La gestión de la pandemia le hace perder a Bolsonaro su bandera de lucha contra la corrupción
Las irregularidades en la compra de vacunas y la investigación en el Congreso derribaron uno de los pilares que lo llevaron a la presidencia, lo que puede complicar su reelección
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RÍO DE JANEIRO.– En las elecciones del 2018, Jair Bolsonaro fue elegido con 57,79 millones de votos (55,13%), con un discurso que tenía tres pilares esenciales: combate de la corrupción, ataque al sistema político tradicional y defensa de valores morales conservadores. Hoy, en medio de escándalos de corrupción que involucran a la familia Bolsonaro, incluido el jefe de Estado, y al Ministerio de Salud, y con el gobierno absolutamente dependiente de su alianza con los partidos del llamado “centrão” (centro), podría decirse que dos de esos tres pilares están tambaleando. Una reciente encuesta del instituto Datafolha mostró que para 52% de los brasileños Bolsonaro es deshonesto.
Hace un año, la misma encuesta decía que el 48% de los entrevistados consideraba al presidente honesto y solamente el 38% opinaba lo contrario. Bolsonaro no es el primer jefe de Estado brasileño que enfrenta denuncias de corrupción durante su gestión. Su archienemigo, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, probable rival en las elecciones presidenciales de 2022, enfrentó gravísimas denuncias en sus gobiernos y no por eso dejó de ser reelegido ni de, menos aún, lograr la elección de su sucesora, Dilma Rousseff. No se descarta, por lo tanto, que Bolsonaro atraviese la tormenta y resurja de las cenizas. Pero el presidente brasileño vive hoy, sin dudas, su peor momento, con un 51% de los brasileños que consideran que es un presidente malo o pésimo.
Como explica el profesor de gestión de políticas públicas de la Universidad de San Pablo (USP) Pablo Ortellado, “hoy la tendencia es claramente un declive de Bolsonaro y la corrupción es una parte importante de la ecuación”.
La tendencia es claramente un declive de Bolsonaro y la corrupción es una parte importante de la ecuación
El profesor tiene la costumbre de observar el comportamiento de seguidores de Bolsonaro en las redes sociales. Hoy, ante la ola de denuncias sobre supuestas negociaciones de sobornos en la compra de vacunas, de las que Bolsonaro habría sido informado (y de las cuales podrían haber participado funcionarios de su gobierno) y no hecho nada, la reacción de los bolsonaristas es defensiva. Sus fieles admiradores hablan de persecución y descalifican a la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del Senado, a la que Bolsonaro viene desafiando permanentemente.
Las audiencias de la CPI son transmitidas diariamente por el canal de TV del Senado, y cuando los testigos y denunciados son relevantes, los principales canales dedican un espacio enorme al tema. Permanentemente, los brasileños escuchan relatos sobre la acción negligente del gobierno en una pandemia que ya mató más de 530.000 brasileños. A eso se sumaron las denuncias de corrupción en el Ministerio de Salud en la compra de vacunas.
Rechazo
La avalancha de malas noticias para el gobierno elevó el índice de rechazo electoral a Bolsonaro a más del 60%, destaca el periodista José Casado, columnista de la revista Veja. Hace seis meses, recuerda Casado, ese mismo índice estaba entre 40% y 45%. “Los escándalos de corrupción que están siendo revelados en paralelo [por la prensa] y dentro de la CPI son como un programa de TV de hasta diez horas por día. Eso se suma al enorme número de muertos en la pandemia. Es como si Brasil estuviera exhumando a sus muertos por Covid-19 y destapando, al mismo tiempo, los negociados del gobierno. Es difícil que un presidente resista a eso”, señala.
Para Casado, la percepción de que el gobierno de Bolsonaro es corrupto aumentó y va a seguir aumentando. Y a eso se suma la confirmación de que es un gobierno que fue negligente en la administración de la pandemia. “El discurso anticorrupción de Bolsonaro perdió total credibilidad. Por otro lado, Lula también tiene un rechazo superior a 40%. Hoy, entre 30% y 40% de los brasileños quisieran una alternativa a la polarización entre ambos, el problema es que aún no surgió una alternativa fuerte”, explica.
Si en 2018 Bolsonaro captó votos entre electores independientes que se sintieron identificados con su discurso anticorrupción, hoy esos votos, que según el consultor político privado Leo Barreto representan 35% de los electores brasileños, están en duda. “Aunque la CPI sea controvertida y aún no existan pruebas concretas, existen dudas sobre la integridad del presidente y eso hace más difícil que mantenga votos que fueron cruciales en su elección”, dice Barreto.
Sin la bandera de la anticorrupción y del candidato antisistema, para ser competitivo en 2022, Bolsonaro necesita una combinación de factores: que la economía mantenga la tendencia de recuperación y la acentúe, baja de la inflación, creación de puestos de trabajo y buen ritmo del plan nacional de vacunación (14% de la población tiene las dos dosis y 39,7% solo una).
Mientras los escándalos de corrupción salpican al Ministerio de Salud y Bolsonaro y sus hijos siguen siendo blanco de denuncias sobre supuestos esquemas para apropiarse de los salarios de empleados de sus gabinetes, el hombre que tiene en sus manos las llaves para allanar el camino del presidente se llama Paulo Guedes. El ministro de Economía lo sabe y cada vez que se le pregunta sobre las sospechas de corrupción en el gobierno opta por minimizarlas.
Inquietud militar
Los que no minimizan lo que está ocurriendo son los militares, profundamente preocupados por el impacto que las denuncias –hay que recordar que el general activo Eduardo Pazuello fue ministro de Salud durante 10 meses de la pandemia y muchos otros militares trabajan en Salud– puedan causar a la imagen de la corporación. La semana pasada, después de que el senador Omar Aziz, presidente de la CPI del Covid-19, dijera que “hay militares involucrados en fraudes del gobierno”, el Ministerio de Defensa y los comandantes del Ejército, la Marina y la Aeronáutica firmaron un comunicado en el cual sostienen que “se trata de una acusación grave, infundada y, sobre todo, irresponsable”. La nota asegura, además, que las Fuerzas Armadas “no aceptarán cualquier ataque a las instituciones que defienden la democracia y la libertad del pueblo brasileño”.
La corrupción no solo complicó los planes de reelección de Bolsonaro, también volvió a elevar la tensión en los cuarteles y en la relación entre el gobierno y los demás poderes.
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