La “frágil” economía mundial amenazada por el riesgo de una guerra regional en Medio Oriente
Después de las conmociones provocadas por la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, hay poco margen de maniobra si los combates entre Hamas e Israel se convierten en un conflicto regional
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LONDRES.- El temor a que la ampliación de las operaciones militares de Israel en Gaza escalen hasta convertirse en una guerra regional en Medio Oriente ensombrece las perspectivas para la economía global, ya que podría enfriar el crecimiento y reiniciar el ciclo de aumentos de precios de alimentos y energía.
Las naciones ricas y pobres por igual recién se estaban empezando a recuperar de una seguidilla de tres años de golpes económicos, entre ellos la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania. La corrosiva inflación venía bajando, el precio del petróleo se había estabilizado, y la anticipada recesión logró ser evitada.
Ahora, algunas de las principales instituciones financieras internacionales y de los inversores privados advierten que esa frágil recuperación podría frustrarse.
“Es la primera vez que se producen dos shocks energéticos al mismo tiempo”, dice Indermit Gill, economista en jefe del Banco Mundial, en referencia al impacto de las guerras de Ucrania y Medio Oriente sobre el precio del petróleo y el gas.
Esos aumentos de precios no sólo erosionan el poder adquisitivo de los hogares y las empresas, sino que también elevan los costos de producción de los alimentos, lo que a su vez profundiza los ya altos niveles de inseguridad alimentaria, en especial en países emergentes como Egipto, Sri Lanka y Pakistán.
En ese conexto, las naciones ya enfrentan niveles inusualmente altos de deuda pública, caída de la inversión privada y la recuperación más lenta del comercio internacional en cinco décadas, dificultándoles aún más salir de la crisis por vía del crecimiento. Además, el aumento de las tasas de interés aplicado por los bancos centrales para controlar la inflación complica el acceso al crédito tanto de los gobiernos como de los privados, y fomentan el incumplimiento y la cesación de pagos.
“Y todo esto ocurre al mismo tiempo”, apunta Gill. “Para la economía mundial, es una de las coyunturas más frágiles que se pueda imaginar.”
La evaluación de Gill refleja la de muchos otros analistas. “Este puede ser el momento más peligroso que el mundo haya visto en décadas” dijo el mes pasado el director ejecutivo del banco de inversiones JPMorgan Chase, Jamie Dimon, y agregó que para el mundo occidental “no hay nada más crucial que el conflicto en Gaza”.
Los recientes problemas económicos se ven fogoneados por conflictos geopolíticos cada vez más profundos que atraviesan continentes. Las tensiones entre Estados Unidos y China por las transferencias de tecnología y en materia de seguridad no hacen más que entorpecer cualquier avance conjunto en otros problemas, como el cambio climático, el alivio de la deuda para ciertos países o los conflictos regionales.
Además, el preponderancia actual de las tensiones políticas termina neutralizando las herramientas monetarias y fiscales tradicionales, como ajustar las tasas de interés o el gasto público.
Los brutales combates entre Israel y Hamas ya se han cobrado la vida de miles de civiles y han sumido en un dolor inenarrable a ambos bandos. Sin embargo, si el conflicto queda contenido, es probable que el efecto dominó sobre la economía mundial siga siendo limitado, según coinciden la mayoría de los analistas.
Jerome H. Powell, presidente de la Reserva Federal norteamericana, dijo el miércoles que “por ahora no está claro que el conflicto en el Medio Oriente vaya a tener efectos económicos significativos en Estados Unidos”, pero aclaró que “Eso no implica que no sea sumamente importante”.
Los productores de petróleo de Medio Oriente ya no dominan el mercado como lo hacían en la década de 1970, cuando los países árabes redujeron drásticamente la producción e impusieron un embargo a Estados Unidos y algunos otros países, después de que una coalición encabezada por Egipto y Siria atacara a Israel.
Actualmente, el mayor productor de petróleo del mundo es Estados Unidos, y las fuentes de energía alternativas y renovables representan una porción mayor del cóctel energética global.
“La situación es extremadamente volátil, incierta y preocupante”, dice Jason Bordoff, director del Centro de Políticas Energéticas Globales de la Universidad de Columbia. “Pero esta vez ninguno de los actores involucrados, incluidos Estados Unidos, Europa, Irán, y los países árabes del Golfo Pérsico, tiene interés en que este conflicto se extienda más allá de Israel y Gaza.”
“Consecuencias gravísimas”
Sin embargo, Bordoff advierte que los errores de cálculo, la mala comunicación y los malentendidos podrían desatar una escalada que ninguno de los países quiera.
Y una caída sostenida y significativa de la provisión mundial de petróleo, por la razón que sea, aletargaría el crecimiento y al mismo tiempo fogonearía la inflación, un combo maldito conocido como “estanflación”.
Según Gregory Daco, economista en jefe de la consultora EY-Parthenon, en el peor de los escenarios -una expansión regional de la guerra-, los precios del crudo podrían dispararse de los 85 dólares actuales a 150 dólares el barril. “Las consecuencias económicas globales de este escenario serían gravísimas”, entre ellas una leve recesión, desplome del precio de las acciones y una pérdida de 2 billones de dólares para la economía global, advierte Daco.
Pero lo que predomina en este momento es la incertidumbre, que tanto peso tiene en las decisiones de inversión y que podría desalentar a las empresas de expandirse a los mercados emergentes. Los costos de endeudamiento se dispararon y se cree que las empresas de numerosos países, desde Brasil hasta China, tendrán problemas para refinanciar sus deudas.
Al mismo tiempo, según la consultora Oxford Economics, mercados emergentes como Egipto, Nigeria y Hungría siguen sufriendo las heridas dejadas por la pandemia, con un crecimiento muy inferior al previsto.
Los conflictos en Medio Oriente y las consecuentes tensiones económicas también podrían aumentar el flujo de inmigrantes que se dirigen a Europa desde esa región y el norte de África. Mientras se tambalea al borde de una recesión, la Unión Europea está negociando con Egipto para aumentar la ayuda financiera y reforzar el control de la migración.
China, que recibe la mitad de sus importaciones de petróleo del Golfo Pérsico, está luchando contra el colapso del mercado inmobiliario, y el crecimiento de la economía china es el más débil en casi tres décadas.
Por el contrario, con su fuerte crecimiento Estados Unidos ha refutado todos los pronósticos. De julio a septiembre de este año, la economía norteamericana creció a una tasa anual de casi el 5%, gracias a la baja de la inflación, el ahorro acumulado y la fortaleza del mercado laboral.
Apuntalada por la confianza de los consumidores, la India también está en camino de lograr un buen desempeño, con un crecimiento estimado del 6,3% para el año fiscal actual.
La región que enfrenta las perspectivas más sombrías es el África Subsahariana, donde incluso antes de que estallaran los combates en Israel y Gaza ya se estimaba que la producción total caería un 3,3% a lo largo del año. Los ingresos subsaharianos no aumentan desde 2014, tras el desplome de los precios del petróleo, apunta M. Ayhan Kose, supervisor del informe anual Perspectivas Económicas Globales del Banco Mundial.
“El África Subsahariana ya vivió una década perdida”, apunta Kose en una entrevista. “Y ahora hay que pensar que le toca otra década perdida más.”
Y en cuanto a los mercados energéticos, “lo que pasa en Medio Oriente no se queda en Medio Oriente, sino que siempre tiene implicancias globales”, señala Kose.
Por Patricia Cohen
Traducción de Jaime Arrambide
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