La espera de familiares de los desaparecidos en Miami, entre la angustia y la desesperación: “Necesitamos saber”
Parientes y amigos esperan en el centro de reunificación familiar, a cinco cuadras del edificio que se derrumbó parcialmente; hay psicólogos, policías y funcionarios
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SURFSIDE, Florida.- La uruguaya Abigail Pereira busca desesperadamente a sus amigos argentinos: el cirujano plástico Andrés Galfrascoli (45 años); su marido, Fabián Núñez (55), y la hija de ambos, Sofía (6). Está en el centro de reunificación familiar, donde aguardan los parientes de los desaparecidos por el derrumbe de la Champlain Tower South, el edificio de 12 pisos que colapsó en la madrugada del jueves en Surfsde, cerca de Miami Beach.
“Ellos estuvieron dos meses y medio parando en la casa de una amiga. Vinieron escapando de la pandemia en la Argentina y decidieron extender su estadía acá. Esa misma noche se pasaron a ese edificio porque la nena empezaba un camp en Sunny Isles a la mañana. Llegaron a las 9 de la noche, y a la 1.30 nos enteramos de todo esto”, cuenta a LA NACION.
Hay una mezcla de enojo y desesperación en su voz. “Por la noche se rescataron a cuatro personas que fueron hospitalizadas. Que se pongan en los zapatos de las personas mayores que esperan, aquellos que tienen hijos allí adentro. No tenemos ninguna información sobre quiénes son. Necesitamos saber. En el país de la tecnología, no puede ser que no sepamos si nuestros seres queridos están allí. Todos han visto las fotos de las personas a quienes buscamos”, dice Pereira con angustia, y muestra la foto de sus amigos. La familia Cattarossi son otros de los argentinos que aun permanecen desaparecidos.
Parientes y amigos esperan en el centro de reunificación familiar, a cinco cuadras del edificio que se derrumbó parcialmente, donde hay psicólogos, policías y funcionarios. “Llamamos a los hospitales, a la policía... Hacemos todo lo humanamente posible para encontrarla”, dice Rebecca, que busca a la hija de su sobrina, mientras muestra la foto en el celular. En la calle se instaló un camión que ofrece agua, bebidas isotónicas y algunos alimentos. También se reparten bolsitas herméticas con cargadores de celular. La ayuda comunitaria fue repentina y masiva.
“No es por falta de personal, tenemos todo el personal que necesitamos. Yo también iría a cavar. Pero lo estamos haciendo de forma segura para las personas que pueden estar con vida allí abajo”, dijo Daniella Levine Cava, alcaldesa del condado de Miami-Dade, frente a la desesperación de las familias que quieren repuestas rápidas.
Pero las horas pasan y las noticias no llegan. Las tareas de rescate son lentas, y el clima tropical no ayuda. Tormentas de diez minutos rompen cada algunas horas la monotonía y el calor del verano. Aun hay polvo en la cuadra del hecho y focos de incendio que atender. Un helicóptero sobrevuela el cielo. La avenida Collins, tan concurrida por los turistas, está cerrada por la policía, solo abierta al paso de los residentes de esas cuadras. La playa también está cerrada a lo largo de 300 metros, detrás de la torre desplomada.
En toda la zona, la vida no es normal, y tampoco lo es en la arena. No hay nadie en la playa por relax, como si fuera una muestra de respeto ante la tragedia. Solo un surfer en el agua. Los curiosos caminan por la arena en zapatillas y se acercan a la banda amarilla que marca la parte costera con el paso cerrado. Ahí se ve de frente la tragedia, el interior al desnudo: una cama cucheta blanca en el último piso, las sábanas que vuelan y quedan atrapadas en los barrotes de un balcón unos niveles más abajo, un pizarrón para niños, o un sofá. El edificio quedo cortado literalmente al medio, y los dormitorios quedaron a la intemperie, mirando al calmo mar turquesa, murmurando el horror de esa noche.
Abajo, una pila de escombros. Una grúa con un brazo de casi 10 pisos de alto trabaja en remover pedazos de cemento desde arriba, mientras los bomberos trabajan en un túnel y actúan desde abajo.
Apenas ocurrido el derrumbe, se evacuó a aquellos que dormían en estructura que quedó en pie, y el condominio vecino. Sin embargo, algunos propietarios de la cuadra también decidieron dejar sus casas, como Gmely Saloy, que vive a dos edificios y fue a pasar la noche al hotel. “No fue obligatoria la evacuación, pero yo no me siento segura”, dice, y confirma que varios edificios de la zona y ciudades vecinas como Sunny Isles y Hollywood emitieron un comunicado a sus propietarios avisando que harán revisar las estructuras.
Más de una semana
Francis Suárez, alcalde de la ciudad de Miami, aseguró a LA NACION que no hay una determinación precisa sobre cuánto puede tomar el rescate. “Hemos visto ejemplos que tomó más de una semana y han rescatado personas con vida en situaciones similares”, señaló.
Las dos fuerzas de bomberos de Miami-Dade que trabajaron desde el primer instante recibieron hoy 16 equipos de rescate del resto del estado y todo el país, junto con maquinaria pesada. Algunos rescatistas han trabajando en el desplome de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, o suelen ser reubicados a Florida ante la llegada de los huracanes. Hay tres perros que detectan personas con vida, y tres entrenados en ubicar cadáveres.
Los bomberos confirmaron que escuchan sonidos debajo de los escombros, pero no necesariamente indica la presencia de vida. Puede ser acero que chilla, o piezas que se mueven, dicen.
Entre los muertos confirmados, se identificó a una mujer que es la madre del chico cuyo rescate dio la vuelta al mundo. “Por favor no me dejen, no me dejen”, escucharon los rescatistas. Era la voz de un adolescente de 15 años, Jonah Handler, que logró salir con vida. Su madre fue trasladada anoche al hospital, pero falleció hace unas horas.
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