La escalofriante historia de dos mochileras que huyeron de un asesino en Australia
Estrenada en 2005, Wolf Creek es una película de terror en la que un psicópata ataca a un grupo de mochileros en el interior de Australia. Once años más tarde, en un viaje a ese país de Oceanía, las turistas Lena, de Alemania, y Beatriz, de Brasil, vivirían una pesadilla que prueba que la realidad puede ser más terrible que la ficción.
Para el año 2016, con 25 años cada una, Lena y Beatriz decidieron después de mucho chatear que emprenderían un viaje juntas por Australia. Como mochileras, buscarían la manera de llegar a los destinos que tanto añoraban conocer con un acotado presupuesto. Sin embargo, en el medio, se toparían con el horror.
Como una manera económica de recorrer los casi 730 kilómetros que separan Adelaida de Melbourne, Lena recurrió al sitio web Gumtree y se contactó con una persona para que las llevara. Luego de que les cancelara a último minuto, decidieron emprender el viaje con el segundo nombre de la lista, Roman Heinze. Y, sin saberlo, ese sería el principio del calvario.
Para el momento en que se pusieron en contacto con Heinze, Lena y Beatriz desconocían el prontuario de ataques sexuales de quien sería su conductor. En la plataforma de clasificados, el hombre había explicado que viajaba solo hacia la costa porque su novia había decidido no ir con él. Así fue como se contactó con las dos mochileras, que se convertirían en sus próximas víctimas.
Como habían acordado, Heinze pasó a buscar a Lena y Beatriz al día siguiente. Hasta ese momento, todo iba como se suponía: un viaje por el sudoeste australiano en el que las dos extranjeras pudieron sacar fotos y grabar videos del recorrido. Pero todo cambiaría repentinamente.
Cuando llegaron a Salt Creek, el conductor decidió tomar un desvío: en lugar de ir hacia la playa se detuvo en un lugar de descanso y acampe. Una zona remota, donde no había registro de otras personas y solo había dunas alrededor.
Si bien, en un principio, las turistas no querían detenerse en ese lugar, luego accedieron a la propuesta. Un poco cansada, Lena decidió dormir una siesta en el auto. Por su parte, Beatriz y Heinze se dispusieron a armar carpas para pasar la noche. Mientras estaban organizando todo, el hombre le dijo a la mochilera brasileña que había visto algunos canguros en las dunas y la convenció para que lo acompañara a sacar fotos.
Al alejarse, Beatriz se dio cuenta de que no había rastro de los animales y emprendió su regreso, pero Heinze la interceptó tirándola al suelo y la ató de manos y piernas. Con un cuchillo, el atacante rasgó las ropas de la joven. Ella, en un intento por escapar, le dijo que haría lo que quisiera siempre y cuando volvieran al campamento.
Ya de regreso, Beatriz gritó con todas sus fuerzas para que Lena la ayudara. Al despertar, la mochilera alemana vio al hombre atacando sexualmente a su amiga. Tras rogarle que se detuviera, la joven intentó comunicarse por teléfono y pedir ayuda, pero Heinze la golpeó con un martillo en la cabeza. No una, sino tres veces.
Como publica el portal Thought Catalog, Lena se acercó para ayudar a Beatriz. Lastimadas, tomaron una dura decisión para intentar sobrevivir: correr por separado para distraer al atacante.
Beatriz logró esconderse detrás de unos arbustos. A bordo del auto, Heinze se ensañó con Lena: la persiguió y, pese a que corría en zigzag, el atacante nunca la perdió de vista. En una última maniobra desesperada, la joven alemana se subió al techo del auto, donde producto de las heridas y la debilidad, se desvaneció.
Mientras Heinze hacía todo lo posible para que Lena cayera del auto, Beatriz, semidesnuda, logró detener a un camión que circulaba por la zona y le suplicó que la ayudara a buscar a su amiga. El camionero pidió asistencia y fueron tras ella.
Martillo en mano, Heinze continuaba amenazando a la joven alemana. Para intentar que deponga su actitud, Lena le propuso que ingresaría en el auto si arrojaba las armas a la ruta. Desconcertado por el ofrecimiento, el atacante accedió y, a los pocos metros, la mochilera se tiró del auto con lo que poco que le quedaba de fuerzas.
Tras una larga persecución, la policía detuvo al atacante. Como si nada hubiese ocurrido, el hombre se bajó del auto y dejó que los oficiales lo esposaran.
Heinze fue sentenciado a 22 años de cárcel por el secuestro de las jóvenes. Además, en su condena pesó otro caso de ataque sexual cometido en 2014.
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