La estrategia de Occidente en Ucrania, al borde del fracaso
El método elegido por los líderes occidentales que involucra suministrar armas, entrenamiento y dinero a Kiev, y a la vez imponer drásticas sanciones económicas a Rusia no está dando los resultados esperados
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WASHINGTON.- Según el famoso dicho, ningún plan militar sobrevive a su primer contacto con el enemigo. El gran teórico de la guerra Carl von Clausewitz solía explicar que las estrategias deben ser dinámicas y tienen que cambiar y renovarse constantemente. En su famoso tratado De la guerra, de 1832, von Clausewitz dice que algunos generales “solo consideran las acciones unilaterales, cuando en realidad la guerra consiste en la continua interacción de los opuestos”. Y hoy Occidente tiene que encarnar esas lecciones en su enfrentamiento con Rusia y ajustar su estrategia, que está en peligro de fracasar.
El núcleo de la estrategia de Occidente apunta en dos sentidos: suministrar armas, entrenamiento y dinero a Ucrania, y a la vez imponer drásticas sanciones económicas a Rusia. En principio, la idea básica sigue teniendo sentido, pero el balance entre ambas medidas necesita ajustes. Ya ha quedado claro que la guerra económica contra Rusia no está dando ni remotamente los resultados esperados. Al presidente Vladimir Putin le importa menos el daño de esas sanciones contra el pueblo ruso que sus efectos sobre el Estado ruso. Y gracias al aumento del precio de la energía, la agencia Bloomberg News proyecta que Rusia recibirá ingresos extraordinarios por sus exportaciones de petróleo y gas, que este año alcanzarían los 285.000 millones de dólares, en comparación con los 236.000 millones de 2021.
Mientras tanto, Europa enfrenta la peor crisis energética de los últimos 50 años.
El problema básico de la guerra económica contra Rusia es que no tiene dientes, porque deja afuera a la energía. La economía rusa es básicamente energética. Los ingresos por exportaciones de petróleo y gas representan casi la mitad del presupuesto del gobierno ruso. Y lamentablemente, la solución no sería que Occidente deje de comprar del todo energía rusa, porque hay menos oferta en el mercado global y eso solo empujaría los precios todavía más. Como en las últimas dos décadas Europa desarrolló una peligrosa adicción a la energía rusa, no puede cambiar de proveedor rápidamente sin hundirse en una recesión profunda y prolongada.
Basta con mirar lo que ya está ocurriendo en el continente, donde el precio del gas natural está un 700% más caro que a principios del año pasado. Para colmo, el gasoducto Nord Stream 1, por el que Alemania recibe la mayor parte del gas ruso, será cerrado el 11 de julio para realizarle obras de mantenimiento, y quién sabe, tal vez Putin decida castigar a Alemania y Occidente y no lo vuelva a abrir… Si ocurre eso, Alemania, la mayor economía de Europa, casi con certeza entraría en recesión. La estrategia de Putin parece ser hacerle pagar un alto precio a Occidente y ganar tiempo, dando por sentado que las fisuras de la coalición en su contra se irán profundizando cuando la economía de esos países sufra las consecuencias.
Los países de Occidente siguen sin darle a este problema la trascendencia y prioridad que realmente tiene. Los Países Bajos tienen un inmenso yacimiento de gas, pero está reduciendo la producción. Alemania parece decidida a pegarse un tiro en el pie y seguir adelante con el cronograma para desactivar las plantas de energía nuclear. El gobierno de Biden sigue complicando las inversiones a largo plazo en petróleo y gas, y tampoco está encontrando la forma de restaurar el acuerdo nuclear con Irán, una movida que volcaría millones de barriles de crudo al mercado mundial y casi con certeza estabilizaría su precio. Entiendo que existen objeciones válidas y dudas sobre todas estas políticas que menciono, pero la prioridad debe ser derrotar a Putin.
Por el contrario, la verdadera vulnerabilidad de Putin es en el frente militar. El ejército ruso ha extendido su control sobre el Donbass, en el este de Ucrania, pero a un precio enorme. Miles de soldados rusos han muerto, los pertrechos escasean y peor aún, Putin no consigue reclutas. Según un informe de The Economist, el Kremlin no logra reemplazar sus filas y a los nuevos reclutas les ofrece el triple del sueldo promedio.
Además, Rusia está sufriendo la pérdida de armamento pesado que le costará reponer, especialmente el que utiliza tecnología sofisticada que antes importaba de Occidente y sus aliados. Hace poco, la secretaria de comercio norteamericana, Gina Raimondo, reveló que los equipos capturados a los rusos en el campo de batalla contienen microchips sacados de heladeras y lavarropas.
Los líderes occidentales deberían admitir que las sanciones económicas lisa y llanamente no van a funcionar, al menos en un marco temporal que sea lógico. Por lo tanto, deberían aumentar lo más posible la producción y el suministro de energía a nivel mundial, pero también retrotraer esas sanciones que están perjudicando más a Occidente que a Rusia. Al mismo tiempo, Occidente debe multiplicar su ayuda militar a Ucrania, optando en este caso por correr mayores riesgos. Liberar el bloqueo de Odessa sería un victoria económica enorme para Ucrania y una demoledora derrota simbólica para Rusia.
En el hemisferio norte se aproxima el invierno y en los hogares de Europa puede llegar a faltar calefacción. Y en Ucrania, cuando la estepa se cubra nieve, a las tropas también les costará más desalojar a los rusos. El tiempo corre y no a favor nuestro.
Por Farred Zakaria
Traducción de Jaime Arrambide
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