Otro golpe traumático para un país de rodillas
BEIRUT.- ¿Cuánto puede soportar el país? A los mandatarios nacionales, de la índole que sean, les encanta exaltar la resistencia y el coraje de sus pueblos, pero en muchos casos ese tópico les sirve para no hacer nada para resolver los problemas que obligan a la gente a ejercitar esa constante resiliencia.
Y ese es el caso del Líbano , un país de rodillas por una abrumadora acumulación de calamidades. La explosión que devastó una enorme zona de Beirut fue el golpe más traumático para una sociedad que viene soportando infortunios durante generaciones, desde la hambruna y una cruenta guerra civil de 15 años, hasta la oleada de más un millón de refugiados sirios y un ciclo de caos político y anormalidad económica que terminó sumiendo a la clase media del país en la pobreza en apenas este último año.
Las redes sociales están repletas de video de celulares y cámaras de seguridad de la gigantesca nube en forma de hongo que cubrió toda zona costera de Beirut y de su impacto en toda la ciudad, convirtiendo el puerto en un cráter humeante y reduciendo a escombros edificios y casas de algunos de los barrios más elegantes.
Pero la tragedia no hizo más que profundizar el hartazgo y la desesperación de los libaneses. "¿Cuánto más podemos soportar?", se pregunta Nabil Allam, administrador financiero de un hospital de Beirut. "Crisis financiera, crisis política, crisis sanitaria, y ahora esto".
Allam compara las imágenes de la explosión en el puerto con las de la bomba atómica en Hiroshima.Otros analistas hablaron del "Chernóbil libanés", un accidente apocalíptico que dejó expuestos el fracaso incontestable y la corrupción de una clase política atrincherada en el poder.
Sobre el origen del estallido circularon todo tipo de rumores. ¿Tuvo que ver Hezbollah, la poderosa facción chiita? ¿Fue un atentado de Israel? Sin embargo, las investigaciones iniciales apuntan a un origen más prosaico, aunque no menos preocupante: negligencia y desdén.
"Les prometo que encontraremos a los responsables de esta catástrofe, y que pagarán el precio", dijo el primer ministro Hassan Diab. Pero a la mayoría de los libaneses se le terminó la paciencia con el establishment político.
Provenientes de las principales comunidades religiosas del Líbano, las elites políticas y las influyentes dinastías son consideradas responsables de haber presidido un derrumbe fiscal que hundió el valor de la moneda y borró de un plumazo los ahorros de toda la vida de los libaneses de a pie, mientras los cortes de luz y la basura apilada en las calles pasaban a definir la vida cotidiana de la gente.
El año pasado, las protestas provocaron la caída del gobierno, pero fue reemplazado por un gobierno tecnocrático que no se ganó la confianza de la opinión pública.
"La negligencia de dejar expuestas 2700 toneladas de nitrato de amonio en proximidades de la infraestructura crítica del corazón de Beirut es el mismo tipo de negligencia que nos dejó sin servicios esenciales, como la luz y la recolección de basura", escribió el analista político libanés Antoun Issa. "Es simplemente parte del mismo modelo podrido hasta el tuétano y que envuelve cada aspecto de la realidad nacional".
"Líbano ya no está al borde del colapso: ya colapsó", decía hace un mes Fawas Gerges, profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela de Economía de Londres. "El modelo libanés establecido desde el fin de la guerra civil, en 1990, fracasó. Era una cajita de cristal que se rompió y no tiene arreglo".
"No es un problema de individuos o de un cierto grupo. No hay una manzana podrida: es todo el cajón de manzanas, toda la plantación", escribió Rabih Alameddine en The Washington Post. "Se trata del fracaso sistémico de la gobernabilidad. Durante años, cada facción del país culpaba a la otra de cualquier desastre. Tuvimos una guerra civil que recién terminó cuando todas las partes llegaron a la conclusión de que podían robar mucho más si cooperaban entre ellas".
La escritora libanesa Lina Mounzer habla del hartazgo de sus colegas y amigos. "No hay persona que no lleve el hartazgo en la cara", escribió Mounzer. "Tal vez nos hayan vendido la mentira de que somos resilientes para mantenernos funcionando bajo un Estado corrupto que no puede brindar ni un mínimo de servicios públicos y sociales".
La gran pregunta, que se potencia tras la explosión en Beirut, es cómo puede hacer el Líbano para juntar los pedazos y seguir adelante. "¿Se viene una revolución? ¿Un levantamiento por la bronca acumulada? Cualquier impulso revolucionario tendrá que competir con las filiaciones tribales, ideológicas y sectarias", escribió Faysal Itani, subdirector del Centro para Políticas Globales.
"Lo mismo pasa con los hechos: por más que se presente una versión única y oficial de la explosión en el puerto, y por más que sea cierta, algunos la creerán y otros no. Paradójicamente, nuestra desconfianza en los políticos es el mayor impedimento para unirnos contra ellos", concluyó.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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