La gira del Papa: fue a un tradicional colegio religioso en Palermo, se hizo monja y hoy es la única argentina en Timor Oriental
Esta misionera porteña de 37 años se dedica al acompañamiento pastoral en la montaña, pero su vocación es la educación, que es el gran desafío de este remoto país del sudeste asiático; “Mucha gente cree que ver a Francisco es verlo a Jesús”, dijo a LA NACION
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DILI, Timor Oriental.- La única argentina que vive en Timor Oriental se llama María Cecilia Andereggen. Porteña de 37 años, con apellido de origen suizo, fue al colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en Palermo, algo que la marcó a fuego.
A los 19 años, entró a la congregación Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en la que, luego de estudios y misiones, se hizo monja. Y desde 2017 vive en Bazartete, uno de los confines remotos de este país del sudeste asiático, en plena montaña. Allí, se ha vuelto famosa por andar en moto por diversas aldeas para llevarle el Evangelio a niños, familias y ancianos de esta excolonia portuguesa mayoritariamente católica.
“Mucha gente cree que verlo al Papa es verlo a Jesús”
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 10, 2024
El testimonio de la única argentina 🇦🇷 que vive en Timor Oriental 🇹🇱 pic.twitter.com/2cmURKqvqg
“Tuve que aprender a andar en moto porque donde yo estoy es una comunidad que está en la montaña, aunque es selva también, porque esto es clima tropical. Ahí nosotras nos dedicamos sobre todo a la educación: acompañamos una escuela primaria que es una escuela rural y un jardín de infantes que está al lado de nuestra casa. Después, en otra aldea que está a media hora, también tenemos otro jardín de infantes”, contó a LA NACION esta misionera argentina, que suele enseñar matemáticas a los chicos y que aprendió a hablar “tetum”, el idioma local.
“Antes era una chica urbana, viviendo en Buenos Aires, y ahora estoy en un área rural muy pobre, donde se da una economía de subsistencia: la gente vive de lo que cultiva y para conseguir dinero, va al mercado que hay una vez por semana y vende lo cosechado”, contó, al destacar el cambio enorme que hubo en su vida. “Pero me siento en casa”, aseguró, muy serena y, como todos en este país, de fiesta por la visita del papa Francisco.
“El Papa iba a venir ya hace unos años, pero después con la pandemia se canceló la visita y la verdad es que no nos esperábamos que viniera realmente ahora, fue increíble cuando se confirmó la visita”, comentó.
A bordo de su moto -que no suele traer a Dili porque es más caótico-, la misionera argentina suele hacer acompañamiento pastoral en diversas aldeas. “Llevo la comunión a los enfermos y hago celebraciones de la palabra cuando los curas no pueden ir”, dijo. Contenta de poder estar hablando en castellano con una compatriota, María Cecilia subrayó que, más allá de la pobreza -que afecta a la mitad de la población, junto a la altísima desocupación-, el principal desafío de Timor Oriental es la educación. “Faltan recursos, faltan maestros, faltan libros”, lamentó.
Para explicar la euforia de los timorenses ante la visita del Papa Francisco, por otro lado, recordó la que hizo Juan Pablo II en 1989. “Entonces estaba todavía la ocupación indonesia, fue una cosa muy importante para los timorenses. Este es un país muy nuevo, independiente desde 2002 y que haya venido ahora el Papa de nuevo, pero ya en independencia, es interpelante y la gente lo lo vive con mucha alegría”, explicó.
“Hay mucha gente todavía sobreviviente de la guerra, que ha luchado mucho por la independencia. Y la Iglesia católica apoyó mucho el tema de la resistencia. Sin contar que la gente es muy muy católica. Es como que dice ‘ay, el Papa viene a Timor, que es un país tan pequeño, pero sabe que la mayoría somos católicos’ y se siente muy muy feliz”, ahondó.
Como todos en Timor Oriental, María Cecilia se levantó al alba y “bajó” a Dili desde la montaña para estar primero por la mañana en la catedral en el encuentro que el Papa tuvo con religiosos; y por la tarde, en la misa multitudinaria que hubo en la explanada de Taci Tolu, a la que fueron 4000 fieles de su parroquia. “Fue impresionante, cuando bajábamos de la montaña se veían decenas de camiones repletos de gente, todos yendo hacia Dili para verlo al Papa”, describió.
¿Qué significa su visita? “Para mí es la presencia de la Iglesia que quiere ser pobre y para los pobres, en un pueblo que es pobre. Para mí es como volver al Jesús pobre y humilde que nos invita a reconocerlo en el pueblo. Y a volver a la esencia del Evangelio”, dijo.
Al comentar la impactante recepción, las miles de personas emocionadas, llorando, que se volcaron a las calles, explicó que, más allá de que en este pequeño país estuvieron meses preparando esta visita, “mucha gente cree que ver al Papa es verlo a Jesús” y hay personas que hasta esperan milagros.
Al respecto, contó que circula una versión de una niña que no hablaba a quien el Papa abrazó en Indonesia, en la primera etapa de la gira, que ahora habla. Y mostró cómo se hicieron virales las imágenes de tres palomas blancas que revolotearon debajo de su asiento ayer, cuando el Papa saludaba a la multitud desde una camioneta blanca después de haber aterrizado. “¡Todos dicen que es el Espíritu Santo!”, reveló, sonriente.
¿Qué es lo que más extraña de la Argentina? “Capaz que la comida. La comida acá es buenísima, pero es distinta. Y a veces, claro, a uno le hace falta. Yo tomo mate, de hecho me lo llevé a la misa, y cada vez que voy a la Argentina traigo muchos kilos de yerba. La última vez traje 13 kilos”, contestó. “Y por supuesto extraño a mi familia, a mis amigos y a mis amigas. Pero eso también se va reubicando con el tiempo. Cuando les dije que me venía para acá, a Timor, se sorprendieron porque ni siquiera yo sabía dónde estaba en el mapa. Pero ellos siempre acompañaron mi vocación, así que están bien”, señaló. “Y como dije antes -concluyó-, acá me siento en casa”.
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