La frontera serbia, una nueva puerta de entrada a Europa
Miles de refugiados sirios y afganos logran entrar en la UE luego de un largo periplo
FRONTERA SERBO-HÚNGARA.- Cubiertas de picaduras de mosquitos por las noches a la intemperie, dos chicas sirias, una de seis y la otra de ocho años, están tendidas sobre una manta en medio de un monte de cerezos y damascos en el norte de Serbia, esperando para arrancar la próxima etapa de su largo viaje.
En pocas horas más, esas dos nenas vestidas de jogging, con la inscripción "Hollywood" cruzada sobre el pecho, se pondrán en marcha junto a un grupo de otros inmigrantes para intentar cruzar ilegalmente a Hungría.
De lograrlo, y tras haber viajado incluso durante meses, habrán ingresado en la Unión Europea (UE), donde tienen la chance de que les concedan asilo político o, en caso contrario, fundirse en ese vasto interregno sin fronteras y armarse una nueva vida.
"Tengo que llegar a Alemania", dice Iara, una chica de 22 años de las afueras de Damasco, que forma parte del mismo contingente. El grupo que se cobijó en este monte de frutales es parte de los casi 70.000 inmigrantes que cruzaron ilegalmente la frontera serbo-húngara en lo que va del año. Esa marea humana ha convertido los campos y las planicies inundables del río Tisza, que recorre la frontera, en un nuevo frente de combate en la batalla de la UE contra la inmigración ilegal.
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ordenó la construcción de un cerco de cuatro metros de altura para impedir el ingreso de los inmigrantes.
A diferencia de la ola de inmigrantes que atraviesan el Mediterráneo en barcazas destartaladas, aquí son pocos los que mueren y, por lo tanto, pasa más inadvertido a los ojos de la opinión pública. Pero durante este año, ya desplazó a Italia como mayor punto de ingreso de ilegales a la UE.
"Antes hablábamos de Italia y de Grecia. Y ahora tuvimos que sumarle Hungría", explica el comisionado europeo para los inmigrantes, Dimitris Avramopoulos.
Clandestinidad
Los inmigrantes convirtieron este rincón tranquilo y mayormente rural en una transitada ruta hacia la clandestinidad. En el espeso monte cercano a la frontera, el chillido de los pájaros se mezcla con el susurro de voces humanas. De improviso, se abre un claro donde un grupo de personas montó un campamento improvisado para descansar antes de cruzar la frontera. Hashmat tiene 18 años y cuenta que salió de Afganistán hace tres meses. Acaba de pasar seis días en los campos de los alrededores de la ciudad serbia de Subotica y ya está listo para cruzar a Hungría.
"Nuestro país está muy destruido", dijo Hashmat, en un inglés a medias. "Voy a Alemania."
En los campamentos abandonados de quienes ya siguieron camino, pueden verse prendas de ropa descartadas, botellas plásticas y pañales usados. Este lugar es la última parada en el largo y extenuante viaje de los inmigrantes. Muchos de ellos primero pasaron por Turquía, y luego hicieron el peligroso cruce en barco para ingresar ilegalmente en Grecia.
Amanece, y la cadena de inmigrantes que arrancó la noche del lado serbio empieza a aparecer en territorio húngaro. Poco antes de las 7, unos 30 hombres y mujeres afganos, algunos con bebes, atraviesan unos matorrales y una trinchera. Después de caminar unas cuatro horas, finalmente pusieron pie en Hungría y en la UE. Bajo la luz de la mañana, se escurren rápidamente tierra adentro entre los pastizales que bordean el camino.
Traducción de Jaime Arrambide
A. Vasovic y K. Than
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