La estrategia del miedo a la enésima potencia para pintar una alternativa apocalíptica
Chattanooga, Tennessee.- En los últimos días de la campaña para las elecciones de mitad de mandato , que se celebran hoy, el presidente Donald Trump les pintó a los norteamericanos una imagen apocalíptica de lo que sería Estados Unidos bajo el control de los demócratas, sumando una sarta de falsedades y describiendo a sus adversarios políticos como promotores del delito, la abyección y la miseria.
Mientras los votantes se aprestan a dar el primer veredicto sobre su presidencia, Trump denuncia que los demócratas quieren borrar las fronteras de Estados Unidos y convertir al país en un santuario de narcos, traficantes de seres humanos y asesinos de las maras centroamericanas. Advierte que los demócratas destruirían la economía, borrarían de un plumazo el plan de salud pública Medicare, y desatarían una ola de violencia y criminalidad que pondría en peligro a las familias de todos los rincones del país. También alega que quieren transformar Estados Unidos en Venezuela, con un socialismo desenfrenado.
Trump nunca se ha caracterizado por ceñirse a los hechos, la verdad ni la lógica. El 45° presidente estadounidense se niega sistemáticamente a pedir disculpas y viola a diario todas las normas de decoro que guiaron a sus predecesores. Pero durante este vertiginoso raid de campaña, Trump ha llevado aún más al extremo esa ética política desaforada, distorsionándolo todo, haciendo demagogia a costa de los demócratas y utilizando el poder del gobierno para amplificar lo descabellado de sus argumentos.
En Columbia, Missouri, el presidente sugirió que los demócratas "son como esos antifascistas" que protestan con casco y uniforme negro, pero que debajo "tienen carita de débiles y después salen corriendo a esconderse en casa de mamá".
En Huntington, Virginia Occidental, Trump sostuvo que los inmigrantes son depredadores, "la peor escoria del mundo", y acusó a los demócratas de invitarlos a entrar a Estados Unidos diciendo: "Vengan volando para acá, muchachos. ¡Entren nomás! No importan sus intenciones, ¡Adentro todos!"
Y en Macon, Georgia, disparó que si la demócrata Stacey Abrams es elegida gobernadora, eliminaría el derecho de portar armas consagrado en la Segunda Enmienda de la Constitución norteamericana, por más que Abrams, como miembro del Poder Ejecutivo estatal, no tendría ninguna potestad para hacer algo de ese tenor.
Desanclado de la realidad, por momentos Trump también se convirtió en profeta. Viene prometiendo un 10% de reducción de impuestos para la clase media, pero la ley correspondiente no aparece. También hizo sonar las alarmas por una inminente "invasión" de peligrosos "extranjeros ilegales", en referencia a la caravana de migrantes centroamericanos que avanza a pie a través de México y que todavía tardará en llegar a la frontera varias semanas, si es que llega.
Con su imparable catarata de alocuciones públicas, tuits, apariciones en los medios y medidas presidenciales, Trump impuso los términos del debate político en la semana final antes de unas elecciones en las que ni siquiera es candidato.
"Sale a decir locuras, cosas espantosas, da la campana de largada y se sienta a observar cómo su último dislate domina los canales de cable durante 24 horas", dice el estratega republicano Mike Murphy, crítico de Trump. "Todo el mundo repite su barrabasada, a continuación todos se agarran la cabeza y se hacen los ofendidos, luego lo repiten de nuevo, y vuelta a empezar".
"Lo importante es no morder la carnada que arroja el presidente y no espantarse", dice Nancy Peloci, legisladora por California y presidenta de la bancada demócrata en la Cámara baja. "Eso distrae a la gente de lo importante que son estas elecciones para sus vidas".
Trump hizo campaña como si en estas elecciones de medio término se jugara la presidencia, y en alguna medida es así. Si los demócratas alcanzan la mayoría en la Cámara baja, como sugieren las encuestas, es probable que usen su poder para lanzar investigaciones sobre la conducta del presidente y eventualmente iniciarle un proceso de juicio político.
Pero la habitual catarata de falsedades e inexactitudes de Trump ahora alcanzó proporciones mayúsculas: según la verificación de datos de The Washington Post, durante las 7 semanas previas a esta elección, el presidente norteamericano hizo 1419 afirmaciones falsas o tergiversaciones, un promedio de 30 por día, frente a las 1318 que hizo durante los nueve meses de su presidencia, lo que representa 5 por día.
Los seguidores de Trump dicen que no les importa mucho el detector que mide las mentiras de Trump. El miércoles último, en un acto de campaña en Estero, Florida, los partidarios de Trump justificaron, uno tras otro, el desprecio del presidente por la verdad.
Hope Heisler, médica emergentóloga, dijo: "Yo no ando verificando datos. Ningún candidato, sea republicano o demócrata, dice siempre las cosas con precisión absoluta. Pero yo confío en el presidente Trump".
Linda Sears, ama de casa, argumentó: "Los presidentes deberían decir la verdad, pero a veces cometen errores... Por lo menos Trump habla sin pelos en la lengua. Trump dice las cosas como son".
La enfermera jubilada Pat Banker dijo: "No creo que mienta. Cuando habla se entusiasma y le gusta exagerar un poco, pero es su manera de ser".
A Trump nunca le gustaron mucho los matices, y ha encuadrado la elección que harán hoy los votantes norteamericanos en términos de blanco y negro, bien y mal.
"En esta elección se vota entre los resultados republicanos y la resistencia radicalizada", se despachó Trump el jueves pasado en el acto de Columbia, Missouri. "Hay que elegir entre la grandeza y el empantanamiento. Hay que elegir entre el empleo y las pandillas. Y hay que elegir entre una economía que se fortalece y los demócratas que están cada vez más locos".
Y el viernes a la noche, en Indianápolis, dijo ante miles de seguidores que los demócratas "quieren subirnos los impuestos, reimplantar las regulaciones que matan la creación de empleo y cerrar las plantas siderúrgicas. Y es lo que ocurrirá si ganan".
Y así siguió.
"Quieren quitarnos nuestro plan de salud y aplicar el socialismo para convertir a Estados Unidos en Venezuela", continuó Trump. "Hermoso lugar, hermoso lugar. ¡Y los demócratas quieren abrir completamente las fronteras!".
Traducción de Jaime Arrambide
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