La estrategia en la región saca de quicio a propios y aliados
NUEVA YORK.- Como ni siquiera el Pentágono sabe si está llegando o se está yendo de Irak, nadie debería sentirse culpable por no entender la estrategia de Donald Trump en Medio Oriente.
A primera hora del miércoles, tras el ataque iraní a bases en Irak, la administración norteamericana intentó explicar su misión y sus objetivos en la región con una caótica combinación de declaraciones contradictorias, señales de enojo y mensajes cruzados.
El presidente, que prometió repatriar las tropas estadounidenses de Medio Oriente, ahora, en cambio, está enviando más. El Pentágono envió una carta diciendo que se estaba retirando de Irak, y después se retractó diciendo que fue un error. El Departamento de Estado habla de "desescalada", mientras Trump toca los tambores de guerra describiendo todas las maneras en que devastaría a Irán si el país del golfo les hiciera daño a más estadounidenses. Y como si esto fuera poco, el presidente se vio forzado a retirar su amenaza de atacar sitios culturales iraníes luego de que su secretario de Defensa dijera que hacerlo sería un crimen de guerra.
Del mismo modo, la explicación de la administración estadounidense para autorizar el ataque de la semana pasada fue variando en función del momento. Al principio, los funcionarios subrayaban que el general Qassem Soleimani fue eliminado para evitar un ataque "inminente" que había podido cobrarse la vida de cientos de estadounidenses. Pero en los últimos días, Trump y otros funcionarios hicieron más hincapié en el castigo por los ataques pasados de Soleimani contra Estados Unidos.
"La comunicación fue simplemente horrible", dice David Lapan, un exvocero del Departamento de Seguridad Nacional. "Cambió todo el tiempo. Cuando hay en juego algo tan serio, se necesita una comunicación clara. Pero en cambio tenemos una comunicación contradictoria que se presta a confusión, de parte de una administración que ya tiene un déficit de confianza".
Con Trump, gran parte del ejercicio de la presidencia es circunstancial: va a los tumbos como un autito chocador, de crisis en crisis, muchas de ellas autoprovocadas, y casi sin detenerse para fijar un rumbo determinado, aunque sin carecer de energía y siempre dispuesto a embestir contra los otros. No importa si sus asesores intentan imponer un proceso ordenado, Trump prefiere gobernar por intuición.
"Ese proceso caótico explica el caótico día después: explicaciones desprolijas de la amenaza, declaraciones públicas desorganizadas y acciones diplomáticas y militares demasiado veloces", dice John Gans, exredactor de discursos del Pentágono. "Y podría decirse que provocó mayor riesgo para el país y el presidente".
Los funcionarios niegan que haya mensajes contradictorios, y dicen que la estrategia de Trump en Medio Oriente se construyó en base a la protección de los intereses de Estados Unidos. "Al final, nuestras políticas respecto de Irán tienen que ver con la protección y la defensa de la vida de los estadounidenses", dijo el martes el secretario de Estado, Mike Pompeo.
En cierto modo, el ataque contra Soleimani fue visto por los asesores de Trump como un correctivo de las decisiones pasadas del presidente de no contraatacar a Irán por varias provocaciones, decisiones que según su equipo fueron malentendidas en Teherán. En ese sentido, el ataque fue un intento de Trump para fijar una política más dura.
"El presidente se ha contenido mucho, y esa buena voluntad del presidente para abrir negociaciones con los iraníes -hay que recordar que se ofreció a hablar con ellos sin condicionamientos- fue tomada como una señal de debilidad", dijo el martes Robert C. O'Brien, su asesor de seguridad nacional. "Creo que ahora entienden que el presidente quería negociar. Se equivocaron mucho en la forma en que interpretaron esa moderación, que era admirable".
Pero a diferencia de Obama o de George W. Bush, Trump rara vez se toma el tiempo se comunicar su pensamiento en profundidad. En cambio, a los estadounidenses les ofrece tuits provocadores o cortos extractos en los breves encuentros con la prensa.
La principal persona que ha dado explicaciones sobre el ataque contra Soleimani fue Pompeo. Pero sus declaraciones y las de otros funcionarios como el secretario de Defensa, Mark T. Esper, han entrado en contradicción con las del presidente. Cuando Trump amenazó con atacar sitios culturales iraníes, una violación de la ley internacional, Pompeo insistió que ese no era su objetivo, mientras que Esper dejó en claro que las fuerzas militares no lo harían.
Los interrogantes más amplios todavía giran en torno de los planes de Trump en Medio Oriente. Pasó de prometer un retiro norteamericano en la región a un refuerzo de la intervención militar amenazando con una nueva guerra si Irán cometía un acto fuera de lugar.
Hasta los mejores amigos de Trump en la región están tratando de descular hacia dónde se dirige a esta altura el presidente norteamericano. El lunes, Trump se reunió en secreto con un alto funcionario de Arabia Saudita que estaba de visita y habló por teléfono con el emir de Qatar. Ninguna de ambas conversaciones fue revelada por la Casa Blanca hasta que fueron informadas por los otros países.
Shalom Lipner, exasesor de siete primeros ministros israelíes, dijo que hasta el premier Benjamin Netanyahu, uno de los más férreos aliados del magnate en Medio Oriente, se había quedado "helado" con la última acción de Trump, pues asumió que no tomaría acciones decisivas contra Irán este año.
"Ahora todo el mundo se devana la cabeza tratando de descifrar las intenciones de Trump", dice Lipner. "Y lo que todos temen es que este sea el tiro de gracia de Trump antes de abandonar definitivamente la región y dejar que los aliados de Estados Unidos se arreglen solos".
Peter Baker- The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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