudo observar cómo los generales egipcios presidían la matanza de más de 1000 manifestantes islámicos, también con pocas repercusiones internacionales.
Algunos analistas dicen que una creciente sensación de impunidad habría llevado a Al-Assad a creer que podía salirse con la suya con un ataque mucho más extenso que los anteriores.
Otros sospechan que sólo se proponía un pequeño aumento gradual del uso de químicos y que se produjo un error táctico que explicaría la elevada tasa de víctimas y las fotos de cadáveres de niños envueltos en sábanas blancas, que llevaron la indignación internacional a otro nivel.
En la víspera del ataque del miércoles de la semana pasada, las fuerzas de Al-Assad habían consolidado sus posiciones en las afueras de la ciudad de Homs, en el centro del país, con el objeto de asegurar el densamente poblado corredor que va desde Damasco a través de los bastiones del gobierno en la zona costera hasta la ciudad de Aleppo, en el norte de Siria.
Pero la capital sigue rodeada de suburbios insurgentes, donde a pesar del bombardeo incesante todavía vive la mitad de la población y de los cuales el gobierno ha sido incapaz de desalojar a los rebeldes.
Traducción de Jaime Arrambide
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