Desde fines los 70, fueron testigos de primera mano del derramamiento de sangre en las calles de Palermo; el período brutal se recuerda como la mattanza
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Cualquier fotógrafo de periódico que trabajara en Palermo, en el apogeo del poder de la mafia siciliana, tenía que acostumbrarse a que le despertaran llamadas telefónicas en mitad de la noche.
Ha habido un asesinato, le diría su editor, antes de darle una dirección para que acudiera al lugar lo más rápido posible.
Correr para cubrir un asesinato o un arresto policial ya era bastante peligroso, pero peor era que te enviaran a fotografiar un funeral de la mafia.
A diferencia de un periodista, que podía mezclarse entre la multitud, ser fotógrafo significaba estar en primera línea, exponiéndose con su cámara a familiares enojados.
Y cuando acababas el trabajo, debías asegurarte de que nadie te había seguido a casa.
El fotógrafo Franco Zecchin recuerda bien esta vida.
Desde finales de la década de 1970, trabajó íntimamente con la legendaria fotógrafa Letizia Battaglia documentando la mortífera guerra entre bandas rivales de la mafia siciliana (también conocida como la “Cosa Nostra”) y el derramamiento de sangre desatado en las calles de la ciudad.
El período brutal se recuerda como la mattanza.
Zecchin y Battaglia, fallecida en 2022, también eran pareja y estaban enamorados.
Juntos organizaron un grupo de fotógrafos independientes (en su mayoría jóvenes de Palermo con muchas ganas de aprender el oficio) que trabajaban para el diario de izquierda L’Ora, famoso por sus investigaciones sobre la mafia.
Y su trabajo era un fotoperiodismo trepidante, por lo que su estilo fotográfico sobre la vida cotidiana en la ciudad –e incluso la impresión y el procesamiento de las imágenes– tenía que ser rápido, para poder pasar a la siguiente edición.
Sicilia estaba entonces en el centro de la atención de la prensa internacional y los fotógrafos tenían que estar disponibles las 24 horas del día.
Ir al cine significaba dejar una nota al encargado de la taquilla para que avisara si recibía una llamada del periódico.
Amenazas
Zecchin y Battaglia se enfrentaron a amenazas físicas reales.
Fueron maltratados y en ocasiones les rompieron sus cámaras.
Y hubo momentos en que cubrían cinco asesinatos por día.
Para Zecchin, el momento más escalofriante llegó cuando Battaglia recibió una carta anónima amenazadora advirtiéndole que saliera de la ciudad inmediatamente y que no regresara.
Pero Battaglia, que recibiría elogios internacionales por su trabajo, no se dejó intimidar.
“Es una cuestión de carácter”, le dice Zecchin a BBC Culture.
“Cuando estaba convencida de algo, iba en esa dirección sin esperar ni reflexionar demasiado sobre las consecuencias”.
A pesar de este peligro, o quizás a causa de él, su vida juntos en Palermo fue “una aventura”, dice Zecchin.
El trabajo de Battaglia y Zecchin se exhibe actualmente en la Fondazione Merz de Turín, junto con las fotografías de Enzo Sellerio, Fabio Sgroi y Lia Pasqualino.
La exposición, “Palermo Mon Amour”, recorre la vida pública de Palermo desde la década de 1950 hasta 1992, tanto en la violencia como en los momentos tranquilos y cotidianos.
La curadora Valentina Greco, oriunda de Palermo, le dice a BBC Culture que nacer en la ciudad en esa época “era nacer en un período muy violento”.
Y la vida bajo la mafia sigue fascinando: en 2023 se anunciará un nuevo museo de la mafia en Palermo, así como el drama criminal británico-italiano “The Good Mothers”.
La serie, que se podrá ver en la plataforma de Disney+, está basada en una historia real de tres mujeres que luchan para derribar a un clan mafioso desde dentro.
Código de silencio
Leoluca Orlando fue alcalde de Palermo durante más de 20 años.
Y desde su infancia recuerda que la ciudad era la capital de la mafia.
Era “una ciudad gris”, le dice a BBC Culture, en la que todos sabían sobre el control abrumador de la mafia, pero nadie hablaba de ello, gracias a un código de silencio estrictamente aplicado conocido como “omertà”.
La mafia siciliana mató a más de 1.000 personas entre 1978 y 1983, según un informe.
Y debido a su cargo, en ocasiones se consideraba que Orlando era un “muerto viviente” de la ciudad, es decir, su nombre estaba en la lista de objetivos de la mafia.
En muchas ocasiones tuvo que cambiar sus horarios en el último momento para evitar que la gente descubriera su ubicación. También vivió en un cuartel militar durante un tiempo, y una vez él y su familia incluso huyeron a Georgia porque el peligro era enorme.
En última instancia, fueron los infames asesinatos de los jueces antimafia Paolo Borsellino y Giovanni Falcone en 1992 los que iniciaron un cambio en Sicilia, dice Orlando.
“La gente reaccionó y dijo: ‘¡Basta! ¡Ya basta!’”, recuerda Orlando. “Fue realmente un momento importante”.
El inicio
Zecchin recuerda la primera vez que conoció a Battaglia en un taller de teatro organizado por el famoso director polaco Jerzy Grotowski, antes de que comenzaran su trabajo exponiendo a la mafia siciliana.
Battaglia había traído su cámara y estaba tomando fotografías, a pesar de que le dijeron que eso no estaba permitido.
“Para alguien como Battaglia, esto no era algo que se tuviera que respetar”, recuerda Zecchin con una sonrisa. Battaglia simplemente preguntó: “¿Por qué?”
Pero alguien la delató y cuando le pidieron que entregara su película, ella se negó.
Aunque se acababan de conocer, a Zecchin se le ocurrió un plan para ayudarla: en una tienda cercana, compró un rollo nuevo de película sin usar y se lo dio a Battaglia, diciéndole que lo hiciera pasar como suyo.
Ella aceptó la artimaña.
“Esto creó, por supuesto, algo entre nosotros”, dice Zecchin, “y después se convirtió en una historia de amor”.
Unos meses más tarde, Zecchin abandonó Milán, su ciudad natal, y se unió a Battaglia en su Palermo natal.
Battaglia, una de las primeras mujeres fotoperiodistas en Italia, llamó una vez sus trabajos que abarcan la guerra de la mafia “el archivo de sangre”.
Ícono de la fotografía
Autodidacta y armada con una cámara y un escáner de radio policial, ganaría muchos premios, incluido el prestigioso premio W Eugene Smith en 1985.
En 2019, se publicó un documental basado en su vida, “Shooting the Mafia”.
Según Greco, Battaglia es “sin duda, uno de los íconos de la fotografía italiana”.
Pero no siempre fue fácil ser una pareja de fotógrafos, dice Zecchin, explicando que tenían estilos muy diferentes.
Mientras que Battaglia siempre buscaba provocar una reacción de sus modelos – “Estoy aquí, estoy frente a ti, tengo una cámara”-, el estilo de Zecchin es más discreto, para “tratar de permanecer lo más silencioso posible”.
En la década de 1980, Battaglia, que luchaba con sus propios problemas psiquiátricos, según Zecchin, y a menudo fotografiaba a pacientes en instituciones psiquiátricas, siguió una carrera en política, sirviendo en el ayuntamiento de Palermo y en la Asamblea Regional de Sicilia.
Esperaba que su contribución política pudiera ser tan eficaz (o más) que su fotografía.
‘El Padrino es peligroso’
Durante décadas, Sicilia y la mafia siciliana han capturado la imaginación de artistas, escritores y cineastas.
La más destacada es el clásico policial de 1972 de Francis Ford Coppola, “El Padrino”, filmado en parte en Sicilia, que ocupó el segundo lugar en la lista de BBC Culture de las mejores películas estadounidenses jamás realizadas.
Pero mientras el alcalde Orlando califica de “fantásticos” El Padrino y su protagonista Marlon Brando, sostiene que el legado de la película de Coppola es “una tragedia para los sicilianos”.
Al crear un mensaje de que un jefe de la mafia como Don Vito Corleone es un buen hombre, sostiene Orlando, existe el riesgo de que la gente “olvide que los mafiosos son criminales terribles y crueles”.
Zecchin está de acuerdo y agrega que “El Padrino” y otras películas y programas de televisión similares son “peligrosos” porque no muestran adecuadamente el verdadero y devastador impacto en las víctimas de la mafia.
Para Greco, sin embargo, existe un rico mundo de cultura palermitana que captura la esencia de la vida en la ciudad, desde los escritos de la periodista Giuliana Saladino hasta las películas de Ciprì y Maresco.
El cambio es posible
Según Orlando, el Palermo actual se ha convertido en un símbolo de que el cambio es posible.
Aunque la mafia todavía existe en Sicilia, dice, hoy en día vivir en Palermo “puede ser emocionante y seguro”.
De hecho, como explica Orlando, el aeropuerto Falcone Borsellino de Palermo, que alguna vez fue un centro para que los mafiosos transportaran dinero y drogas, y para los periodistas que llegaban para cubrir la violencia, ahora está lleno de turistas.
“Palermo es hoy una ciudad turística”, dice Orlando.
“No era posible imaginar eso cuando gobernaba la mafia”.
Según un experto en viajes, el “efecto loto blanco”, llamado así por la comedia dramática de HBO ambientada en la isla italiana, significa que hoy en día puede resultar difícil reservar una habitación de hotel en Sicilia.
Palermo es una ciudad que ha sido reconstruida una y otra vez, dice Greco, “y eso definitivamente aumenta la fascinación”.
“Es una ciudad que tiene un gran sentimiento de amor hacia ella”, añade.
“Alguna vez fue un centro de gran violencia, pero ahora es más amor”.
La exposición “Palermo Mon Amour” se presentará en la Fondazione Merz de Turín hasta el 8 de octubre de 2023.
Por Harvey Day
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